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Archive for junio 2011

MILAGROS DE VIDA

Por: J. G. Ballard (1930-2009)

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J. G. Ballard

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PAPAS CHILLONES (Fragmento)

Estoy seguro de que gran parte del misterio permanente de las obras maestras del Renacimiento expuestas en la National Gallery se debía a la ausencia de los textos explicativos que ahora eliminan la mayor parte de la extrañeza y la poesía de los maestros clásicos: Me quedaba mirando la Anunciación de Crivelli, cautivado por los pavos reales, los panes y otros objetos incongruentes, el transeúnte que lee un libro sobre el puente y la Virgen en el joyero que le sirve de casa. Me veía obligado a utilizar mi imaginación para hilvanar esos elementos en un metarrelato que tuviera algún sentido, en lugar de leer una leyenda en una extensa pared y que me dijera solemnemente que el pavo real simboliza la vida eterna. Espero que eso no ocurra nunca y que el exquisito pájaro sea él mismo y nada más que él mismo. ¿Qué puede haber más natural y misterioso que un pavo real y un pan apareciendo en la escena para celebrar el futuro nacimiento del Salvador?

Años más tarde, cuando estuve en la Galería de los Uffizi de Florencia delante de la Anunciación de Leonardo, un grupo de turistas japoneses me tapó la vista. Me pregunté qué opinarían de los cuadros religiosos de la galería, con sus hombres alados arrodillados delante de los jóvenes de aspecto tímido. Unos pocos japoneses asisten a la misa en latín, pero la mayoría no sabe nada de los mitos cristiano, y aquellos cuadros debían de parecerles totalmente surrealistas.

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Traducción de Ignacio Gómez Calvo.

Milagros de vida. Una autobiografía. Barcelona. Radom House Mondadori. 2008. Págs. 118-119.

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Por: Ramiro Ramírez

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Coincidiendo con los 149 años de nacimiento de Baldomero Sanín Cano, recibí el pasado mes de Junio el libro de ensayos del Maestro nacido en Rionegro, editado por la Universidad Externado de Colombia.

Todas las sorpresas y agrados son posibles cuando se lee a Baldomero Sanín Cano. El cuidado de la lengua, el placer de la descripción, y lo más importante cuando se trata de un ensayista, el compromiso, es decir, el ánimo que lleva el trabajo, el cual permite leer la impronta del autor como resultado del efecto que produce su acto.

 “Indagaciones e imágenes” es una compilación de ensayos que, se editó por primera vez en 1925, por lo que se anuncia la presente como la segunda edición. El encanto, si podemos decir algo que llame la atención al futuro lector, es lo bien pensado de los ensayos y la manera crítica como ellos son elaborados. En ellos encontramos a los sectores medios ingleses como protagonistas; la guerra y su compañera la muerte como los héroes de una sin-razón; a los primeros restaurantes populares de Londres, el espíritu de las universidades europeas de principios del siglo XX; los lugares de encuentro de los londinenses de la época, el comentario de la bolsa de valores de los primeros años del siglo pasado, igual encontramos críticas a las obras de algunos autores, así como la exaltación de la obra de Jorge Brandes y la manera como ella se transmitió en su patria Dinamarca.

A lo anterior no sobra por ningún motivo, leer con atención la introducción que hace el investigador Gonzalo Cataño a esta nueva edición de “Indagaciones e imágenes”, en la que despliega el conocimiento que tiene de la obra del autor, colocándolo al servicio del lector recién llegado a Baldomero Sanín Cano; recurso que hay que resaltar pues muestra el interés que, tanto el investigador como la Universidad Externado de Colombia, ponen al servicio de un autor cuya obra  esperan publicar en su totalidad para, de esta manera, celebrar el sesquicentenario del nacimiento de Baldomero Sanín Cano en el año 2011.

Los ensayos “Indagaciones e imágenes” tienen un atractivo y es, el ser escritos por un colombiano en el exterior pero, no se refieren a la situación colombiana de la época, sino y muy por el contrario es lo general, lo universal lo que allí surge, es “el malestar en la cultura” lo que se encuentra en ellos, y sobre todo el malestar de la sociedad europea.

En la primera parte denominada por el autor: “Sociales e históricas”, con pulcritud y agudeza se despliega el concepto de los temas tratados, no como una definición sino como una prueba y sus consecuencias, se acoge el Maestro Sanín Cano a lo que los filósofos llaman “el concepto es el tiempo”, no se trata por lo tanto de pasar de manera inadvertida, sino de darle consistencia al fenómeno a medida que se le observa y estudia, logrando un comentario crítico que permite comprender la situación más allá  de los datos y las estadísticas.

Es de destacar al respecto, lo que alcanza en torno al ciudadano medio inglés, a los mercaderes de buenas intenciones, a los gobernantes y su arma la guerra. Logra con la higiene del cuerpo o el baño (El descubrimiento de América y la higiene), colocarla como un principio de la ética pues, el cuidado del cuerpo propio hace o conlleva el necesario respeto del cuerpo del otro, mostrando con ello, como la violencia o agresión a la que se somete al otro está más acá de las necesidades económicas y más allá de las satisfacciones de las mismas. Pasa por encima de las explicaciones simplistas, a las que nos tienen acostumbrados los políticos de turno y cuerpos armados.

Cosa parecida alcanza el autor, con los mercaderes de buenas intenciones, en el ensayo acerca de la creación de la cadena de restaurantes populares en Londres, a comienzos del siglo XX, en la que el móvil comercial se disfraza de filantropía, “la filantropía no fue el móvil principal de las grandes empresas”, sin dejar de señalar algo que está en el orden del día de la administración pública, “es de sabiduría administrativa emprender obras públicas, aunque no sea de urgente ejecución”. Cuando se refiere “al espíritu nuevo de las universidades”, Sanín Cano propugna por la “universidad libre, cuyo porvenir es el porvenir de la inteligencia”.

En el ensayo acerca de las estrellas del espectáculo, nos muestra la muerte que deja la guerra y la ilusión que crea la imagen, lo que verifica con la popularidad de los actores de cine en desmedro de la de los líderes políticos. En “entrevistas imaginarias”, nos confronta con “hombres de inciertas y elásticas opiniones, gentes que se complacen en vivir en la sombra”, que son quienes están encargados de formar la opinión, en lo que el autor denomina “el hombre promedial”.

“El hombre disminuye”, es un ejemplo de comentario crítico sobre los abusos y falta de responsabilidad de los gobernantes, y la manera como estos conducen a sus subordinados a través de la guerra a la muerte; igual acontece en “La guerra y el individuo”, donde “el hombre promedial o rebaño humano” junto con “el mesías heroico”, no son más que pasajeros, “van cayendo uno a uno bajo los golpes inexorables del criterio político”, alcanzando a mostrar como la democracia comenzaba a resentirse por dicha manera de obrar. En el relato sobre el transporte público en Londres, “Chascarrillo del día”, no podemos más que degustar una bella prosa que hace que del ensayo pase a la narración literaria, logra aquí el encanto y el sabor de un cuento por su limpieza narrativa. No podemos dejar de lado los comentarios de Baldomero Sanín Cano, sobre la bolsa de valores y las argucias del financista con su figura de impoluto.

Por último, la conferencia, que dicta Baldomero Sanín Cano en Buenos Aires en 1925, sobre Jorge Brandes es la alegría del espíritu del ensayista pues, acierta al mostrar como la obra histórica-sociológica del autor danés, logró ser acogida y permeó una sociedad de tal manera que dicha influencia alcanza para que una serie de cambios se den en la política de Dinamarca: algo que podríamos denominar transmisión de una obra con los efectos en el lector. Hay que saber que Brandes fue reconocido en toda la Europa de habla germana e inglesa.

Para ilustrar lo anterior basta un ejemplo, alguien que se podría pensar estaba al margen de la obra de Jorge Brandes, hace todo para entrar en contacto con él. Sigmund Freud, en 1900 asiste a una conferencia de Brandes en Viena y sale tan entusiasmado y contento que, de regreso a su casa toma un ejemplar de “La interpretación de los sueños”,  y se lo envía al conferencista. Esta obra solo tenía en ese momento 3 o 4 meses de haber salido de la imprenta. En el año 1925, Freud visita a Brandes en un hotel en Viena y tienen una conversación que dura más de dos horas; más tarde en 1927, Freud recibe una carta de felicitación de Brandes por la celebración de sus 70 años y el homenajeado no escondió su alegría por tal gesto del historiador y crítico, que la hizo saber a sus cercanos colaboradores y familiares, lo anterior acontecía unos meses antes de la muerte de Brandes;  cuando Freud se entera de dicho desenlace, le escribe a una de sus sobrinas y le manifiesta la tristeza que lo embarga y le comenta, él “se dio cuenta de la alta estima en que yo lo tenía”. Ya en 1933 en una conferencia Freud, exclama, “era un crítico de fama universal, que había seguido las corrientes intelectuales de la época con benévola comprensión y penetración profética”, todo lo anterior para mostrar como en los mismos años en América otro ensayista se ocupaba del mismo personaje y con  ideas semejantes a las del padre del psicoanálisis.

