Epifanio Mejía
¡Una mujer…! La estrella de los cielos;
la virgen que embalsama los pesares,
la perla más hermosa de los mares,
la azucena más bella del vergel:
la esperanza –la gloria –la grandeza –
el porvenir –el todo –la fortuna…
¡Una mujer…! la refulgente luna
que alumbra de la noche la vejez!
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A veces es la tigre que rugiendo
muerde feroz el pecho de su amante…
Le arranca el corazón y delirante
le lame divirtiéndose con él…
La sierpe que le envuelve en sus anillos
Haciéndole penar… La fiera leona
Que el hogar de sus hijos abandona
para seguir el rumbo del placer.
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Mas una virgen candorosa y bella,
un ángel lleno de inmortal pureza,
es para el hombre su única grandeza,
su fortuna mayor, su mayor bien.
Yo adoro a la mujer por sus virtudes;
yo adoro a la mujer por su inocencia.
La altivez –el orgullo –la opulencia
yo no busco jamás en la mujer.
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1863.
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LA AURORA DE MI AMOR
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El:
Amémonos los dos, amiga mía,
unamos mi tristeza a tu alegría,
juntemos tu placer con mi dolor.
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Ella:
Amémonos los dos, soñado mío,
como se aman las flores y el rocío,
como se aman los ángeles de Dios.
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El:
Dame, pues, una prueba de ternura,
un algo parecido a la ventura,
un algo que me llene el corazón.
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Ella:
Daré para tu frente de poeta
mil coronas de mirto y de violeta,
y encerraré un suspiro en cada flor.
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El:
Es que toda corona tiene espinas,
y en las flores más frescas y divinas
algún insecto el céfiro guardó.
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Ella:
Te daré una sonrisa apasionada,
te daré una dulcísima mirada
donde brille el incendio de mi amor.
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El:
Hay sonrisas que encierran la falsía;
hay miradas, también, amada mía,
que guardan un abismo de dolor.
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Ella:
-¿Qué quieres, pues, para quedar saciado?
Yo tengo aquí mi corazón guardado;
¿quieres darle tu pecho por prisión?
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El:
-Quiero algo más que el corazón, señora:
quiero ver en tus ojos una aurora
que brille con eterno resplandor;
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quiero de tu alma virginal rocío.
-¿Una lágrima quieres? –Sí, bien mío,
esa es la aurora que apetezco yo.
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1864.
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YO NO PUEDO CANTAR
A Gregorio
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El solitario ciervo de los montes
no puede como el águila volar;
ni se eleva tampoco como el roble
el triste arbusto que a su sombra está.
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Riega sus rayos alumbrando el orbe
el Sol, topacio del abierto azul;
yo, cocuyo perdido entre la noche,
doy a las selvas mi viajera luz.
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Decid, Colombia, a la española lengua
que ya el Aures no tiene trovador;
que en sus sombrías, solitarias selvas
la lira de Gregorio se perdió.
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Olorosas montañas antioqueñas,
guardad la lira del feliz cantor.
¡Muda quedó la palpitante cuerda
donde la nota del maíz sonó!
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Caunce, agosto 12 de 1872.
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NO LEJOS DE LA TUMBA DE PEDRO JUSTO BERRÍO
Para cantar la tumba del verdadero amigo
no tiene notas tristes mi pálido laúd,
no tiene flores bellas el áspero camino,
ni arrullos el torrente, ni sombras el destino,
ni pálidas auroras el bello cielo azul.
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Murió como las aves, pasó como las sombras,
se desplegó a lo lejos la noche del dolor;
pasó como la nave que se perdió en las olas;
y en los abismos tétricos de las eternas ondas
grabó su nombre eterno, murió como el alción.
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MEDELLÍN VISTO DESDE EL PAN DE AZÚCAR
Dedicados a mi amigo J. M. Rodríguez
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Es una tarde apacible,
Tan fresca, limpia y serena
Cual la primera azucena
Que brotó en el bello Edén.
El sol siguiendo su curso
Muestra sus rayos brillantes
Y en su centro de diamantes
Gotas de sangre se ven.
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Por los anchurosos cielos,
Vagan las celestes nubes,
Como alas de querubes
Dispersas sobre la mar,
La brisa en sus blancas alas
Va conduciendo el aroma
Que de la flor de la loma
Tomó festiva al pasar.
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Mil ojos llenos de gozo
Miran un valle florido,
Por los placeres mecido,
Mecido por el amor.
Un Edén, un Paraíso,
Hermoso jirón del cielo
Que Dios arrojó a este suelo
Para alivio del dolor.
.
