VENGANZA DEL AZUFRE
Verano, destreza el azufre.
El hijo de las cabras aplastaba su rostro
contra el fuego.
Una semilla se pudría en la saliva
espacial.
Una ignorancia roja me empujaba
hacia los grandes gérmenes, mis pequeños
amigos, los verbos asesinos.
Mis pensamientos se hacían de ese
rumor de piedras, de ese guantazo caliente
de la adoración.
Adueñado del ocio, yo era el pariente
Cercano de los pumas, el prestigioso
alunado que devora las carnes de su
tierra, como un ejemplo de fruición.
ANTIGUO
Cuervo miedoso, has de saber que mi
cerebro es visitado por un gran sol
violáceo, un daño heroico que caliente y
despedaza las glorias carniceras delos
atletas del siglo.
CIUDADANO
Mi hermano tuerto ha decorado la
belleza con su baba mortuoria.
¡Sangres!… Que nadie diga que un
potro milagros viene trotando a
nuestro encuentro.
Esta es, a veces, la cara del martirio.
LA DANZA
La danza va por el sendero hacia los
labios maternales, la danza de la espuma y
la irrisión.
Oh mil cantores de la noche roja, la
danza vuelve el oxígeno avaro del
desierto, y hace temblar de mansedumbre a
un alacrán de ojos azules, embajador de la
tormenta.
REINA ESCLAVA
Una mañana el corazón saltó hacia
los pantanos y abrió una celda en la
frescura.
(Vides del hambre y los hastíos en la
sagrada encarnación del día.)
Plantas la muerte y gran limosna, ah
pájaros de un día, la curandera
atormentada ahuyenta el crimen de su
pueblo, como una reina de la amnesia.
Fogatas, fogatas de ternura.
CAMINOS
El aluvión de los palacios y las
tierras de breve pastoreo. (Caminos.)
Y la bellota marina ha propagado un
hálito caníbal en los hogares modernos.
He andado, improvisando saludos y
actitudes cívicas, como un hermano del
Tiempo de las Víboras.
EL GRAN MAL
La cacería comenzó cuando unas
hienas de paso descubrieron la química
perfecta.
(Esto fue impresionante.)
En la alta noche desfilaron los
Sensibles –los comerciantes y otros
notables poderosos-.
Y un voluntario fue arrojado a los
ácidos sudores.
Yo he presenciado esa epidemia, como
un testigo muy viejo, muy santo y muy
enfermo.
VENTANA
Mi horrible vecinita tiene el pie
maligno.
Sus arañas de lluvia se han vendido a
mi paciente hedor.
Hay tanta sangre en su traje, tanta
destreza en su oración.
Alguien ha puesto una piedra en su
Memoria, un tóxico en su cuerpo, una
herida en su cama.
¡Oh flor de esclavitud, oh amante
peligrosa.
SIN CAMBIOS
El pan de los plácidos reposan en las
heridas sin dueño de la Tierra.
Una serpiente respira en el pabellón
de pánico, pasión colgante del sombrío,
del exhausto.
Pero los días perdidos para siempre,
siguen untando mi vivienda de pomadas
lascivas, el corazón gradual, el absoluto
corazón.
LA NUEVA EDAD
La nueva edad ha proclamado el
imperio diluviano y va creciendo en
grandes ramas sordas, en santas
procesiones, hacia el aullido blanco del
metal, la tumba del uranio.
El asno histórico domina en las
ciudades, y a su graciosa invocación, al
cáliz rojo de su álgebra, responde el nuevo
inocente, el legendario, más poeta que yo
y más guerrero que el alba.
EL PASAJERO
Aprisionando el néctar de los grandes
viajes, reconstruyendo un hecho
irreparable, un hecho inmóvil y frío, ya
difunto, pero no obstante, intacto.
Reproduciendo ese hecho con cabeza
de bestia, con ojo de mosca, de demonio,
de salamandra.
Recomponiendo el sol de la Salina, su
muela abrasadora, su mermelada de
horror; sabiendo cosas de más,
explicitando.
El pasajero ha muerto en su butaca:
ha fallecido hablando y habla todavía.
Y a la destreza inmóvil de su lengua,
queda adherido el corazón de un pueblo, la
estúpidez de una ciudad y la evidencia de
un colmo.
Una humedad sin nombre y sin
Mecenas.
Selección y prólogo JAVIER COFRECES
Siete surrealistas argentinos. Buenos Aires. Editorial Leviatán. 2012. Págs. 55-60.
QUERIDA VIDA (FRAGMENTOS)
He actuado como un cobarde por temor a perder aquello que un cobarde no puede poseer.
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Ocurren cosas que nunca se recuerdan y se recuerdan cosas que nunca han ocurrido.