Vale la pena volver por la lectura de un clásico del ensayo entre los críticos colombianos. Nada de moralismo en Baldomero Sanín Cano, nada de queja, más de angustia de un hombre frente a la afrenta de la razón de tal manera que, nos recuerda al gran Goya en uno de sus grabados “el sueño de la razón produce monstruos”.

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Palabra y Obra. El Mundo. Medellín. 28 Enero. 2011. Págs. 6-7.

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MARINETTI

Por: Baldomero Sanín Cano (1861-1957)

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Marinetti

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La prueba incontestable de la propia existencia para Descartes era el hecho de poder pensar. El señor Marinetti quiere suministrarle al mundo otras pruebas de la existencia individual. Sabe que existe porque se agita. Movoe ergo sum. Y el señor Marinetti no existe como la mayor parte de los hombres. Ha suprimido de su fisiología la vida vegetativa y los movimientos reflejos. Existe con estrépito. Es siempre igual a sí mismo y con cierta obstinación bulliciosa y arrítmica. Los literatos anteriores a él le parecen inarticulados, sordos ápteros. Alas le han crecido al hombre sobre los omoplatos desde que Marinetti profirió en tono de orquesta angélica su manifiesto futurista. Con este horror a la novedad y hace cercenar las alas cuando empiezan a nacerle, amputación que llevaban a cabo la escuela y la universidad; o se cubre los muñoncitos que empiezan a brotar con la casaca y el gabán de las convenciones sociales.

Pero el señor Marinetti no se ha cortado las suyas, como que el futurismo nació justamente cuando la aviación hacía sus pinitos y no era tan mortífera como el “veri-beri” o la meningitis. No, el señor Marinetti, favorecido por el destino con un par de alas (algunos viéndole cernerse en los aires sobre San Pedro y sobre el Janículo dicen que tiene cuatro) está ufano en las horas luminosas de la canícula o el petrel al sentir que se acercan vientos huracanados. Es difícil reconocer al Leopardi de la Ginestra en el adolescente de los “errores populares”; cuesta empeño de analista sagaz probar que son uno mismo el Carducci que dijo:

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Son Chiesa e impero una ruina mesta

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y el que escribió la canción a la iglesia de Polenta y la oda a la reina Margarita. El italiano es voluble como los amores de d´Annunzio, emocional, afectivo, cambiante en primavera como la temperatura de Milán. Pero Marinetti es siempre igual a sí mismo y lo es con excesiva movilidad y donaire, como ímpetu irresistible, con saludable intransigencia, con un dinamismo verbal desconcertante. Pero el ser igual a sí mismo en todas ocasiones no le libra de contradecirse. Nada hay más humano que la contradicción y nadie ha facilitado la obra de literato y del filósofo como Renán, cuando dijo plácidamente que él se contradecía catorce veces en veinticuatro horas. Todas contadas, una vez por hora, ya que, dormido, cesaría de contradecirse.

El caso de Marinetti es más grave. En él la contradicción forma la base de su existencia. Fisiológicamente, el hombre (los grandes como Marinetti y el rebaño de los innumerables no futuristas), es una lucha de microbios; moralmente somos una batalla campal de varios “yoes” incompletos, de pasiones y anhelos contradictorios. Además de estas dos formas del contraste vital que forma la vida material y espiritual del individuo, Marinetti ha logrado añadir una contradicción a su prismática y entretenida existencia. El muelle primordial de toda su actividad es el músculo de acero en tensión máxima, la fuerza vital desencadenada y sin trabas. “Virtutis laus in actione consistit”. Esto no lo dijo Marinetti y por esto resulta claro que la mayor alabanza de la fortaleza está en la acción. Pues bien, el señor Marinetti en sus mejores composiciones poéticas, semejantes a lista de caballos vencedores, hace uso casi exclusivo de los sustantivos, intercala por rareza un adjetivo y hace subir el tono del discurso con adverbios flamígeros o interjecciones deslumbrantes. El verbo apenas se hace presente. Marinetti le considera inferior al desdén. El sustantivo le basta para espolear el corcel de la imaginación por los ámbitos del cielo poético. Pero el sustantivo es una cosa inerte, al paso que el verbo es la palabra que representa la vida, la agitación, el movimiento, toda la existencia. He aquí la contradicción fundamental entre su obra y sus preceptos. Hay un verbo esencial cuyas formas pueden suprimirse porque encierran toda la existencia y, en efecto, los hebreos, y en menor escala los romanos, solían suprimirlo en sus frases más usuales; pero suprimir los verbos todos es una imposibilidad, no sólo para nosotros, escribas a la manera antigua, sino también para Marinetti y sus adeptos. Uno de los más bellos sonetos futuristas, y acaso el mejor acomodado a la estética de la escuela, es el “Paisaje lunar”, de Govoni. Pero en esa orgía de luces, de sombras, de colores en que, eliminado el verbo, los sustantivos solos deslumbran y evocan las grietas, los cráteres, el horizonte rocalloso y la abrumadora soledad del satélite desierto, la vida está ausente y el verbo, por tanto, no hace falta. Palazzeschi ejercita la acción insinuante y corrosiva de la de d´Annunzio. De modo que, de estos dos futuristas, el uno, para ser fiel al precepto verbal, no pinta la vida, y el otro, pintando la vida al través de una tenue pantalla humorística, sacrifica el precepto con fortaleza y elegancia.

En esta bella contradicción está el enigma de la existencia marinettiana. Él no es más que una contradicción; su vida es un momento de equilibrio inestable entre la acción y la inercia; entre el pensamiento y la acción; entre el sustantivo y el verbo; entre Bizancio y la bolsa de cereales de Chicago. Así se explica su continua movilidad y su entusiasmo de infante.

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Indagaciones e imágenes. Bogotá. Universidad Externado de Colombia. 2010. Págs. 167-169.

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Jaime Mejía Duque

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Colcultura acaba de publicar un nuevo libro suyo: dentro de su trabajo ¿qué significa dicho texto? ¿A qué preocupaciones responde y, en un sentido más amplio, en qué forma cree usted que dicho libro se sitúa dentro del estado actual de la literatura colombiana?

Los trabajos ensayísticos que integran este volumen, y a los que resolví titular del modo más directo, Ensayos sobre Literatura Colombiana, en realidad completan un ciclo de mis investigaciones y teorizaciones de carácter histórico, crítico y autocrítico. Pese a la variedad de sus temas, es posible que el lector colombiano y latinoamericano en general perciba allí la unidad de un movimiento de interpretación y búsqueda que, a la postre, a todos nos compete. Desde luego, se tratará siempre de una visión relativa. Y, con toda certidumbre, literaria en último término, no obstante implicarse a lo largo y a lo hondo de todas esas páginas numerosos elementos de carácter filosófico, sociológico, etc. Ocurre que la literatura se comunica con la cultura de la época por mil conductos visibles e invisibles. En estos ensayos –de donde la imaginación nunca se ausenta- a menudo se verá esa aura cultural haciendo ambiguos los linderos entre lo conceptual, lo informativo y lo poético.

Este conjunto de trabajos responde a una necesidad de búsqueda, autocrítica históricamente motivada y fundada, en momentos de ofuscación cultural y –esto es lo mejor- de crisis de una situación de dependencia objetiva, digamos estructural, por la que venimos atravesando hace ya unos cuantos lustros. Por tal motivo, me complazco en pensarlo, quizá este libro pueda ser ubicado a la larga, es decir con la suficiente perspectiva, en el centro de una vasta inquietud esclarecedora y creativa compartida a nivel latinoamericano por los escritores y artistas (los intelectuales en sentido amplio) más lúcidos del hemisferio. No porque en mis textos se diga toda la verdad, lo cual es imposible, sino porque ellos se inscribirían en el contexto de una conciencia continental –política y literaria- que marca el punto de mutación de nuestra creatividad latinoamericana y su salto a la universalidad concreta. Punto crítico en donde se rompe la vieja buena conciencia del coloniaje y nos postulamos como seres deliberantes, responsables de una escritura digna de tal nombre. Tan sólo en esta perspectiva se dejará leer el libro, con sus aciertos y con sus desenfoques. Pertenece, por ello, a lo que en estos momentos atormenta al quehacer de la literatura en Colombia.

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Es ya un lugar común afirmar la inexistencia de crítica literaria en Colombia; paradójicamente, varios de los libros editados por Colcultura, ya sea en forma individual, o colectiva, parecen contradecir tal afirmación. Si existe una crítica literaria en Colombia, ¿qué papel desempeñaría, y cuál es su incidencia?

