Por: Carlos Bedoya Correa (1951-)
.
.
Mi biblioteca ideal contendría todos los escritos de Roussel, Brisset, tal vez Lautréamont y Mallarmé. Mallarmé era una gran figura. Esa es la dirección en la que debería orientarse el arte: hacia una expresión intelectual antes que a una expresión animal. M.D.
.
Hay fuerzas que, de súbito y sin pausa, nos conducen a romper un aura, es decir un circuito de otras fuerzas similarmente inscritas en nuestras miradas, o sea en nuestra sensibilidad, intuición y entendimiento. Son aquellas próximas y, a la vez lejanas, de nuestras vidas, avalanchas de sueños, saberes y premoniciones propias y propicias a todo cuanto, si saber cómo diablos o por voluntad de qué dioses, nos ha lanzado a la creación.
La poesía de la modernidad, hoy por hoy contemporánea, tan antigua como el mito o el automatismo característico de esa búsqueda loca, indomable e infinita que de una forma u otra nos van llevando de manera obsesiva y azarosa hacia los abismos delirantes de la invención, inspirados por el amor, la fe, el esplendor, la música, el deseo y, en el fondo, por el sueño.
Es allí donde, como negarlo, nos vemos no contra sino sobre la pared. Ese muro, el límite que procuramos tortuosamente, con desespero y artesanía poder traspasar, romper, o, en ocasiones dejar ahí para jugar a no escapar del todo sino sostener impacientemente un contacto a distancia (Blanchot) de aquella hermosa esfera llamada imagen, soporte y testigo, casi un souvenir asombrado de la visión.
Aparecen por ahí, de cuando en cuando, algunos exploradores como Marcel Duchamp (1887-1968). Desnudo Descendiendo por una Escalera (título del lienzo que lo diera a conocer), dispuesto a trajearse con orinales o rines de bicicleta (obvia alusión al reday-made), dándonos a entender que el arte como concepto, vocación de sacar las cosas del mundo habitual, romper el tiempo, el espacio, reconstruirlos y recrearlos a diferencia, no en contra, digamos, de sus coterráneos, contemporáneos y demás dioses, como el inventor de la nada, sus maridos y etcétera.
Desde lo prehistórico pasando por Dadá, Marcel Duchamp des-realiza el surrealismo y question mark atrae y distrae lo esencial, a partir del abandono de la pintura retiniana por un arte que pretende llegar más allá. Un arte que no sea tan solo ejecución y transparencia de sentido. Es decir, contraponer al arte visual una obra que es actitud, pensamiento: una pintura-idea. David G. Torres, Marcel Duchamp vs. Stéphane Mallarmé.
Al acercarse a Man Ray y sus rayogramas, de manera no tan insólita aunque un poco, Duchamp nos remite a Raymond Roussel autor entre otros texots de Locus Solus, Impresiones de África y Como escribí Algunos de mis Libros, por tanto, a una reflexión en torno a un quehacer similar al de Michel Leiris, en La literatura considerada como una tauromaquia.
Más allá, quizás veamos una jaula en la cual no cantan los canarios sino dos o tres cubos de mármol: El caso de Marcel Duchamp nos ofrece hoy en día una línea de demarcación entre los dos espíritus que van a tener que enfrentarse cada vez más con el mismísimo seno del “espíritu moderno”, André Breton, Los Pasos Perdidos.
Tiempos de guerra, dispersión, exilio. Surge de nuevo el vacío y a su rescate proverbialmente reviven el amor, la fe, la esperanza: el surrealismo, rodeado por ready-made: ese murmullo que se basta a sí mismo. Alberto Giacometti, recogerá según creo, aquel dictado mágico.
Rrose Sélavy, Man Ray, Francis Picabia y Hans Arp, entre otros, subrayando aquí y más allá del arte, o sea insistiendo en el más arduo sentido de lo trascendental implicado en el mero hecho de un rayograma, o de cuanto implicó la ruptura de lo pintado con lo pictórico, se revelan a mi modo de ver finalmente en lo maquínico, ya en vísperas de lo meramente conceptual, pasando por el expresionismo abstracto, por el pop-art hasta devenir en la instalación, hija pródiga del happening y el performance, o en un mejor sentido y obrar, Bernardo Salcedo.
La técnica y su tan venerada hijastra, la tecnología, abruman, devoran y hasta pretenden sobrepasar a su madrastra, la razón absoluta. Glosolalias y collages se engullen entre sí, mientras el collage y en buena parte el video y el cine se despliegan en ocasiones como maneras un tanto afines y exuberantes al estilo del cadáver exquisito.
En suma todo es nada.
Al fin y al cabo, surge la palabra: he aquí una rosa y más acá la vida: rosa, rosa tan maravillosa, como Rrose Sélavy.
.
Punto Seguido. Medellín. Nro 57. Año XXXV. 2014-2015. Págs. 7-8.
Responder