Por: Andrés Uribe Botero (1982-)
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EL ESPEJO ANÁLOGO
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No vemos lo que es, si no lo que somos.
Tomlinson
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Una mañana me levanté sin rostro. En el espejo sólo pude percibir la montaña que tras de mí se hallaba. Bajo ella deambulaba una multitud errante: rostros desesperados y miradas llenas de pánico reflejaban el inconsciente de la condición humana… En la mitad de este macabro paisaje se erguía un bello árbol de manzanas prohibidas, indiferente a la atmósfera que lo rodeaba.
El sol plantado en la mitad del cielo. El tiempo, como el gran astro, tampoco se movía, cansado del horizonte. A lo mejor era yo quien así me hallaba; tal vez el sol siempre había estado quieto y en mi terquedad me había encargado de moverlo generando el día y la noche para el mundo. En algún punto se desencadenó una psicosis colectiva, con la cual se dio comienzo a la noche y sus misterios.
Desesperado ante aquel paisaje monótono, sórdido, decidí tenderme en el lecho, ilusionado con la idea de que en el sueño mi mente quedaría atrapada en el tiempo… Moviendo mi no rostro de un lado para otro, busqué el reflejo de mi cama en el espejo. Cuando la hallé, me di cuenta de que era ya demasiado tarde para dormir: mi cabeza destrozada yacía sobre sábanas rojas. A su lado, el revólver aún caliente bajo la quietud del sol.
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EL EDÉN ONÍRICO.
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Si las puertas de la percepción quedaran depuradas,
todo se mostraría al hombre tal cual es: infinito.
William Blake
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Las puertas del cielo están cerradas. Bajo la lluvia, una mujer angelical espera que le abran; seres de vidrio bajo paraguas negros caminan de un lado a otro.
A media noche, la puerta central se abre, del interior proviene un eco de campanas y pasos; un hombre de aspecto gris que luce una túnica blanca como el mármol, se detiene frente a la mujer, la mira fijamente a los ojos y le dice:
-Por favor, espéreme en el bar de la esquina.
Minutos más tarde la mujer toma cerveza en el bar, esperando la hora del juicio. Allí, seres como vampiros, reposan en soledad suprema, con los ojos perdidos en los más insondables abismos.
La mujer se siente mareada. Las luces que la cubren se convierten en una danza de juegos pirotécnicos. Se levanta de la silla y tambaleando se dirige al baño, donde contempla un inodoro tan pulcro como su sexo de virgen. Con sus largos dedos sube la falda que cubre su paraíso húmedo. Se sienta como en un trono que se abre al instante en arcos de luz difusa.
Despierta embriagada, la luz del recuerdo la agobia: Contempla un horizonte multicolor desde el cual se ve a Cristo haciendo el amor a un feto que el bisturí impidió nacer. Entre tanto, Arthur Rimbaud juega con su pierna mutilada y André Bretón inventa colores que caminan en tres manos. Galileo descubre que el centro de la razón es la locura, y Adolfo Hitler, con los judíos como fichas de parqués los incinera junto a las puertas del cielo.
El hombre gris nunca llega.
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MONÓLOGO FRENTE AL ESPEJO
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Yo es otro.
Arthur Rimbaud
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¿Quién eres? ¡No me digas! Siempre pensé que yo era yo y no tú, aunque la lógica me decía que tú eras yo… Es cierto, yo tampoco he creído en la lógica… A eso me refiero, querido, a la lógica propuesta por nuestra perpetua señora de la razón…
¿Sabes? Por mucho tiempo pensé que sin ti no podía vivir. Hacías mi vida un poco más soportable. Fue con el tiempo que te convertiste en mi enemigo ya que me mostraste cómo la vida se marchita, aun cuando en los años lozanos estemos dispuestos a creer que el cuerpo tiene vida eterna. Tienes razón, todo es ilusorio, hasta la muerte misma…
Imagínate que un día me la encontré sentada en un cafetín. Se tomaba un café negro mientras rezaba un “Padre nuestro”. No te imaginas cómo sufre la desgraciada, qué destino tan duro le ha tocado, sin embargo tiene una apariencia vital. Y ¿sabes por qué? Porque se alimenta de los años vividos de todos los mortales, lo que quiere decir que ella vive a la inversa, cada año menos de un hombre, cada minuto e incluso cada segundo, es su alimento… ¡Cómo sufrirá la pobre! No se conocerá a sí misma mientras los hombres vivan.
¿Sabes? Cada día está más obesa. En el último desastre natural aumentó siete millones de kilos y es que no es fácil ingerir los años de ciento cincuenta mil personas al mismo tiempo… Fue muy duro para ella, incluso se indigestó; eso fue lo que me dijo… ¡En serio! Estaba muy agobiada, desde Hiroshima no vomitaba tanto, quién lo creería, querido, la vida en exceso mata. Pero volvamos a lo nuestro, ya le hemos dedicado demasiado tiempo a un ser que tarde que temprano tendrá el nuestro… ¿Qué te decía? Ah, sí, que eras mi enemigo, que me mostrabas mi propia decadencia, mi descenso… Por eso te saqué de casa, pero fue en vano, desde entonces te veo en cada rostro que contemplo, por momentos pienso que estás más vivo que yo. Bueno, eso me dice la razón, porque a ciencia cierta tú y yo sabemos que no existes. Pero ¿sabes qué me preocupa? Que ya no sé si yo existo, y cada vez que digo yo, no sé a quien me estoy refiriendo, pues cada día se levanta otro. ¿Recuerdas el día que maté a aquel hombre y que llorando te saqué del armario y te insulté durante dos horas? ¿Sabes por qué lo hice? Porque el que lo mató fue otro. Por eso me declaré inocente en el estrado: ¿recuerdas mi defensa? Fue impecable, elocuente y cierta.
Siempre he sido inocente, querido ¿y sabes por qué? Porque objetivamente nunca he sido uno, he sido tantos como hombres he percibido… En fin, daría mi vida porque no me siguieras atormentando. Aparentemente un revólver lo solucionaría todo, pero sé que es inútil ser alimento de la Parca, ya que tarde o temprano se indigestará de nuevo y vomitará y yo volveré a este mundo. Claro está, siendo otro, pero con la ilusión de ser el mismo y de que esta sea mi primera vida, y entonces volverán a aparecer los que no soy, pero que sin embargo he sido.
No sé qué más decirte, y más cuando sé que no existes y que siempre has existido… Adiós, espero no volver a verte, aunque sé que es imposible…
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El espejo es otro. Medellín. Ítaca Editores. 2012. Págs. 21-22, 23-24, 25-26.
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