En efecto, creo que lo publicado por Colcultura, aunque fuese ahí lo único (que no es), desmiente ese lugar común, que, en realidad, se ha convertido en un “tic” auto-justificativo  de las mediocridades subliterarias colombianas viejas, menos viejas y jovencísimas. Ellos quieren, naturalmente, que se les considere auténticos escritores, poetas, dramaturgos, etc. Pero si los lectores y espectadores con alguna experiencia cultural disienten de aquella opinión egolátrica, entonces se trata de “creadores incomprendidos”. Y si algunos de tales lectores escriben una prosa legible para expresar al gran público sus reservas, sencillamente estará ocurriendo que “aquí no hay crítica”. Yo pienso que vamos teniendo una crítica y ésta misma evolucionar hacia mejores niveles en canto a sus calidades formales –literarias- y conceptuales. Y en la medida en que los escritores colombianos superen el estúpido prejuicio que separa la imaginación de la reflexión y la literatura del resto de la cultura, en esa medida crecerá también nuestra crítica. No hay que desesperar. Cada cosa a su hora. Y la hora también es algo que madura.

¿Qué papel desempeña esa crítica y cuál es la incidencia? Un enorme papel sociocultural y una gran incidencia en todo el proceso de maduración de la literatura en el país. No es sino observar, por ejemplo, lo que ha venido sucediendo entre los estudiantes colombianos respecto de su actitud ante la literatura desde la década de 1960-70. Ha surgido, de esa masa estudiantil, un tipo de lector más exigente, que se informa, que piensa cada día más críticamente, en el mejor sentido de la palabra. Ya no le basta, en el terreno del mismo comentario literario, la escritura de un Sanín Cano o de un Hernando Téllez. Busca más concepto, más rigor. Me refiero a este fenómeno –y hay otros- sólo a manera de ejemplo. La verdad es que toda esta crítica es ascenso, que comprende una teorización cada vez más abarcadora del “hecho literario”, cada vez más dialéctica si se quiere, está transformando las propias estructuras del llamado “gusto” literario, de la sensibilidad de los lectores y, por este camino, preparando escritores que se exigirán mucho más, que ya no se contentarán con tan poco.

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Se ha dicho en diversas ocasiones, que una de las características fundamentales de la literatura colombiana es su excesivo tradicionalismo, su apego a formas quizás esclerosadas o anacrónicas, como un reflejo, quizás, de las condiciones por que atraviesa el país. ¿Está usted de acuerdo con dicha afirmación, o cree, por el contrario, que también ha existido una tradición de la ruptura?

La afirmación sobre el tradicionalismo de la literatura colombiana, que yo también la he formulado en ocasiones, debe ser tomada en sentido muy general y reubicarla hoy, sin duda, en un contexto de ruptura. Es decir, ya esta constatación –el tradicionalismo- es más reducida. Lo grave ha sido, en el caso colombiano, que el denominado tradicionalismo se daba respecto de una pobre, deformada y deformante tradición, cuyo nombre propio es un nombre compuesto: escolástica-gramaticalismo. Nuestros literatos vivían cautivos de formas vacías. Ahora, por la apertura al panorama latinoamericano, panorama de crisis y de búsqueda de la universalidad, ese tipo de tradicionalismo nacional se ha quebrado. Hay cierta ofuscación y muchas vacilaciones ante diversas opciones posibles en la novela, la poesía, el teatro y hasta el ensayo. Pero esto expresa otra dinámica.

Y en cuanto a la paradojalmente nombrada aquí “tradición de la ruptura”, sí que la ha habido. Es bueno anotar esto, ya que la comprobación de esas rupturas (muy espaciadas en nuestra historia literaria, pero no por ello menos evidentes) nos permite al fin confiar en que la vida, lo vivo, se abre paso de cualquier modo y notifica su presencia. Veamos casos concretos: Isaacs, con su novela, en aquel momento de cuadritos de costumbristas estáticos como cromos antiguos; Carrasquilla, cuando debuta con Frutos de mi tierra (1896); Silva, con sus Nocturnos y sus Gotas amargas; Valencia, con Ritos, en 1899; Luis Carlos López y Barba-Jacob, indudablemente, y luego León de Greiff y alguien más entre Los Nuevos; Rivera, con La Vorágine, etc. Hasta llegar a García Márquez y al nuevo teatro que arranca alrededor de 1958… Todos esos casos constituyen rupturas, hacen chirriar un poco cada vez aquella coraza superestructural de nuestras letras. Finalmente, ahora mismo, lo que predomina es la ruptura a todos los niveles. Se trata de profundizar en su sentido y, a partir de ella, comprender esta historia vivida. Con el mero enfoque impresionista y el tremendismo demagógico no se llega a ningún lado, sino que se trilla en redondo y hasta se crea otras ilusiones no menos frustráneas que las anteriores.

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La literatura colombiana contemporánea, con la excepción notoria y justificada de Gabriel García Márquez, carece de una resonancia internacional apreciable. ¿A qué atribuye dicha circunstancia o, en caso contrario, cuáles son, en su opinión, los autores que han trascendido dicho estado de cosas?

Bueno, ya se irá alcanzando aquella  “resonancia”. El asunto de fondo es que apenas hoy, en términos generales de oportunidad histórica, nos vamos situando en condiciones de generalizar representaciones y en conceptos nuestras experiencias individuales y sociales. De comunicarlas a verdadero nivel literario. En narrativa sobre todo, gradualmente nos vamos integrando en la compleja unidad latinoamericana. A la poesía que desde Silva ha producido aquí auténticas obras, sólo le falta más divulgación en el exterior.

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Las circunstancias en las cuales se realiza el trabajo intelectual colombiano no son precisamente las ideales, para el tipo de tareas. ¿Cree usted, que desde la aparición de su primer libro –por favor indicar cuál, y en qué fecha- dicho estado de cosas continua o ha cambiado?

No hay duda de que desde 1969, año en el cual pude publicar –sin tener que costear yo mismo la edición- mi primer libro, Literatura y realidad (volumen primero), aquella situación tremendamente desventajosa para el trabajo literario en Colombia s ha modificado. Ahora es menos difícil (todavía no es fácil) encontrar editor para un libreo literario de cualquier género. Y los sistemas de distribución del libro nacional dentro y fuera del país también ha mejorado, es decir, existen ya con algún grado de eficacia, pues hace diez años apenas si existían.

Lo sucedido en el continente y fuera de él en términos generales respecto de la literatura latinoamericana, suceso en el que el gran fenómeno cultural y político de Cuba tanto ha contado, repercutió y sigue repercutiendo en Colombia. Nuestro propio público mira más hacia el país y hacia América Latina. Se ha venido educando en este sentido. El libro colombiano y latinoamericano se vende mucho más ahora entre nosotros. Y esto decide a los editores –provincianos como los intelectuales mismos en nuestro medio, hasta hace poco tiempo todavía- a imprimir obras de autores nacionales. A tal circunstancia se suma la actividad difusora de Colcultura en los últimos años y muy especialmente durante la administración de Gloria Zea de Uribe.

Se ha puesto en marcha una nueva mentalidad en ese sentido. El mercado para nuestra producción literaria se amplía. Del resto de América, incluyendo a los Estados Unidos, se interesan por nosotros. Y también, claro está, los europeos nos investigan, nos traducen. En dicho vasto proceso de intercambio acaba comprometiéndose el editor colombiano. El lector y el escritor son afectados por la misma tendencia. Así que, haciendo el balance de tales circunstancias, hay que concluir reconociendo un cambio que tiende a profundizarse y a diversificarse.

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Es palpable que el papel del escritor, dentro de la sociedad colombiana, se ha modificado. ¿Cuáles serían las características más notorias de dicho cambio, y cuáles sus tareas en el momento actual?

Sí, el papel del escritor nacional en Colombia, se ha modificado. Fuera de las circunstancias anotadas en la respuesta a la pregunta anterior, hay que subraya un hecho o una característica de gran significación desde el punto de vista de la madurez de la literatura en nuestro medio. Se trata del nuevo tipo de exigencia en lo personal y en lo político que hoy los lectores colombianos le plantean al escritor. En suma, para el lector, el escritor se ha vuelto aquí plenamente responsable.

Ya no hay trucos posibles. Ni la erudición, ni el “estilo”, ni la prestancia económica o social sirven ya para inspirar respeto. Se vale por el sentido histórico-literario de lo que se escribe. ¿No es esto suficiente para formar verdaderos escritores?

De esa perspectiva surge la tarea única, esencial, totalitaria del escritor colombiano de estos tiempos: hacer literatura sin colocarse por encima de las necesidades del cambio a escala histórica. Lo cual implica, no forzosamente el activismo político –al que quisieran reducirlo todo ciertos atolondrados sin imaginación-, sino la lealtad a las exigencias más hondas de una cultura crítica a partir de la cual se comunique universalmente nuestra experiencia humana más propia. La forma, como dijera Sartre alguna vez, se dará por añadidura.

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Para una antología ideal de la poesía colombiana que abarcara exclusivamente los primeros 70 años de este siglo, ¿podría usted decirnos qué nombres, a su parecer imprescindibles, podrían representar a cabalidad dicho período?

Por motivos de seguridad personal y apego a la vida me abstengo de responder a tan insidiosa pregunta.

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Gaceta. Bogotá. Instituto Colombiano de Cultura. Nro 22 / 23. 1978. Págs. 30-31.

