Por: James Clifford (1927-)
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El acoplamiento de dos realidades, irreconciliables en apariencia, sobre un plano que aparentemente no se ajusta a ellas…
Max Ernst, “¿Cuál es el mecanismo del collage?”
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André Breton insistía a menudo el que el surrealismo no era un cuerpo de doctrina o una idea definible sino una actividad. Este capítulo es una exploración de un conjunto de actividades etnográficas, como debe ser siempre, en circunstancias culturales e históricas determinadas. Me concentraré en la etnografía y el surrealismo en Francia entre las dos guerras mundiales. Analizar estas actividades juntas –a veces, por cierto, para permitir que se combinen- equivale a cuestionar una cantidad de diferencias y semejanzas comunes. Me preocupo menos por delinear las tradiciones intelectuales o artísticas que en seguir algunos de los atajos de lo que considero una crucial orientación moderna hacia el orden cultural. Si a veces uso términos familiares a contrapelo, mi propósito es recorrer retrospectivamente las definiciones establecidas y volver a captar, si es posible, una situación en la que la etnografía sea de nuevo algo poco familiar y el surrealismo no sea aún una provincia limitada del arte y la literatura modernos.
La orientación hacia el orden cultural que propongo no puede ser netamente definida. Es más apropiado llamarla modernista que moderna, tomando como su problema (y su oportunidad) la fragmentación y yuxtaposición de los valores culturales. Desde este punto de vista desencantado los órdenes estables de significación colectiva parecen ser construidos, artificiales, y a menudo ideológicos y represivos. La clase de normalidad o de sentid común que puede amasar imperios en accesos de enajenamiento, o extraviarse rutinariamente en las guerras mundiales, se ve como una realidad discutible que debe ser subvertida, parodiada y transgredida. Sugeriré razones para vincular la actividad etnográfica con este conjunto de actitudes críticas, disposiciones que habitualmente se asocian con la vanguardia. En Francia particularmente las modernas ciencias humanas no han perdido contacto con el mundo de la literatura y el arte, y en el ambiente de invernadero de la vida cultura parisina, ningún campo de las investigaciones sociales o artísticas puede seguir siendo indiferente a las influencias o provocaciones que vienen de más allá de sus límites disciplinarios. En las décadas de 1920 y 1930, como veremos, la etnografía y el surrealismo se desarrollaron en estrecha proximidad.
Estoy usando el término surrealismo en un sentido obviamente extenso para circunscribir una estética que valora fragmentos, curiosas colecciones, yuxtaposiciones inesperadas, que actúa para provocar la manifestación de realidades extraordinarias extraídas de los dominios de lo erótico, lo exótico y lo inconsciente. Este conjunto de actitudes no se puede limitar, por supuesto, al grupo de Breton; y el movimiento surrealista en sentido estrecho –con sus manifiestos, cismas y excomuniones- no es lo que interesa aquí. Más aún, las figuras que discutiré fueron en el mejor de los casos compañeros de ruta o disidentes que rompieron con Breton. Participaron sin embargo de la actitud general que llamo surrealista (1), una configuración confusa simplificada aquí en un intento de desenredar su dimensión etnográfica. La etnografía y el surrealismo no son unidades estables; mi tema, claramente distinguibles.(2) Por otra parte, he tratado de no pensar en mi tema como una coyuntura restringida a la cultura francesa de los años veinte o treinta. Los límites del arte y la ciencia (especialmente las ciencias humanas) son ideológicos y móviles, y la historia intelectual misma está entrampada en estos desplazamientos. Sus géneros no permanecen firmemente anclados. Las definiciones cambiantes del arte y la ciencia deben provocar nuevas unidades retrospectivas, nuevos tipos ideales para la descripción histórica. En este sentido el surrealismo es una construcción utópica, una declaración a la vez acerca de posibilidades pasadas y futuras del análisis cultural.
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Traducción: Carlos Reynoso.
Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna. Barcelona. Editorial Gedisa. 2001. Págs. 149-151.
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