Eso eres tú, rica tierra
De Colón, flor deliciosa,
Los perfumes de esa rosa
Eso eres tú, Medellín.
Por ti entonaré mi canto;
Por ti pulsaré mi lira,
Porque mi alma no suspira
Mecida allá en tu jardín.
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Por ti que guardas los goces
Más puros y verdaderos;
Por ti que arrullas luceros
Bajo el ala del placer.
Son tus hermosas mujeres
De América las estrellas;
Vírgenes, puras y bellas
Como la primer mujer.
.
Sus labios son las corolas
De las más fragantes rosa
Y en sus mejillas hermosas
Sólo hay tintes de pudor.
Cada cual lleva en su pecho
De caridad la azucena;
Cada cual vive serena
Bajo el árbol del honor…
.
De aquí de este inmenso cerro
Yo contemplo tus llanuras:
Miro tus frescas verduras
Como esmeraldas lucia.
Y en cada flor que la tierra
Brota para darte grano
Mis ojos ven un arcano,
¿Sabes cuál? –Tu porvenir-.
.
De aquí miro tus arroyos
Como lucientes diamantes,
Como las aguas brillantes
Que Dios le mandó al Jordán
Y ese río silencioso
Que sin detenerse rueda,
Cual blanco fajón de seda
Tendido en la inmensidad.
.
Me arrepiento, me arrepiento
De haber osado cantarte,
De haber querido pintarte
Sin colores ni pincel.
Bardos tienes que inspirados
Te regalarán cantares,
Te regarán de azahares
Tus campos, limpio vergel.
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1857.
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AL TIEMPO
Veloz, veloz, cual ráfagas de nubes
Cruzas ¡oh Tiempo! ¡de mi patria el cielo!
Siempre llevando en nacarado velo
¡Del Dios la cifra que tu ser formó!
Te he visto a veces silencioso, humilde,
Rodar envuelto en diamantina alfombra;
Otras cubierto con la negra sombra
Que algún fantasma sobre ti arrojó.
.
Incomprensible, ¡incomprensible Tiempo!
¿Por qué te vistes con lunetas de oro,
Y luego arrojas tempestuoso lloro
Sobre los seres que te ven cruzar?
¿Por qué me traes tenebrosas noches,
Llenas de luto, de terror y espanto?
Noches que arrancan a mis ojos llanto,
¡Llanto que rueda en abundante mar!
.
Cuando los rayos por el éter cruzan
Rasgando el seno de la nube undosa,
Y que a torrentes el granizo empoza
La tierra donde viene a descansar;
Cuando cruzas en carro de tinieblas
Rugiendo por los ámbitos del mundo,
Entonces ¡oh Tiempo! mi dolor profundo
Contigo mismo me hace delirar.
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Pienso que tú revuelves en los aires
Monstruos cargados de hórridas cadenas;
Y que las densas nubes son sus venas
De donde brota lluvia y tempestad
Y que ese mar que cubre medio mundo
Fue de tu cuerpo el primitivo lecho,
Donde un gigante te rasgara el pecho
Para nacer de allí la inmensidad.
.
Mas cuando cruzas por mi patria amada
Con brillantes faroles encendidos,
Pensamientos de gloria revestidos
¡En mi mente se vuelven a posar!
Yo miro entonces al nacer el alba
Jaspeadas nubes de color rosado;
Y luego al sol que rompe el enrejado
De árboles mil por do se ve asomar.
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Después le miro que con raudo paso
Corta veloz la bóveda azulada;
Más tarde, al fin, al fin de su jornada
Mis ojos ven su frente sepultar;
Y aparecer cual óvalo de oro
La refulgente y solitaria luna;
Como aparece un lampo de fortuna
Por momentos no más en nuestro hogar.
.
Yo pienso entonces… sí, mis pensamientos
¡Son manantiales de esperanza y gloria!
¡Ráfagas ay! que alientan mi memoria
Con la ilusión de un bello porvenir…
¡Extraña condición! ¿Por qué yo quiero
Que pase el tiempo en carro de diamantes,
Y que jamás las nubes ondulantes
Apaguen su zafíreo relucir?
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¡Cuando la mano que formó los mundos
Es la que rige su sonante rueda!
Cuando ella misma en átomos de seda
¡Universos pudiera transformar!
Sigue tu marcha, ¡oh Tiempo! aunque tus nubes
¡Broten volcanes de quemante fuego!
Que yo tan sólo el suplicante ruego
¡Al Dios que me formó, sabré elevar!
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1858
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LA CEIBA DE JUNÍN
Cerca de un puente y a orillas
de cristalina quebrada,
abriendo al viento los brazos
su airosa copa levanta.