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Por: Ernesto Sábato (1911-2011)

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Jorge Luis Borges

Ernesto Sábato

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El arte –como el sueño- es casi siempre un acto antagónico de la vida diurna. Este mundo cruel que nos rodea lo fascina a Borges, al mismo tiempo que lo atemoriza. Y se aleja hacia su torre de marfil en virtud de la misma potencia que lo fascina. El mundo platónico es un hermoso refugio: es invulnerable, y él se siente desamparado; es limpio, y él detesta la sucia realidad; es ajeno a los sentimientos, y él rehúye la efusión sentimental; es eterno, y a él lo aflige la fugacidad del tiempo. Por temor, por repugnancia, por pudicia y por melancolía, se hace platónico.

Encerrado en su torre, pues, elabora sus juegos. Pero el remoto rumor de la realidad lo alcanza: rumor que se cuela por las ventanas y que sube desde lo más profundo de su propio ser. Al fin de cuentas él no es una figura ideal del museo de Meinong sino hombre de carne y hueso que vive en este mundo, cualesquiera sean los recursos a que eche mano para desvincularse. Al mundo no sólo lo tiene fuera, en la calle: lo tiene dentro, en su propio corazón. ¿Y cómo aislarse del propio corazón?

Y así, en sus abstractos ensayos y cuentos, ese sordo murmullo se cuela, se oye, se colorea con frases y equívocas palabras que no debieran aparecer: como si en la palabra hipotenusa de Pitágoras apareciese a su lado (calificándola) una palabra tan ajena al orbe matemático como “absurda” o “perniciosa”. Palabras, epítetos y adverbios que, efectivamente, aparecen en esos relatos que querrían ser puro pero que no lo logran. Y el hombre que quiso ser desterrado reaparece siquiera sea tenuamente, siquiera sea fugaz y equívocamente, con sus pasiones y sentimientos. Y hasta la ciudad X cualquiera donde Red Scharlach comete sus crímenes empieza a recordarnos a Buenos Aires.

Y el Borges oculto, el Borges que tiene pasiones y mezquindades como todos nosotros, lo vemos o lo adivinamos detrás de sus abstracciones: contradictorio y culpable. Así, este autor que dice que en la filosofía sólo busca sus encantadoras posibilidades literarias, y que en efecto, las aprovecha para sus relatos, en otras partes reconoce que “la historia de la filosofía no es un vano juego de distracciones ni de juegos verbales”. El autor que pone el ingenio como el más alto atributo de la literatura y que hace de un argumento ingenioso la base (y hasta la esencia) de muchos de sus cuentos ejemplares, nos dice en otra parte, con razón, que “si lo fueran todo los argumentos, no existiría El Quijote o Shaw valdría menos que O´Neill”. El autor que admira a Lugones y lo considera nuestro más grande escritor, por su genio fundamentalmente verbal, y que proclama a Quevedo como el más grande de las letras españolas, nos dice en otra parte (y con razón) que la literatura como juego formal es inferior a la literatura de hombres como Cervantes o Dante, que jamás ejercieron de semejante manera.

Es que el juego posterga pero no aniquila sus angustias, sus nostalgias, sus tristezas más hondas, sus resentimientos más humanos. Es que las encantadoras supercherías teológicas y la magia puramente verbal no lo satisfacen en definitiva. Y sus más entrañables angustias y pasiones reaparecen entonces en algún poema o en algún fragmento de prosa en que de verdad se manifiesten esos sentimientos demasiado humanos (como en la Historia de los ecos de su nombre), así como en la admiración que demuestra hacia artistas que no son de ninguna manera el paradigma de su estética ni de su ética literaria: Whitman, Mark Twain, Goethe, Dante, Cervantes, León Bloy y hasta Pascal.

(…)

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El escritor y sus fantasmas. Madrid. Seix Barral. 1963. Pág. 74-76.

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Por: Alfred Jarry (1873-1907)

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Alfred Jarry

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MARTES DE CARNAVAL

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Nos hubiera decepcionado mucho que no nevara este martes de carnaval, pues nos habría privado de la sencilla satisfacción de clasificarla entre los confetis. Después de largas horas de vela, nuestra espera no se ha visto defraudada: ha caído la nieve y hemos podido constatar que el Padre Eterno se ha ajustado rigurosamente a las ordenanzas policiales que prohíben los confetis multicolores. Aunque El tenga el monopolio higiénico de los confetis fusibles, y, en consecuencia, imposible de ser de nuevo utilizados, su nieve no ha sido roja y azul, ni roja, azul y amarilla, ni roja, azul y blanca, sino blanca, solamente blanca, de un blanco de nieve –como de costumbre.

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LA MUJER ESCLAVA

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Tal es el título de un folleto que se ha distribuido, ciento sesenta mil ejemplares, para la salvaguardia de “la esposa aterrorizada por el régimen de rapto y de violencia situado en honor de nuestros antepasados simiescos”. Es probable, por el contrario, que la mujer –aunque su pudor la obligue a mentir- deplore amargamente que el hombre se halle tan desposeído de las ancestrales cualidades del mono. “Porque nadie es más fecundo en asaltos que el mono”, ha dicho nuestro Mardrus. Y si os tomáis la molestia de considerar la jaula de los mandriles en el Jardín de las Plantas, estaréis de acuerdo en que hay que remontarse hasta nuestros abuelos cuadrumanos para encontrar de nuevo, puras, las sanas tradiciones de la verdadera galantería francesa.

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ACCIDENTES DE FERROCARRIL

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Por un curioso instinto atávico, las multitudes sienten, todavía hoy, una inexplicable necesidad de meterse dentro de las cosas cerradas y de rudo aspecto,  de la misma manera que el hombre prehistórico se encerraba en las cavernas. La afluencia de los viajeros a los vagones del ferrocarril es, en esta tendencia, el vestigio más fácil de estudiar. Desgraciadamente, esos extraños impulsivos son a menudo víctimas de su retorno a la barbarie –la edad de hiero no es un progreso tan grande sobre la edad de piedra-, y, en el choque de esta quincena, un gran número de especímenes de esta clase de trogloditas se ha extinguido. La civilización ambiente está demasiado adelantada como para dejar que se desarrollen en lo sucesivo muchos de esos locos o de esos desesperados. ¿Pues no es quizás un loco o un desesperado el que se deja encerrar por las buenas en esas jaulas rodantes, a merced de alguien que no tiene otra idea que arrastrarlos no se sabe dónde, a toda velocidad, sobre vías complicadas adrede, de tal manera que se entrecruzan en el mayor número de puntos posibles?

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Antología. Madrid. Visor. 1981. Págs. 172-177.

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Por: César Dávila Andrade (1919-1967)

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César Dávila Andrade

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MEDITACIÓN EN EL DÍA DEL EXILIO

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Sólo el Infierno puede hacer verdaderos mártires,

porque la salvación es el peor de los descaros

en nuestra Época;

porque dura precisamente

el tiempo que se necesita

para preparar un nuevo Universo de Condenados.

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Sí: el Infierno es un lugar quebrado hasta lo infinito.

Perro y caballo se alimentan siempre

del camino más corto entre dos puntos.

Busca Tú la Poesía.

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Y, ¿recuerdas? –Nadie podía salir

del paisaje natural sin perder

todo su vello

como el oso arrancado al útero de la osa.

Empaisajados, dormimos cien años consecutivos

en el pueblo caliente de la mata de arena.

 .

¡Y tú, Poesía sola, hecha de mente, de ladrillo y de persona!

Permaneces pura

hasta cuando te inclinas

sobre el plato de azafrán de las posadas.

Como ese grillo insalvable,

cantas con todo lo que te ha sido dado

en una sola noche de amor

y estallas al amanecer, con la ultima cuerda

del viento en la boca.

Y Tú, distinguiendo siempre:

Agua, Tierra, Fuego, Éter.

 .

Hasta que ese día de Corpus Christi, miré

la batea de sangre a los pis del cadáver (el cadáver en posición fetal). Sí: el cuerpo se  mantiene

sin nacer jamás, y soles nos dirigen,

pero las auroras están a ambos lados

y el Hombre, bocabajo, sobre la estera o petate,

entre cuatro velas:

 .

Fuego,

Éter,

Agua,

Tierra.

 .

Y las estrellas muriendo de púas como abejas. ¡Esa bala!

No era mortaja ni toalla sino país de heno puro florido.

El éter duerme en los baños, en los astilleros,

en los calvarios;

el Fuego, lanzado al voleo cae en la tierra,

color de uña y rosario de los muertos.

¡Y tú, exilado!

¡Mano de Cristo en el cortocircuito de la araña!

.

TAREA POÉTICA

.

Dura como la vida la tarea poética,

y la vida inclinada desesperadamente

inclinada, para poder oír

en el gran cántaro vegetativo

una partícula de mármol, por lo menos,

cantando sola como si brillara

pinchándose en el cielo más oscuro.

 .

