Pablo Turó. Fotografía: Acción Poética-Guatapé (Ant.)
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PABLO TURÓ EN EL ESPEJO FRAGMENTADO
Por: Eufrasio Guzmán Mesa (1951-)
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Epitafio
Cuando despertaste no te diste cuenta;
no sabes que estuviste dormido.
Del sueño a la vigilia no hay sino un paso.
No supiste ni sabrás que estás muerto.
Pablo Turó
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En el agua clara de la memoria y de la vida Pablo sigue vivo. No se alarma con la finitud o los cristales, no pide más que un relato de sus iguales. Para hacer el nosotros lo ubicamos en el sueño, en el recuerdo, en el espejo fracturado, deshilado su destello tan amigo de la noche, siguiendo los versos de Borges:
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Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.
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Pido disculpas por empezar hablando de mí si lo que queremos es hablar de Pablo Turó. Anoto que los amigos esenciales son un extraño espejo craquelado de nuestra propia condición, no nos reflejan sino que nos muestran en otra dimensión, ya porque son una extensión y profundización milenaria de un sueño humano o son una interpelación numinosa, un reclamo, una crítica demoledora, un fulminante experimento de la propia vida en contra nuestra y a favor de la especie.
Conocí a Pablo el primer día de clase del inicio del semestre de 1973 en la carrera de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana. Yo había terminado bachillerato en el Colegio San Pablo, un experimento de educación para la emancipación con el apoyo en la pedagogía de la liberación de Paulo Freire, los esfuerzos del grupo de sacerdotes de Golconda [1] creo que derivó en este tipo de ensayos de educar para la liberación en un país como el nuestro asentado en un conservadurismo y una concepción tan estrecha de la forma de ser católico que era una realidad que no se llegaba a la presidencia de la nación sin la venia del cardenal primado. En el documental de Francisco Norden sobre Camilo el cura guerrillero se ve a varios presidentes, incluidos liberales, besando el anillo de Monseñor. En estos comienzos del tercer milenio D.C. eso tiene una connotación extraña habida cuenta del auge mundial de las mafias.
El Rector de la Universidad Católica en la cual me matriculé era un sacerdote que nos recibía en la mañana repartiendo naranjas y nos trataba más como feligreses que como estudiantes. En el programa de Filosofía había ya buenos profesores seglares y la mayoría de los estudiantes eran religiosos y sólo hacía unos cuantos semestres veníamos entrando jóvenes con deseos de dedicarnos al cultivo del intelecto. Llegó tarde a clase Pablo, un joven alto de cabellera rubia y ensortijada, calzado con unos inusuales zapatos de suela goma cruda con capada de terciopelo rojo y entró dejando en el aire un delicioso olor a un perfume que recordaba al mismo tiempo el moho, el musgo fresco y el cáñamo ardiendo. Pasó entre las filas y se sentó en el último asiento.
No imaginé que tan singular personaje erosionaría mis nociones de realidad, mi sentido de la esperanza como capacidad de producir cambio social y me abriría el mundo de la literatura como exploración en el psiquismo humano y placer en el mundo de la imaginación. Mi marxismo escolar, mi realismo ingenuo, mi confianza en la esperanza como virtud teologal y motor del cambio social, mi visión de la literatura como espejo de la sociedad quedarían heridos de muerte en pocos semestres. Más que un alumno Pablo se convirtió en un profesor lúcido y paciente que a mis lecturas de Cien años de soledady La Ciudad y los perros, sumó las de Lezama Lima, Macedonio Fernández y Felisberto Hernández, me reconectó con mi Julio Garmendia y me permitió comprender mejor a Kafka, Gombrowicz o Witkiewicz. No podría enumerar las autores a los cuales me acercó con delicia y alegría. Pero esas lecturas no fueron sino un paladeo inicial para lo que sería una avalancha de desconstrucciones y confirmaciones de sentido, sobre el significado profundo del honor, el triunfo, lo bello y lo bueno. Digo que el sentido mismo del agua y la tierra fueron para mi nuevos, yo que había crecido entre los bosques de cipreses y las aguas frescas de Miraflores.
Un amigo es alguien que te ensancha el horizonte, te cuestiona tus metas y con él aprendí que la primera liberación valiosa es la que uno hace frente a todo dogmatismo y a todo sectarismo; con él entendí que no hay acontecimiento político externo que nos libere de la responsabilidad de darle sentidos intensos y ricos a nuestra propia vida. Entendí a su lado la idea de etnografía interior y pude leer a Löwry y a Beckett como quien entra en un territorio y un mar nuevos. Lo que más le debo agradecer, lo veo ahora después de cuarenta años, fue que me introdujo en el autor más estimulante de los psicoanalistas: Jung, una personalidad intelectual arrobadora, un mundo nuevo que estaba ya en mi alma y me ofrecía campo de exploración fascinante. Pero además del estudioso suizo del alma me presentó a los grandes investigadores del mito en el siglo XIX y XX. Poco antes de morir me ayudó a organizar una pequeña bibliografía sobre el mito, en un curso universitario que pudo haber dado el mismo Pablo con los ojos cerrados, sin releer una sola referencia. La incluyo como una simple muestra de su influencia en mí, de su erudición, de su memoria feliz [2]. Pero más que su erudición quiero mirar el espejo de su relación con los honores, lo bello y lo bueno, el aire y la tierra.
