Por: Eugenio Montale (1896-1981)
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Ante la poesía moderna, tan abundante y rara, el crítico no puede sino enmudecer. Ya no se halla en la situación del juez ajeno a la materia, sino en la del cómplice –y alguien ha dicho que en la del “usurario”. Pero hay algo peor: se ha llegado a suponer que el verdadero autor de la obra examinada, el que le atribuye un significado y establece cuáles “su lugar en el mundo”, en el hipotético mundo de la poesía, es, ni más ni menos, el crítico. En tal situación, el lector de poesía que se sienta incapaz de desdoblarse y, sin embargo, quiera dar un testimonio que sea algo mejor del acostumbrado fin de no recevoir, sólo tiene que recurrir a la metáfora. Cuando me doy cuenta –gracias a Osip Mandelstam- de que el poeta Chlenikov “escarba en el lenguaje como un topo”, lamento no saber ruso pero le concedo al intérprete un crédito ilimitado. Y si se me permite un hecho personal, cuando Mandiargues dijo que en mis versos la imagen era como “el nudo en la madera”, me ayudó a comprenderme más de lo que hubiesen podido ayudarme los críticos más famosos y hasta los más competentes.
Hallar una imagen, sólo una, capaz de definir fulminantemente la poesía de Andrea Zanzotto, sería para mí como sacarme la lotería. Y no porque su libro carezca de las formas adecuadas. Cuando él escribe: “buscar con cuidado el hilo de corte para labrar el diamente”, hallamos un ofrecimiento halagador; pero la materia que labra Zanzotto no es nada dura, por desgracia. Aunque presenta muchas facetas, no es diamantina. Mejor digamos que extiende un ininterrumpido velo de imágenes-símbolo. La dificultad consiste en que no se trata en absoluto de un velo, sino de un fluido, de un agua que brota del fondo de la conciencia y de la naturaleza misma, pero casi nunca –cuando el símbolo es visible- en toma directa. Zanzotto no describe, circunscribe, envuelve, toma y luego deja. No se trata de una búsqueda de sí mismo, ni de un intento de escapar de la realidad: su movilidad es física y metafísica a la vez, y la inserción del poeta en el mundo es muy problemática, ni siquiera deseada. ¿Qué es lo que busca, pues, el neurótico Zanzotto? Lo menos , el pis aller, la expresión; pero no la expresión que fija y congela, sino la elusiva expresión de lo inexpresable.
Tanto desconfía de la palabra, que ésta se resuelve en una feliz conmixtión lexical. A él todo le sirve: las palabras raras, las muy socorridas y las poco usuales; la taracea de citas eruditas y el continuo hervor del caldero de las brujas. Al fondo, también, puede hallarse el hecho cotidiano o la sutil referencia mitológica. Su poesía es muy culta, una verdadera zambullida en esa pre-expresión que antecede a la palabra articulada y que luego se contenta con una sarta de sinónimos, de palabras que se reagrupan únicamente por afinidades fónicas, de balbuceos, de interjecciones y, sobre todo, de repeticiones.
La métrica no le plante mayores problemas, porque no carece de sapiencia a este respecto. Adopta el verso libre pero a veces no desdeña el verso tradicional; acepta incluso la rima –pocas veces la rima rara-, pero prefiere la asonancia, la disonancia, la aliteración. Sus fuentes culturales son quizá innumerables pero bien asimiladas. Su “interrupción” nos hace pensar en Éluard y en alguna deuda con el surrealismo; el dios presente y citado es Hölderlin, no de los largos poemas, sino el de los poemas de la locura, firmado con el nombre de Scadanelli. No obstante, buscar las fuentes de Zanzotto sería como buscar un aguja en el pajar. Su necesidad de “verbalizar la vida” lo constriñe a emplear tanta violencia.
Creo que ahora es necesario iluminar –tal vez oscurecer- al lector con alguna cita; empresa imposible porque su licor -¿o su licuefacción?- rechaza cualquier análisis químico. Hagamos la prueba pero sin garantizar el resultado.