Atravesábamos calles repletas de sal

hasta los aleros, y la barba

se nos caía como si sólo hubiera estado

escrita a lápiz.

Pero la Poesía, como una bellota aún cálida,

Respiraba dentro de la aja de un arpa.

 .

Sin embargo, en ciertos días de miseria,

un arco de violín era capaz de matar una cabra

sobre el reborde mismo de un planeta o una torre.

Todo era cruel,

y la Poesía, el dolor más antiguo,

el que buscaba dioses en las piedras.

Otro fue

aquel terrible vasomotor

por entre las costillas de San Sebastián.

Nadie podrá mirarte como entonces

sin recibir

un flechazo en los ojos.

 .

CENTINELA

.

Sin un solo suceso, la Noche

hace el vaciado de su calavera, y

desprovistos de sus armas y sus responsabilidades,

se acuestan sobre las alas plegadas

como en una nueva cuna. Pero los terribles

salvadores de la carne del mundo

empuñan fuego y retroceden milenios

para ordenar osarios y matanzas,

de acuerdo con la temperatura y las veleidades

de estroncio venidero… Ellos beben

nuestro sueño,

putrefacción de luna y diurnas contiendas.

Y sólo aquel uno,

poeta con sortijas de muladar labrado en roca,

escuchando el millón de grillos

que revienta de un solo amor,

sólo él

dispone de los más hermosos días

durante el tiempo de la Noche Antigua.

 .

LUGARES SALVAJES

.

Y descendí a lugares enriquecidos

por trémulas conquistas,

por el cobarde pillaje de los ojos,

por las larvas de la concupiscencia

y de la idolatría.

Y encontré que estaban vacíos.

 .

Ningún pacto obligaba a la atmósfera

a permanecer sobre aquel pálido suelo.

Ya no estaban nunca más:

ni mi pelo de limo de la tierra,

ni mis uñas atornilladas en lobo.

 .

A través de punzantes injertos, oíanse

los pruritos del campo magnético

en el rostro del Santo de los Santos, y a veces,

la facultad sonora de los pueblos

disgregándose en tristes herramientas.

 .

La Sala de Espera hacía el tremendo

cambio de persona por futuro, y

cada universo

sorbía nuestros egos con una paja de clavel.

¡Pálido suelo de miseria y alcanfor!

 .

Oh, Cosas,

oh Empírico Monarca,

solo la infinita disolución

vuelve en billones a cumplirse,

más ya sin criaturas.

El polvo y sus agujeros físicos

trafican con la Resurrección.

 .

ABUNDANCIA ES LA MUERTE DEL CABALLO

.

El disco del Gran Día Pulido, y

su parte más alta en la frente del caballo.

Por agua hemos peleado, por agua

hinchada de monedas curvas. Y el bruto,

abierto el vientre, como un jardín

que rebasa la muralla, bebía

el estandarte como agua. Los gallos

cantaron electrones en desorden

y aquel sol duramente convicto de duraznos.

Claridad de cadáver sin vihuela

ni agua. Y aquellas herrerías por la redonda trompa

soplaron la metáfora en sus cascos.

Como un gabán de palo arrastró el carro.

Truenos marcados en damasco.

Graderías cosechadas a martillo.

Y no pudo rascarse los rubíes

con tantísimos caminos sobre el lomo.

Su motor verde

en lo profundo de la analogía

pidió agua

con la sonda

que llegó el día Viernes por la tarde

a la parte más alta de la Cruz.

 .

ESFEROIDAL

.

Antes de llegar a ser y antes de llegar

a hogar alguno,

su alma, con un dedo sobre los labios,

y todo él en blanco,

como la noción del invierno

que desborda las capas de nieve.

Su larga espera de un puente sin río, y

tan de sí mismo que,

de serle posible, naciera sin cuerpo,

de la unión solitaria de dos faltas.

Así,

él o yo, da lo mismo que Tú,

y todos escuchamos ese lirio mecánico

que respira debajo del navío.

Después de un banquete tan agudo,

todos los mármoles ruedan desenredándose,

y un millón de nosotros,

fumando juntos en el gran inconsciente subterráneo.

Porque absorbidos en la flor compuesta,

te comemos un poco, dios mío, y otro poco

te exhalamos hacia las Hecatombes.

 .

ESPONGIARIO

.

La forma esponjada de la lluvia

en los corrales y en los acueductos,

después de que pasan con su carga de azafrán los caballos,

ha estado creciendo sin fin

en las pacas de lana, concretas y mudas,

en las pacas de lana

auguradas en setiembre por los discos sacerdotales.

 .

La forma esponjada de las escolopendras

y las orugas alimentadas con hojas de saúco

se arrollan sin rumor en la carretera de plumas

de las tumbas.

 .

La forma esponjada de las muchedumbres estelares

-astros y orugas de astros, estrellas novas-

ha estado creciendo sin fin ni tiempo

en las cubas de vinos enterradas

hace millones de veranos fúlgidos,

e hincha ahora los focos de espermas cerebrales

de las hecatombes.

 .

EL VELO

.

A través de la lejanía de los siglos y del sol,

a través de los barcos de café custodiados por papagayos

y de las palmeras muertas de flanco sobre el semen de las costas,

y a través del sol en lejanía de siglos acumulados

por los pueblos desaparecidos después de sus cánticos.

 .

A través de los imperios, de los hechizos, de los archipiélagos,

de los túmulos, de las pirámides, de las hecatombes

de los mástiles, de los istmos,

de las venas de magma enloquecido.

Oh Señor.

 .

A través de los soles remotos con radios de cicatrices

y de los soles cubiertos de tumbas de arena repetida.

Y a través de los huesos dorados de las civilizaciones,

y a través de los haces de plumas de los ceremoniales

y de los varillajes de los grimorios.

 .

A través de las llaves secretas de los coitos y de los crímenes.

 .

A través de todo,

Tu Rostro, apenas, en vano,

como nada y como mucho,

como confín de todo y nada,

Tu Rostro

en la picadura radiante del Velo.

Oh Señor.

 .

TIERRA PURA

.

Todo lo que pudo ser premio, duración

del premio como consistencia, y castigo

como recuerdo,

ya pasó -¡hijo mío!-. Ahora tú recibes

el espejo de señales de otras manos. Son médicos

que curan por potencias extrañas,

azogadas de terror para repetirte como nada,

pues quedas afuera.

 .

Temblor del recuerdo mientras agonizas

de cielo en cielo,

cayendo en el ascenso, porque tu dios

te alza para oírte sonar en cáscara y mortaja

y formas en deshielo.

 .

La forma que fue tu patrimonio terrestre

sucedió sola en continuo aprendizaje

de tambores

sobre el sur del mundo,

allá donde tropeles se extenúan

en conquistas polvorosas.

 .

Pareciera que duermes al despertar de ti

ante los olfatos de las bestias mayores

inclinadas sobre tu sepulcro,

que quieren izarte hacia su banquete,

pero sólo sonríen, untándose el hocico

en el gran candelabro de arcilla.

 .

Y caes nuevamente en la tierra pura, desnudo,

grano pelado,

premio de varas que llovieron

sobre tus huesos, para escogerlos

sobre el palmo creciente del estío.

 .

Te detiene la tierra contra el fuego.

Esta es

tu repetición de cuerpo y cuerpo para las siembras

-como en una ondulada música de óvalos-.

 .

Penetra y recomienza,

como la planta de maíz que se enarbola

a sí misma

sobre la limpidez de un solo grano,

aquel que fue pensado para tallo

por la mente enterrada en cada foso.

 .

COMPOSICIÓN

.

¡Además estaban los Adversos! Y entre los grupos

peludos del invierno, el pálido aguardiente salvaje

de los Andes. Períodos de profunda electricidad entre

las catacumbas. Súbitas divisiones de los sargazos

al caminar por la calle. Éxtasis de la grasa del carnero.

Legiones de girasoles sobre la piel del lobo

como un as de oros que necesita peinarse

para entrar en el salón. Largos bocados físicos

de palmas del Domingo, “¡Hosanna, hosanna!”

Océanos cortados a pico ante los botones

del hombre que nos da el pasaporte.

Y el paraguas del Calvario agujereado

hacia abajo para escondernos.

Salíamos de los más puros dibujos rupestres

y echábamos a correr desesperados

hacia la civilización y la muerte.

¡Los médiums, los médiums!

Y el ilíaco del perro, sentado dulcemente

entre los bulbos del lirio salvaje.

.

Materia Real. Caracas. Monte Ávila Editores. 1970. Págs. 147-167.

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Por: Juan Sánchez Peláez (1922-2003)

.

Juan Sánchez Peláez

.

Hay en la poesía de César Dávila Andrade una angustiada y, en ocasiones, bastante viva protesta contra lo que se designa comúnmente como realidad. Su aspiración fue la del mundo vertical, mundo al que se opone el “ego atado a cada cosa”, “la piltrafa o res automática”. En los últimos poemas de manera especial, acentúa la lógica interna, el valor de ciertos símbolos, y tiende a hacerse más directo y comunicativo. La revista Zona Franca, en un número homenaje a César Dávila Andrade, ha dado a conocer algunos de ellos. Tienen por título El Gran Todo en el Polvo. Ahí dice:

.

