Por: Nicanor Vélez (1959-2011)
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a Gruchenka
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He dicho asombro donde otros
solamente decían costumbre
JORGE LUIS BORGES
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I
La palabra
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Voz que se desprende de la medula.
Dolor y peso en la palabra origen.
Me espera en una esquina.
No es el olvido el que crea este silencio.
La palabra está ahí,
con la violencia del recuerdo,
a punto de quebrar la esquina
y asombrarse.
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El poema
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Un violín,
el silencio,
una pregunta.
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Es el primero
Y único en oírlos.
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Al amanecer
no habrá silencio
ni violines.
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La costumbre
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Todo se va llenando
en el silencio de lo extraño:
lo que será tan nuestro
inevitablemente.
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El mensaje
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Las golondrinas vuelan sobre el charco,
mientras un sentimiento
veloz como un murmullo
dice que no veremos
al cocuyo
que venía
porque tiene una espina
mortal entre los ojos.
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La espera
(Cerca de la Tour Eiffel)
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Siempre esperando una visita
clandestina,
con su ventana semiabierta,
por donde entraría un estornino.
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Conciencia de la vida
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A Evelio
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Como un búho, con los ojos
en la penumbra de la noche.
Buscando siempre la respuesta
al tiempo del desvelo:
Ni un grillo que aminore
la desmesura del silencio
Ni un cocuyo que ponga en duda
la posesión de las tinieblas.
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Límite
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Se hace tan sutil, tenso
y delicado
el latido
que el aletazo de un gorrión
derruiría
las columnatas del reposo.
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Instante
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La parálisis de una violeta
ha transformado el mundo.
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Fuego
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La penumbra revela su vientre incandescente
donde nace el fuego: pupila de los tiempos.
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Silueta
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Amor a los perfiles casi perfectos.
Líneas que pierden la firmeza
entre unos trazos que las desdibuja.
Masa de líneas, de perfiles
que siempre vuelven
al punto de lo indescifrable.
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A través del espejo se perfila un cuerpo.
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Sin preguntas
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Todo lo posible e imposible
despierta, sin sosiego,
las huellas de los dedos
que han quedado en mi cuerpo.
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Imágenes del mundo,
difusa geografía
que aprieta por instantes
la cuerda de los sueños.
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No osaré con preguntas
descubrí lo que el tiempo
ya no resuelve dar.
Tiro con más fuerza que nunca
la cuerda del gorrión
que se tiende en la copa del cerezo.
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Tal vez logre algún día
recoger la ola,
con su palpitación y su rugido.
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Desnudez
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No hay un solo poro
a la intemperie,
por la selva que expande
la sombra de tus ojos:
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La desnudez es pululante.
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Metamorfosis
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Quebrada la angustia para domar la risa,
Hasta que un día llegó al umbral de lo imprevisto:
Se fue puliendo las alas de murciélago.
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La luz que parpadea. México. Ediciones Sin Nombre. 2004. Págs. 11, 12, 13, 14, 15. 16. 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23.