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Mondo, sii, e buono;
Esisti buonamente,
Fa ´che, cerca di, tendí a, dimmi tutto,
Ed ecco che io ribaltavo eludevo
E ogni elusione era fattiva
Non meno che ogni esclusione;
Su bravo, esisti,
Non accartocciarti in te stesso, in me stesso,
Lo pensavo che il mondo cosi concepito
Con questo super-cadere super moriré
Il mondo cosi fatturato
Fosse soltanto un io male sbozzolato
Fossi io indigesto male fantasticante
Male fantansticanto mal pagato
E non tu, bello, no tu “santo” e “santificato”
Un po´piu in la, da lato, da lato.
Fa´di (exde-ob etc.)- sistere
E otre tutte le proposizioni note e ignote,
Abbi qualche chance,
Fa buonamente un po;
Il congegno abbi gioco.
Su, bello, su.
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Su, münchhause (1)
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No sé cómo se las arreglará el linotipista que parea esta tipografía. Se trata de una de esas mercancías que venden empacadas con la inscripción “frágil”. Por lo demás, no debemos excluir que un descuido, una errata o una lectura equivocada puede enriquecer con nuevos significados una poesía inventarial, que sugestiona poderosamente y actúa como una droga en el intelecto del lector.
En Andrea Zanzotto se expresa la disensión trágica entre lo que los cristianos llaman alma y los científicos psique. Es una dimensión que hallamos en todos los poetas desde que la poesía fue entendida como catarsis liberadora y no como “bella” arte; es decir, desde los principios del romanticismo. Pero en él la disensión se nutre de él mismo y no quiere aplacarse con la fórmula “la vida es lo que es y no podemos cambiarla”, según Wittgenstein. Zanzotto vive dolorosamente su anda-todo, su vida-muerte, su ilusión-realidad, su destrucción-resurrección. No es ni siquiera un “hombre en pena”, es un hombre sencillo que sufre con orgullosa humildad. Es muy fácil suponer que se trata de un paciente o expaciente del psicoanálisis. Lo sentimos perfectamente a la page en esta ciencia y en sus más o menos dudosas ramificaciones. Pero lo más interesante en él no es el lado psíquico y biográfico, sino la intensidad de su experiencia vivida.
Andrea Zanzotto ha escrito ya algunos libros. Ocupa un lugar relevante en la generación definida como “intermedia” –de la cual no sé cuándo empezó ni cuándo acabará. En su nuevo libro –o inventario- aparece indudablemente aumentado. Y tendrá muchos imitadores porque parece fácil y “moderno” amontonar palaras, sinsentidos e interjecciones, “el agítese antes de usar”, para luego vaciarlos sobre la hoja. Pero podemos esperar que sigan existiendo críticos y hombres capaces de distinguir las copias de este “original” tan auténtico.
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1. Mundo: sé, y bueno, / existe buenamente, / haz que, procura que, tiende a, dímelo todo; / yo andaba dando tumbos, eludía / y toda inclusión era factiva / no menos que toda exclusión. / ¡Vamos, existe, / no te enrosques en ti mismo, en mí mismo. / Yo pensaba que el mundo así concebido / con este super-caer, super-morir, / el mundo tan adulterado, / sólo fuera un mal propio mal desembojado, / fuera mi yo indigesto, mal fantaseante, / mal fantaseado, mal pagado / y no tú, bello; no tú, “santo” y “santificado” / un poco más allá, de lado, de lado. / Procura (exde-ob etc.)-xistir, / con las preposiciones conocidas y desconocidas, / date un chance, / haz un poco de bien / y que funcione el mecanismo. /Ánimo, guapo, ánimo! / Ánimo, münchhausen!
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Corriere della Sera, 2 de junio de 1969
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Selección, traducción y notas de Guillermo Fernández.
Sobre la poesía. Universidad Nacional Autónoma de México. 2000. Págs. 171-175.
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