Ha reventado el albedrío y desangras

Es tu persona de sílice contra la de pómez

Persona tú, y sobre ti la Persona Infinita

que te ama, pisándote las huelas.

Persona, no te olvides

sal de ti ahora mismo.

.

Gravita sobre la lucidez de esta poesía, y en su propio centro solar, el requiebro y el adulo de la noche primordial americana. Muy explícitas aparecen en este sentido, Catedral Salvaje y La Corteza Embrujada. Hay, además, en ambos cantos una idea nada secreta: la del poema largo, trabajado con paciencia de orfebre, y que alza por sí solo su orden fabuloso contra lo cotidiano. Será constante en César Dávila Andrade la disolución del puro elemento lírico o literario en procura de una mayor densidad conceptual, ya que también cerca de la palabra puede atisbar la vana disertación, “la diminuta flecha envenenada”.

Tuvo César Dávila Andrade, por vía terrestre y espiritual, el enigma de las dos patrias. Me pregunto a veces si aquella inmersión suya a fondo en las filosofías orientales no agudizaba aún más su conciencia del destierro; si la literatura para este espíritu hondamente místico no ha debido antojársele actividad estéril o engañosa. En cualquier caso, iba a conjurar sus prestigios con sucesos concretos, con una materia real. Nótese en la obra de César Dávila Andrade el significado de vocablos tales como hormiga, albañil, sastre, arquitectura, pirámide, escultura. La obra –la gran obra- ha de ser incluso poema épico, pero ante todo, hechura, jerarquía, composición. Quizás en estas búsquedas y proposiciones no se halla ausente el escritor de relatos, ni el hombre imbuido de preocupaciones religiosas, ni la memoria de las cumbres o de la cordillera andina. Porque en él se trataba siempre de escalar la altura y construir el andamiaje entre tanto, entre las inevitables alzas y caídas (“El pez sólo puede salvarse en el relámpago”).

No había en César condición luciferina; no quiso ser un “maldito”. Pienso, no obstante, que a veces acechaba a la muerte con una mirada alegre. Pienso que para aceptar este sentimiento de la muerte dentro de nosotros debemos haber convivido con ella inmensas horas, terribles y hasta afectuosas pruebas. Me gustaría decir ahora con qué obstinado rigor rehusaba el ensimismamiento, el desvarío, la contemplación gratuita. No deseaba para sí –de otro lado- la baja estima en que se tiene al soñador. Las gentes que pueblan su universo están ocupadas, en movimiento incesante, ejerciendo oficios infinitos.

 .

Para no perdernos hay que “embrujar el poema”

de modo que todas las palabras

girando de la circunstancia al centro

por el soplo del mar entre las columnas

se conviertan en la

Palabra.

 .

Frente a la existencia diaria, César era lleno de afabilidad y, sin embargo, algo distante: reservaba a la escritura la mayor suma posible de confidencias. Este hombre, que rechazó, o a quien rechazó, el menester burocrático, escribía con horarios fijos, regulares, con puntualidad y sistemáticamente.

Veo de nuevo este rostro tenso, infinitamente sensible, apto para el calor humano, para la bondad, para toda luz. Repito en el ademán una frase de su libro Conexiones de Tierra “Tú sabes lo que es nadar todo el destino a pie”.

Él nos ha dicho:

.

Hoy antes de entregar la Gran Obra

que me toca concluir desesperadamente.

 .

Alcanzó a hacerse el último nudo. Así lo había puesto. Y violentar los límites.

 .

… Mientas ellos disparan, rugen, mienten,

afanan, sudan, luchan, matan…

… Manos ya sólo en venas, sustituyen el tacto de ultramundo.

 .

César Dávila Andrade, dio mucho y recibió mucho a través del silencio. Es tiempo de recoger su limpio mensaje, de escucharlo atentamente y de amarlo.

.

Revista Nacional de Cultura. Año XXXIx, Nro 180, Caracas, abril-mayo-junio, 1967.

Selección de textos: Pierre de Place, Juan Sánchez Peláez y Néstor Leal.

Materia Real. César Dávila Andrade. Caracas. Monte Ávila Editores. 1970. Págs. 193-196.

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Darío Lemos

Desde hace cuatro meses tiene prisa por morirse. Sentado sobre una silla de ruedas, con su cuerpo de aguja y su rostro de Cristo en agonía, el poeta maldito de los nadaístas parece una hoja seca a merced del viento. Ya no duerme en las aceras ni bebe alcohol en los parques de la ciudad. Vive en un refugio para pobres, en donde él quiere morirse de vida y no de muerte. Ahora la gangrena no solo le carcome sus piernas, sino su ánima. Darío Lemos, que ha pasado más de la mitad de sus 43 años en cárceles y sanatorios, mide todavía 1.76 en verano y 1.78 den invierno. Y sufre. No por el dolor, que le es familiar, sino por la reciente publicación de su libro Sinfonías para máquina de escribir.

¿Por qué rompió el libro que le envió Jotamario?

Mi libro es demasiado puro, demasiado bello; pero el prólogo es sucio. Además, creo que hubo mucha inmoralidad de parte de Colcultura. Ese libro no le dejaban salir dizque porque era dañino. Claro que eso es verdad y yo no tengo la culpa… Entonces el galanismo, no, perdón, Moisés Melo dijo que era dañino para los jóvenes.

¿Por qué es sucio el prólogo?

No sólo el prólogo, sino todo el proceso de edición. Yo no firmé ningún documento. Por lo menos han debido pedirme permiso para publicarlo. Yo no quería publicarlo.

¿Por qué no quería?

Yo dije alguna vez que los poemas cuando se publican son como hijos que se van. Y uno se queda muy solo sin sus poemitas.

La voz del poeta suena gangosa. Sus manos, delgadas como hilos, se agitan como las de un ahogado que busca su tabla de salvación. En la sala del refugio una imagen de María Auxiliadora nos observa. Al fondo, detrás del poeta, a San Juan Bosco se le ilumina la cabeza con un halo de mansedumbre. Y Lemos agrega:

«Es que los nadaístas quieren tener de todas maneras un poeta maldito, quieren tener un Jean Genet. Pero, en realidad, yo puedo enseñarle a Jotamario que sea santo profanador que, sin embargo, logró salvarse.»  Era Daríolemos.

Se dice que usted pisoteó una hostia en el atrio de la Metropolitana.

En realidad, es no fue cierto. Yo saqué una hostia y se la envíe a una amiga a Nueva Orleans. Eso fue algo de tipo social… pero no hablamos de eso.

Pero en una ocasión Jotamario le preguntó que sí con la pierna que ahora tiene gangrenada usted había pisado la hostia. Y usted contestó que las hostias no eran tan infecciosas. ¿Es verdad?

Sí, claro. Porque lo único que puede salvar al hombre es el sentido del humor, o del limón.

¿Cómo fue lo de la pierna?

El cigarrillo, maestro. Me amputaron unos dedos, y los médicos decían, hace unos diez meses, que debían amputarme la pierna derecha a ver si me salvaban la otra. No me iban a salvar el alma sino el cuerpo. Ellos son felices con la segueta. Los médicos son muy terroristas.

El poeta muestra una sonrisa triste y desdentada. Habla sobre unas cartas que está escribiendo a Gabo y a Simón González, el intendente de San Andrés, a quién él llama Simón el Bobito. “También estoy escribiéndome cartas a mí mismo. Y mi autobiografía precoz de Rimbaud. Yo tengo una versión de los hombres”.

Y a propósito de Rimbaud usted dice que superior a él.

No. Rimbaud y yo somos amiguitos. Simplemente que él todavía es terrenal. Entre él y yo hay una complicidad: la gangrena. Hace quince años yo ya estaba sentado en mi silla de ruedas. Y hace tres que tengo la gangrena. Fue una premonición. El poeta es un vidente.

¿Pero de pronto usted no quiso morirse a los 37 años como Rimbaud?

Yo no tenía deseos de morirme sino hasta hace cuatro meses.

¿Y por qué?

Porque hace cuatro meses escribí el poema de mi vida. Y después de ese poema, ya para qué vivir. Lo logré. Es el gran canto a la alegría. Va a ser traducido al portugués. Al inglés no quiero porque lo único bueno que tienen los gringos es la Coca-Cola.

Recite algo de ese poema.

No, porque a mí me duele mucho cuando hablo de ese poema. Fue verdaderamente parido, no decorado. Me senté. No tenía secretaria. E incluso no lo escribí yo; alguien me lo dictó. Y quedé muy enfermo después de ese poema. Tiene sólo seis frases. Lo logré. Es muy difícil. Desde los 16 años, cuando fundé el nadaísmo, estaba buscando ese poema. Y lo logré y me enfermé mucho.

¿Y no hay manera de asomarnos a ese poema?