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Hasta hace poco creí tener un gran espíritu. Ahora sé que no existen los grandes espíritus y admito que el mío ha sido ha menudo pequeño, cobarde, mezquino y egoísta. Sólo me preocupan mi vida y mi muerte y quienes con ella se relacionan. Soy un escritor que chapotea en una charca con sus amigos los sapos.
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La corrupción empieza por el lenguaje.
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Imaginamos la vida para huir de ella, como si fuera posible escapar de lo que somos.
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La memoria es una gran aliada de la vejez. El olvido, también.
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Un mundo complaciente y ágil ha consentido que vivir fuera posible para mí. Falta saber si el morir será igualmente fácil.
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La verdadera esperanza es la que nace del horror y lo sobrevive.
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El día que tengo una cita o un compromiso a una hora determinada, aunque sólo se trate de recibir una visita, es para mí un día arruinado, porque ya no soy dueño de mis actos.
La poesía es necesaria para mí. La mía y alguna otra, pero particularmente la mía. Ciertos poetas rozan áreas de mi vida. Yo, por mi parte, con mayor o menor fortuna, intento navegar por ella. En mi poesía están mi vida y mi muerte.
La fe es una locura necesaria.
He leído desordenadamente, y mucho menos de lo que hubiera querido o debido, infinitamente menos que los grandes lectores.
Sólo puedo decir que he vivido mis lecturas, casi siempre incompletas, y que muchas de ellas se han hecho carne en mí, proporcionándome grandes ilusiones o grandes esperanzas o grandes desazones. He reído hasta las lágrimas y he sido transportado a limbos de gran felicidad. Ciertos libros tienen pasajes inolvidables, páginas, párrafos o frases que sobreviven en la memoria y que, transformándose, se integran con la vida misma, muy a menudo al margen de su valor literario.
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Lo que malogra la existencia es el afán de posesión. Posesión de afectos, de recuerdos, de personas, de animales, de objetos, de personalidades, de cultura, de fama, de amores, de anécdotas, de talentos, de belleza, de gracia, de bienes, de felicidad, de creencias, etcétera, etcétera.
Lo que malogra la vida es la condición humana. ¿Quién ha visto un caballo voluntariamente ocupado en algo más que comer, excretar y fornicar, en caso de ser potro?
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El único lugar donde es imprescindible el mando es el campo de batalla.
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La inseguridad, la vanidad, la envidia, los celos y la soberbia fatua son los verdugos mayores de todo autor que no esté protegido por un buen blindaje de soledad y aislamiento.
No sé que es el fracaso. No conozco otra cosa.
El acto de escribir es tan natural en mí que no implica ningún esfuerzo. Lo hago con total facilidad, pero releo y corrijo lo escrito infinitamente. Nunca doy por terminado un texto; lo voy puliendo innumerables veces, como una piedra en bruto. Suele suceder que, de tanto pulirlo, vaya desapareciendo, hasta que no quede ni siquiera su recuerdo.
El súmmum de la soberbia es la humildad, la soberbia disfrazada. La soberbia a cara descubierta es desagradable pero inocente y más bien simple. La humildad en un escritor no es sino soberbia pervertida.
Hay una dignidad del cuerpo que se va perdiendo con los años.
Pienso que lo único verdaderamente valioso para un poeta, es escribir con belleza y dignidad desde el fondo de su ser, y su única gloria es la de transmitir esa belleza al mayor número posible de individuos, más allá de la propia existencia terrenal.
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La realidad es una hipótesis de la imaginación.
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He despreciado demasiadas cosas en mi vida y por momentos he despreciado también la vida.
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En 1952 Benjamín Péret escribió en Médium que por mí poesía pasaba “un soplo surrealista auténtico” ¡Qué tristeza!
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Casi todo lo olvido con excepción de mis problemas.
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La fama es la ilusión del mediocre.
Siempre he pensado que lo que interesa de un hombre son sus contradicciones. Y que un hombre coherente muy a menudo es un imbécil.
Considero que la sociedad es enemiga de la naturaleza. Mi rebelión contra ella es cultural. Mi amor por la naturaleza es genético.
Soy incapaz de explicar nada sobre ningún tema. Esto puede querer decir sólo dos cosas: o no sé nada de nada o, como Rimbaud, lo sé todo de todo.
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Toda poesía es obscena cuando no es obra de un poeta.
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La vida tiene un sentido, pero no el que pensamos.
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La lucidez en el viejo es un castigo.
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El amor es cosa de uno solo.
Querida vida. Buenos Aires. Editorial Suramericana. 2005. Págs. 11, 12, 13, 15, 17, 46, 48, 51, 54, 75, 78, 79, 83, 94, 95, 123, 125, 132, 145m 147, 153 y 185.
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