Uno. Honores. Ningún honor yo prefiero al que me dio mi maestra de kínder, no reparó sobre ciertas crueldades que yo practicaba con mis compañeritos y me otorgó al final del año la Copa de Bello Carácter. Recuerdo que el primer día de clase dibujó sobre la pizarra una rosa, luego un balde, después una rama: Doña Rosa Valderrama y el dibujo, su nombre y su hermosa persona quedaron grabadas en la memoria. Fue un año espléndido donde aprendí a leer, a sumar y restar, supe lo esencial. Ese diplomita si me afectó: Hizo una huella indeleble en mí saber que cualquier reconocimiento, diploma u honor entraña también un desconocimiento, una suerte de mentira inexpugnable, inefable; pasa igual creo yo con los títulos nobiliarios.
Uno no aspira a mayor cosa que en erigirse en el rey de su propia vida, pero ya sabemos que terminamos de pajes y sirvientes de imaginarios, roles, papeles, siempre estamos, al parecer, presos de escenarios o fuerzas que aceptamos o desconocemos. Pablo despreció todo eso. Al final de mi carrera como profesor esto me abruma y me da la sensación de camino fallido o salida en falso. Pablo no quiso nunca graduarse, ni competir, ni optar. Prefirió explorar por sí mismo e intentar el ejercicio de Macedonio Fernández de sentarse en el centro del patio y buscar descifrar el misterio del universo en unos pocos instantes.
Dos. Bello o bueno. Tener un bello carácter, lo supe recientemente por el insulto de un amigo, es opuesto a “tener carácter”, que entre nosotros se aplica a persona intransigente, inflexible y que generalmente se refugia en formas de entender dogmáticas y recurre a prácticas cotidianas de egotismo delirante. Siempre he asociado el carácter a una forma del gusto, a una manera de elegir o simpatizar. Creo que nuestro sentido del gusto tiene una extraña pero sólida relación con formas de la moralidad que subyacen y se encuentran en nuestro ser. Pablo era un ejemplo vivo de esto que nombro.
En lo más íntimo lo bello y lo bueno se ligan y unen destinos y posibilidades. Por ello una imagen puede decirle a nuestro ser cosas complejas e introducir el crucial problema del sentido de un modo certero y retador. Ser muro, piedra, acero; ser arena, fango, detritus; ser una moneda que se cambia, una fiesta que no termina, un balcón, un telescopio, una mina, un desierto. Uno puede ser cualquier cosa que se proponga: un presidente, un juglar o un rey, un esclavo de su sentido del honor o un servidor de su vida. Pablo no quería ser nada distinto a él mismo y por ello su signo era la simpatía, la risa, nunca la intransigencia, siempre la comprensión del otro.
Tres. Agua y tierra. Yo he sido flexible, amo el camino del agua como lo nombra el camino del Tao, no me gusta disputar, creo que hay una distorsión profunda en quien se arriesga a considerar que tiene razón siempre, sin sentir que su posición o argumento tiene implícitos otros que lo niegan o interpelan. Esto lo aprendí, más que en mis maestros, en mi condiscípulo Pablo. Los grandes polemistas tienen su lado delirante y oscuro que es revelador en ocasiones de ignorancias o cerrazón del espíritu. Pero dogmáticos disciplinados pueden llegar a mostrar mejores resultados que quienes creemos en la libertad, la empatía y la autorregulación. La lección más contundente de Pablo para mí fue conectarme con la relatividad, la difícil ubicación de la “realidad” o “lo real”. De manera intuitiva y feroz mi amigo devoraba en ciclones y aluviones todo residuo de realismo y lo enfrentaba a uno, por lo menos a mí, con argumentos amigables y simples, con desconstrucciones implacables del sentido común.
Cuatro. Político o solitario. Todo parece indicar que ser conciliador es contraproducente en la construcción de personalidad, sociedad o comunidad. La extrema flexibilidad o la tolerancia, parecen dañinas para hacer familia, fortalecer las instituciones que nos albergan o progresar en un sentido del cambio para el mejoramiento o lograr riqueza o poder estables. Así que esto de ser conciliador y sereno tiene un costo difícil de ponderar. Con Pablo compartí este valor o antivalor que me redime de todo resentimiento y me conecta con hacer las cosas de manera directa y clara, sin pretender un lucro, un premio, sencillamente porque hay que hacerlas, así sea regalar el patrimonio o emplear la herencia en coleccionar sonrisas y ademanes gratificantes.
Y en esos cuatro puntos yo puedo señalar la imagen que me entrega el espejo, piedra luminosa que me conecta con la memoria, y puedo afirmar que Pablo Turó desechó todos los honores o reconocimientos; creo que sólo aceptó el nombre y la sencillez de vivir en su interior, el de una festiva inteligencia y una imaginación hiperactiva. Siendo uno de los más prolíficos y abundantes de los lectores de nuestra generación, estando su vida signada por una abundancia de lecturas y de libros, que le permitió una familia holgada y un padre generoso, jamás esgrimió su profunda erudición para apabullar, lastimar o humillar a alguien, su saber era una fuente abierta y su generosidad como librero atentaron contra su propio proyecto comercial. Pero es que el afán de lucro, la eficiencia o el compromiso con el mundo eran en él inexistentes.