A mí me da miedo ese poema. Y le aconsejo que nunca lo lea. Son apenas unas frases y es más grande que toda la obra de Marx y Freud juntos. Lo logré.

Y Darío Lemos habla entonces de sus recitales y sus borracheras, y dice que la poesía es una mentira, pero que él no decora: escribe. Y alguien le dicta, por eso –dice- él no es culpable de sus poemas..¿Quién le dicta?

No sé. Antes llamaban a eso inspiración y de muchas otras maneras.

Y vuelve a hablar sobre su obra, la misma que dejado por ahí, al azar, en papelitos regados, porque después de parir un poema para qué la publicidad. Eso es algo vano, por eso siempre que escribe rompe..¿Y la Sinfonía?

Esa la escribí hace más de quince años, y se perdió muchas veces. Alguna vez la lancé al mar durante un viaje de Cartagena a Tierrabomba, y el bobo de Simón González la cogió. Después se volvió a perder muchas veces. De todas maneras, lamento mucho que se haya publicado…

De pronto, el poeta advierte que llevo su libro. Y dice: “Ese es mi libro… Bueno, no es mío. Muéstrelo”. Si, pero no lo vaya a romper, como hizo  con el que le mandaron. “Y quien romperá los otros dos mil”, contesta con voz fatigada, pero en tono de triunfo.

Y luego, con la misma voz de agonía, habla de Gonzalo Arango, y recuerda a su hijo Boris y a su ex esposa Puma, y habla de las pastillas para el corazón que le han formulado los médicos, y de las fracturas y de su poema genial.

¿Cuándo se conocerá ese poema?

Se lo envié a Chico Buarque al Brasil. Quiero que él lo tenga y se encargue de él.

¿Usted se considera el mejor de los nadaístas?

Piensa un rato la respuesta. Se lleva las manos al rostro de facciones dolorosas y busca aire.

Me llaman el poeta maldito. El Genet. Dicen que soy el único auténtico. Pero sí me considero el más puro de ellos, sobre todo porque evité la fama y el dinero. Yo vine a la Tierra a hacer camino y no carrera. El camino duele. Si se hace carrera se consigue el renault, el apartamentico. Pero yo, como Jesucristo y Chaplin, vine a hacer camino…

¿Por qué lleva usted un cuaderno en la mano?

Es un tic nervioso. Tengo que mantenerme armado para escribir y botar.

Entonces debía tener a alguien detrás que fuera recogiendo.

Sí, pero que no sea el bobo de Simón González.

Pero Simón tiene un prestigio bien ganado en el país, no sólo como buen hijo de Fernando González.

En este país es muy fácil ser famoso: Basta con ser exagerado en algo, en cualquier cosa.

¿Y usted por qué no se ha suicidado?

Siempre me lo han preguntado. Pero no tengo vocación suicida. Dice que de tanto vivir –y yo viene a vivir y no a hacer pose- se puede llegar al suicidio. Pero yo quiero morir de vida, no de muerte.

¿Cómo llegó a este refugio?

Vine solo. No podía darle la oportunidad a ciertos burgueses de El Poblado para que tuvieran a Dariolemos en los últimos días. La pobreza se merece, y la riqueza se adquiere. Y adquirir es muy fácil; merecer es muy difícil.

¿Por qué has estado tanto tiempo en las cárceles?

Por amor. Siempre estuve en ellas por amor a algunos que amaba y por la marihuanita. Yo dije alguna vez que la marihuana era una legumbre.

¿Y la marihuana le ayuda a escribir?

No es que me ayude o me desayude, pero en verdad yo creo que es algo natural, el hombre no le puso nunca la mano encima. Los gringos le tiraron paraquat… La marihuana es una comunión.

Dariolemos se lleva las manos al pecho. Dice estar muy fatigado. Parece como si al hablar le surgieran más arrugas: “Estoy muy enfermo del corazón”.

Pero todos los poetas se enferman del corazón, ¿no?

Sí, del orgánico y del otro… ¡Pero aquí no hay sino poetisas! Los poetas, las poetisas se la pasan decorando, escribiendo cosas sin contenido.

Quiero hacerle una pregunta cómo para reina de belleza. ¿Cómo se autodefine?

Es verdad, yo no soy un genio, pero tengo muy mal genio. Soy un iluminado. Rimbaud también lo era. Y posiblemente Genet, Baudelaire, Michaux… Después de eso ya no hay más poesía… Ah, si, Prevert y este muchacho Maikovsky. Y en América, César Vallejo.

.¿Y usted?

No tengo la culpa de ser poeta. Me agravé desde que ese libro se publicó. Yo no quería que se publicara nunca. Son cosas muy íntimas. Fui un poco famoso cuando era joven. Pero evité la fama porque me quitaba la intimidad.

Y Dariolemos llora, con un llanto sin lágrimas y sin contorsiones. Y dice que él siempre ha sido vituperado en el país –en este país que quizá no lo merece-, pero que en su autobiografía dirá porque vivió siempre en las cárceles y los hospitales mentales. Y también por qué escribió sus poemas.

¿Pero usted no vivió en los manicomios quizá por demasiada cordura?

Sí, hombre. Eso era un paraíso. Aprendí mucho en ellos. Me clarificaba, jugaba billar y fumaba marihuanita en los jardines. Me quedaba seis meses y luego volvía al engaño, a esta guerra, a este país miserable. Esto no es pose (Se señala la pierna gangrenada y la silla de ruedas).

En un radio se escucha la transmisión de la final juvenil entre Brasil y España. Y Dariolemos dice: “A Camus y a mí nos gusta el fútbol. Y a esos estúpidos de Picasso y Hemingway, los toros”. Y agrega: “Y ahora que me voy, quiero dejar a mis niños nadaístas sin pecado en la tierra”. Y luego habla sobre los escritores gordos y dice que un poeta no puede ser gordo, y que en la historia ha habido varios cerdos, como Hemingway y Balzac.

¿Lee aquí todos los días?

He evitado ser un hombre culto porque dejaría de ser salvaje. No leo libros porque puedo escribir otros. Pero a veces, lo confieso, me escondo a leer. Y me he enamorado de algunos libros como: “El cuarteto de Alejandría”.

¿Y los de Rimbaud?

“Una temporada en el infierno” y… ¡Oh!, Rimbaud, qué cambio, no? Ojalá yo no termine como Rimbaud, traficando con colmillos de elefante y guardando monedas en un cinturón.

Entonces ¿cómo quiere terminar?

Desnudo.

Y luego agrega que ojalá su hijo Boris –que ya tiene 20 años- no lea, y sea un ser común y corriente. “Ojalá se vuelva gordo y bien bruto”.

Ajá, porque quien más piensa es quién más sufre, ¿verdad?

Sí, claro. El ser talentoso sufre mucho. La creación duele. Pero uno no puede cambiar nada. Pero, en síntesis, yo no soy una víctima.

¿Entonces es un verdugo?

Necesariamente, soy cómplice. Todos somos cómplices.

Y el poeta se queda solo en su refugio, con su dolor, con su angustia, con su genio. Y con su silla de ruedas y su gangrena. Se burla de sí mismo y de los demás. Sí. Es un Cristo en agonía. Y su cruz ha sido la poesía. Salud.

 

Dominical. El Colombiano. Medellín. Septiembre 15 de 1985. Págs. 2-3.

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Por: Leonard Cohen

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MI VIDA EN EL ARTE

Éste es el final de Mi vida en el arte. Al fin he encontrado la mujer que andaba buscando. Estamos en verano. Es el verano que había estado esperando. Estamos viviendo en una suite en el quinto piso del Château Marmont en Hollywood. Ella es tan hermosa como Lili Marlene. Ella es tan hermosa como Lady Hamilton. Exceptuando el miedo a perderla no tengo queja alguna. No me ha sido negada la medida completa de la belleza. Por las noches y por las mañanas nos besamos. Las plumosas palmas se alzan a través del smog. Las cortinas se mueven. El tráfico se mueve sobre subset sobre flechas pintadas, palabras y líneas. Es mejor no susurrar siquiera acerca de esta perfección. Este es el fin de mi vida en el arte. Estoy bebiendo una Aguja Roja, una bebida que inventé en Needles (California), tequila y arándanos, limón y hielo. La medida completa. No me ha sido negada la medida completa. Ocurrió mientras me aproximaba a mi cuarenta y un cumpleaños. La Belleza y el Amor me fueron concedidos en forma de una mujer. Ella lleva brazaletes de plata, uno en cada muñeca. Estoy satisfecho de mi suerte. Incluso aunque se vaya diré para mí, no me ha sido negada la medida completa de la belleza. Me dije eso a mi mismo en Houston (Arizona) en un bar al otro lado de la calle de nuestro motel, cuando pensaba que ella iba a irse a la mañana siguiente. Esto es conversación de borracho. Esto es Agujas Rojas hablando. Es demasiado suave. Estoy asustado. No sé por qué. Ayer estaba tan asustado que casi no hubiera sido capaz de alcanzar una Aguja Roja a un monje en el Monte Balde. Estoy asustado y cansado. Yo soy un hombre viejo con un ornamento de plata. Estos movimientos rígidos no deberían verse acompañados de diminutas campanillas de plata. Ella debe estar conspirando en contra mía en mi cama. Ella quiere que yo sea Carlo Ponti. La doncella negra está robándome mis tarjetas de crédito. Debería salir a navegar en solitario a través de los pinos. Debería controlarme. Oh Dios su piel.

