Por: Oscar Jairo González Hernández.
Profesor Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín.
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Una de las innumerables tareas del Historiador del Arte como ciudadano que es, sin duda, se concentra y radica en el hecho mismo, de intentar desde su medio y formación, -interés y tensión de su formación- efectuar y proponer para sí mismo y para los otros, trayectos de intervención de la ciudad, que propicien el conocimiento de ella y formen una conciencia sobre el hecho mismo de ser ciudadanos de y en ella; dado que la ciudad, también constituye un elemento esencial de la historia del arte moderno y contemporáneo. Como bien lo concibieron y realizaron muy, todavía hoy, interesantes estudios y reflexiones, como las de Lewis Mumford (La ciudad en la historia) y Giulio Carlo Argan (Historia del arte como historia de la ciudad).
Ese conocimiento de la ciudad, para el Historiador del Arte, se construye y se fortalece de la misma manera, cuando interviene y se instala en la ciudad misma, desde y con los fundamentos sensibles de la percepción que tiene de la ciudad y cómo lo hace y desde dónde lo hace, para hacer visible la Ciudad del Arte; no el arte en la ciudad que le interesa y sobre el cuál incrusta e inserta un dominio y proyecta ese dominio de manera totalitaria, porque ha de interesarle es todo el Arte que se hace y que hay en la ciudad y para la ciudad, o sea de alcance en la formación estética e histórica, de la vida de los ciudadanos. Porque si bien, es necesario, como lo consideran muchos historiadores burócratas del arte, tener, solamente y con ese obtuso propósito, una ciudad “llena” de esculturas, no quiere esto decir, que sea una Ciudad del Arte.
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Pero lo que tiene aquí que decir el Historiador del Arte, no trata solamente de lo que a él le interesa, como ya hemos dicho, sino del Arte que en realidad forma y construye membrana misma de la ciudad. En el trayecto que el ciudadano hace hacia el Palacio de Exposiciones observa que, la Administración Municipal, ha realizado una muy extraordinaria transformación del Puente y la Glorieta de la Avenida 33; pero nunca se ha hecho nada, ni ha mostrado interés por hacer una nueva propuesta, al escultor Óscar Rojas sobre su escultura, desaparecida hace ya muchos años, o por el contrario, proceder a derribar el pedestal que se encuentra allí en esa Glorieta, incólume, y sin finalidad y convirtiéndose lentamente en ruina . No pienso, que conste, en Fernando González ante las ruinas de Pompeya, como lo narra en El Hermafrodita dormido.
¿O es que se ha quedado allí, por decisión de las Administraciones Municipales, que han permanecido imperturbables indolentes ante ese vacío, como parte de su política cultural? No lo creemos.
Consideramos que también debe interesarnos la Ciudad del Arte, no sólo a los Historiadores del Arte o a los Señores que coordinan y los Encuentros Culturales, los Salones (Inter) Nacionales del Arte, en la ciudad, sino también a todos los ciudadanos que cada vez reclaman ese espacio, como parte de la formación de su humanidad, y que puede contribuir de manera decidida y eficazmente a su formación sensitiva, y de esa manera participar e intervenir en la formación y construcción del ciudadano y de la ciudad en la que todos hacemos trayecto como en una hermosa e indestructible Instalación, que cambia y se transforma con nosotros.
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