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La luna que en “Pandeazúcar”
asoma redonda y clara,
llena su verde ramaje
de resplandores de plata.
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Los vientos de linda noche
sollozan entre sus ramas
como los niños mimados
que entran gimiendo a sus casas.
.
Suelta la noche en sus hojas
su llanto de gotas blancas…
Que la noche también llora
en este valle de lágrimas.
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¡Oh Ceiba! yo sé la historia
de tu existencia temprana;
yo vi cuando te trajeron
de los playones del Cauca;
te conocí cuando niña,
creciendo a orillas del agua.
.
No es esta la misma noche
que daba sombra a tu infancia;
ni estos los vientos alegres
de tus alegres montañas;
ni aquella luna que alumbra
es ¡ay! tu luna caucana.
.
Tal vez tú, como el proscrito
que gime en tierras extrañas,
recuerdas las dulces brisas
de tus colinas lejanas;
por eso a veces sin jugo
se van dorando tus ramas
y amarillas van cayendo
tus hojas sobre la playa…
.
Así los tristes ojos
del proscrito se derraman
gotas de llanto que caen
en clima extraño regadas.
.
Bien haces en despojarte
de tus adornadas y galas,
si como el pobre proscrito
te acuerdas ¡ay! de la patria.
.
Pero no, Ceiba: prosigue
tu copa abriendo galana
y desplegando en el aire
tus banderas de esmeralda.
.
Es cierto que te arrancaron
de las riberas del Cauca;
pero del Cauca que riega
las antioqueñas sabanas;
.
es cierto que allá dejaste
cielo, vegas, aves, auras;
pero aquí todo lo tienes…
A Medellín ¿qué le falta?
.
Aquí hay céfiros que arrullan,
aquí hay turpiales que cantan,
cielo azul, y vegas verdes
entapizadas d grama;
y aquella tierra y la tierra
en que hoy airosa levantas,
es toda tierra de Antioquia
y Antioquia toda es tu patria.
.
Por eso, Ceiba, prosigue
tu copa abriendo galana
y desplegando en el aire
tus banderas de esmeralda.
.
Por la venas de tu tronco
discurra constante savia
que brote en rubios renuevos
al desvestirse tus ramas.
.
A todo el que pase andando
sobre la arena tostada,
tu manto de estrellas verdes
le dé abrigo y sombra grata.
.
La aurora a ti sus sonrisas,
el sol sus rubias miradas
y el arrebol de la tarde
su lampo de oro y de grana.
.
Pero, Ceiba… ¡no te engrías!
que el Tiempo que te levanta,
de verte tan orgullosa
se puede cansar mañana.
.
Y ¡ay! de tu tronco redondo,
y ¡ay! de tu copa elevada
si el Tiempo llega a enojarse
y de elevarte se cansa.
.
Se irán secando tus hojas
y cayendo desgajadas
como en el pecho del hombre
las últimas esperanzas
.
Como doblega la muerte
los brazos de enferma anciana,
así la mano del Tiempo
irá encorvando tus ramas.
.
A tierra vendrá tu tronco
falto de apoyo y de savia,
como el exánime cuerpo
que cae al faltarle el alma.
.
Entonces los raudos vientos
que de “Santa Helena” bajan
barrerán el leve polvo
de tu existencia acabada.
.
Tu ataúd será el vacío.
La luz, tu blanca mortaja.
Y el campo de tu sepulcro
las antioqueñas montañas.
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LA MUERTE DEL NOVILLO
Ya prisionero y maniatado y triste
sobre la tierra quejumbroso brama
el más hermoso de la fértil vega
blanco novillo de tendidas astas.
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Llega el verdugo de cuchillo armado;
el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios;
chorros de sangre la maleza esmaltan.
.
Retira el hombre el musculoso brazo;
el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruto y forcejeando tiembla,
el ojo enturbia… y la existencia exhala.
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Remolineando por el aire, vuelan
los negros guales de cabeza calva;
fijan el ojo en el extenso llano
y al matadero, desbandados, bajan.
.
Brama escarbando el arrogante toro
que oye la queja en la vecina pampa,
y densas nubes de revuelto polvo
tira en la piel de sus lustrosas ancas.
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Poblando el valle de bramidos tristes
corre el ganado por las verdes faldas,
huele la sangre… y el olor a muerte
quejas y gritos de dolor arranca.
.
Los brutos tienen corazón sensible,
por eso lloran la común desgracia
en ese clamoroso de profundis
que todos ellos a los vientos lanzan.
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1868.
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Obras completas. Primera parte. Caldas. Corporación Universitaria Lasallista. 2009. Págs. 138, 139-140, 169-171. 162-163, 163, 181-182, 219-223, 224.
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