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EL FINAL DE MI VIDA EN EL ARTE

Vi a Roshi temprano esta mañana. Su habitación era cálida y fragante. Pronto estaba colgando de una rama por los dientes. Aquello me hizo reír. Pero no deseaba reír. Entonces se puso a tocar mi guitarra. Desde arriba él parecía viejo y cansado. Desde abajo parecía fresco y fuerte. Destrúyase el yo particular y el absoluto aparece. El me habló suavemente. Yo esperé el reproche. No llegó. Lo esperaba porque hay un reproche en todas las demás voces excepto en la suya. El hizo sonar su campana. Me incliné y partí.

Le visité de nuevo tras varias desagradables horas ante el espejo. De nuevo pendía de la rama. Miro hacia abajo con miedo. Tenía miedo de caerse. Tenía miedo a morir. Dependía de la rama y de sus dientes. Éste es el yo particular. Éste es el trance particular. Él tocó mi guitarra. Copiaba mi propia digitación. Se inventó a alguien para que le interrumpiera. Demostró la ruptura del trance particular por la pregunta: ¿cuál es el origen de este mundo? Me pidió que respondiera. Su voz era tranquila y seria. Yo estaba hambriento de su seriedad tras la subnormal frivolidad y desesperación de horas ante el espejo. No pude darle respuesta. Difícil, dijo él, alcanzando su campana. Me incliné y partí.

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COMO HABLAR POESÍA

Tomemos la palabra mariposa. Para utilizar esta palabra no es necesario hacer que la voz pese menos de una onza o equipararla con pequeñas alas polvorientas. No es necesario intentar un día soleado o un campo de narcisos. No es necesario estar enamorado, o estar enamorado de las mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa de verdad. Existe la palabra y existe la mariposa. Si se confunden estos dos elementos la gente tiene derecho a reírse de uno. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Estás intentando sugerir que amas  a la mariposa con mayor perfección que nadie, o que realmente comprendes su naturaleza? La palabra mariposa no es más que datos. No es una oportunidad que tienes para ceñirte, ascender, hacer amistad con flores, simbolizar la belleza y la fragilidad, o de hacerte pasar de alguna forma por una mariposa. No representes las palabras. Jamás actúes las palabras. Nunca intentes despegarte del suelo cuando hables acerca de volar. Jamás cierres los ojos volviendo violentamente la cabeza de un lado al hablar de la muerte. No claves en mi tus ojos ardientes cuando hablas de amor. Si quieres impresionarme cuando hablas de amor métete la mano en el bolsillo o por debajo de tu traje  y juega contigo mismo. Si la ambición y e hambre de aplausos te han llevado a hablar acerca del amor deberías aprender cómo hacerlo sin ponerte en ridículo o destrozar el tema.

¿Cuál es la expresión que la edad exige? La edad no exige expresión alguna. Hemos visto fotografías de desconsoladas madres asiáticas. No estamos interesados en la agonía de tus órganos en mal estado. No hay nada que puedas mostrar en tu cara que pueda igualar al horror de este tiempo. No lo intentes siquiera. Tan sólo te expondrás a la burla de aquellos que han sentido cosas profundamente. Hemos visto reportajes de seres humanos en los extremos del dolor y la dislocación. Todo el mundo sabe que tú comes bien y que incluso te paga por estar ahí de pie. Estás tocando para gente que ha experimentado una catástrofe. Esto debería volverte muy silente. Di las palabras, transmite los datos, hazte a un lado. Todo el mundo sabe que sufres dolores. No puedes decirle al público todo lo que sabes acerca del amor en cada línea de amor que hables. Hazte a un lado y ellos sabrán lo que sabes porque ellos lo saben ya. No tienes nada que enseñarles. No eres más hermoso que ellos. No eres más sabio. No les grites. No fuerces una penetración en seco. Eso es mal rollo en el sexo. Si muestras las líneas de tus genitales, entonces entrega lo que prometes. Y recuerda que la gente no desea realmente ser un acróbata en la cama. ¿Cuál es nuestra necesidad? El estar cerca del hombre natural, el estar cerca de la mujer natural. No finjas que eres un adorado cantante con un vasto y leal público que ha seguido los altibajos de tu vida hasta ese mismo momento. Las bombas, los lanzallamas, y toda la mierda han destruido algo más que simplemente los árboles y los poblados. También han destruido el escenario. ¿Creías acaso que tu profesión escaparía de la destrucción general? Ya no hay escenario. Ya no hay candilejas. Estás entre la gente. Entonces sé modesto. Di las palabras, transmite los datos, hazte a un lado. Quédate solo. Estáte en tu habitación. No te tomes el pelo.

Esto es un paisaje interior. Está dentro. Es privado. Respeta la intimidad del material. Estas piezas fueron escritas en silencio. El valor de la representación es el decirlas. La disciplina del juego es no violarlas. Que el público sienta tu amor a la intimidad a pesar de que no exista intimidad. Sé buena puta. El poema no es un eslogan. No puede anunciarte. No puede promocionar tu reputación de persona sensible. No eres un semental. No eres una mujer fatal. Toda esa basura acerca de los gángsters del amor. Eres estudiante de la disciplina. No actúes las palabras. Las palabras mueren cuando las actúas, se consume, y nos quedamos sin nada más que tu ambición.

Di las palabras con la precisión exacta con la que comprobarías una lista de la lavandería. No te pongas emocional acerca de la blusa de encaje. No te empalmes al decir bragas. No te pongas todo tembloroso por causa de la toalla. Las sábanas no deberían evocar una expresión soñadora en torno a los ojos. No hay necesidad de sollozar sobre el pañuelo. Los calcetines no están ahí para recordarte extraños y lejanos viajes. No es más que la ropa para lavar. No es más que tu ropa. No espies a través de ella. Limítate a usarla.

El poema no es más que información. Es la Constitución del país interior. Si la declamas y las hinchas con intenciones nobles entonces no eres el mejor que los políticos a los que desprecias. No eres más que alguien agitando una bandera y haciendo la más mezquina apelación a una especie de patriotismo emocional. Pensad en las palabras como en una ciencia, no un arte. Son un informe. Estás hablando ante una reunión del Club de Exploradores o de la sociedad del Nacional Geographic. Esta gente conoce todos los riesgos de escalar montañas. Te honran dando esto por sentado. Si te dedicas a pasárselo por las narices eso constituye un insulto a su hospitalidad. Háblales de la altura de la montaña, del equipo utilizado, sé específico acerca de las superficies y el tiempo que te llevó a escalarla. No trabajes a la audiencia en busca de exclamaciones y suspiros. Si eres merecedor de exclamaciones y suspiros no será a causa de su apreciación del suceso, sino a causa de la suya. Estará en las estadísticas y no en el temblor de la voz o en los cortes que hagas en el aire con tus manos. Estará en los datos y en la queda organización de tu presencia.

Evita las florituras. No temas ser débil. No tengas vergüenza de estar cansado. Tienes un aspecto magnífico cuando estás cansado. Parece como si pudieras continuar eternamente. Ahora ven a mis brazos. Eres la imagen de mi belleza.

COMO HABLAR DE POESÍA

No deseaba aparecer de nuevo en estas páginas excepto para decir adiós. Pensé que se le debía dejar sólo en esta fase extremadamente delicada de la preparación para el matrimonio, en la que el hombre duerme y l a mujer está naciendo. Pensé que se podía confiar en él para que mantuviera el equilibrio. Es incapaz. Resulta demasiado tranquilo para él. Tiene que disparársele su jodida boca de Colegio Dominical. Se supone que nosotros debemos recostarnos y escuchar las palabras de El Buen Muchacho, el viejo y crapuloso Dogma de la Decencia. Esta basura no puede ser pasada por alto. ¡Cómo se atreve a llamar a las viudas de Asia a su lado! ¡Cómo osa romper su voto de silencio para hacer un discurso, en nombre Del Pueblo, desde el balcón de mármol encostrado de mierda de sus obscenas manías culturales! Le detesto por ello. Pagará por esta publicidad religiosa. Acarreará su almíbar en sus pelotas. Pasará su vida como un osito de peluche. ¡Muerte a los Comisarios del Misterio! Detesto su jodida cara, toda seria de preocupación. No le dejéis entrar a la buena película y no le dejéis oír ninguna de las alegres melodías en el Music Hall. No volváis a dejarle cantar. Y dejadle sentado fuera con su apestoso cadáver educacional mientras la stripper que hay sobre el pequeño escenario con sus dorados nos pone a todos calientes.

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Memorias de un mujeriego. Madrid. Visor Libros. 2002. Págs. 188-189 y 194-197.

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