Renunció a todo título, identidad o forma institucional de presentación, jamás tuvo vínculo formal distinto a una matrícula con escuelas o universidades, hasta su identidad legal, cédula colombiana o pasaporte español, fueron esquivos, no quiso graduarse de nada, a regañadientes recibió su título de bachiller, se mantuvo incólume cerca de lo mejor de la infancia, como extranjero o extraterrestre:
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Lo siento. No ha podido gustarme este planeta. ¿Y ahora qué hacer? No me siento a gusto entre tanta estupidez oficializada o instituida como historia o pasado. ¿Por qué nací aquí? Ya nada podrá salvarme. De entre todos los mundos posibles ¿por qué nací irremediablemente en este? Pablo Turó.
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Es una nota de una libreta rescatada por sus alumnos de la vida, por los seguidores de sus últimos días, pero es del tiempo feliz cuando estudiábamos filosofía y Pablo tenía una bella librería, y mientras todos a su alrededor envejecíamos o madurábamos, alejándonos de la infinita posibilidad del ser que empieza siempre, él se mantenía vertiginosamente en la extrañeza, en otra dimensión que le proporcionaban su imaginación y su inteligencia. Esta libreta que menciono es un precioso ejemplo de lo que su mente exploraba y en ella, al son de las peticiones de libros, se entrega una percepción del tiempo y de algunas leyes esenciales.
Desde su percepción del tiempo, de la memoria, desde su vivencia de la extrañeza Pablo se mantenía en el ojo calmo del ciclón, en el vórtice de un acontecimiento, en la infinita posibilidad de la imagen y la imaginación. Era consistente su sensación de extraterritorialidad, su condición de peregrino bien expresada en la nota de mayo 23:
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Ustedes saben señores; no hay que tomar demasiado en serio a estos humanos; en el fondo, yo se los aseguro, ellos hacen lo que pueden. No los exterminen todavía, denles una oportunidad; yo sé que los ignoran porque se sienten aún demasiado débiles para comprender su insignificancia, porque no saben qué hacer con eso que llaman saber a lo que se han dedicado. Pero denles la oportunidad; no porque la merezcan, sino por lo pocos, los hay aunque pocos, lo sé, he sabido de ellos, que existen entre los humanos algunos que pueden, he visto a uno, y aunque solo fuera por él, prolonguen aún el tiempo hasta el cumplimiento de la sentencia; tal vez en ese lapso alcanzarán a darnos la sorpresa que ya desesperamos de esperar. Pablo Turó.
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Una buena expresión de esta profunda condición de inmaterial no saber se expresa de una manera lúcida en este texto que aparece en la agenda en la fecha 28 de febrero. No he leído ni oído una expresión tan categórica y profusa del punto de vista socrático:
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No sé que no sé;
no es que no sepa que no sé,
sino que no sé que es lo que no sé;
sé
que ni siquiera sé si no sé algo
que sea o que no sea y que no sé;
y que si no fuese lo que no sé
entonces diría que sé lo que es
y que sé lo que no es
que es lo que no sé;
pero sé que no sé y que ni sé si sí sé
o no sé que es lo que no sé;
ni si lo que no sé si sí sé o no sé
si es o no es,
no sé entonces si sí sé o no sé si sí sé o
no sé algo de lo que es o no es,
como tampoco sé si sí sé o no sé si sí
sé o no sé que es y no es entre lo
que sé, y lo que no sé si sí sé o no sé,
y lo que sé que no sé, y lo que no sé
que sé, y lo que no sé que no sé;
resulta de ello que no sé si el es es o
no es ese es o cualquier otro; no sé si
sé o no sé si es sí es o no es, ni si
sí sé lo que es o si no sé qué es o
si ni sé que es ni no es o no es.
Así de sencillo.
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Y en la otra página comenta esta incursión tan apretada y densa y continúa en su sostenido tono de pregunta incesante, redoblada:
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Ante tamaña ignorancia tiendo a sentirme confundido, y por ello, algo molesto. Dudo, y pido excusas por todo lo que olvido, por temor, por respeto, por desconocimiento, por descuido y (¡por lo menos!) por alguna otra razón que olvido; por estos olvidos que recuerdo y por los que habré olvidado, y por los que no he conocido, no recuerdo qué era lo que debía decirles. Desalentado, dudo. Me dirijo a una silla. Me siento llegar a la silla y me siento al llegar a la silla. Y me siento sentándome y sentado me siento sentirme sentarme entonces me creo creyéndome creándome creyente, recreo reconfiando y reformando. ¿Sé qué se es? No sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es entretanto me siento, creo, o creo que creo, creyendo crear, creando creencias, siento que creo creyendo sentir lo creído creado, sintiendo crear lo creado creíble creado, siento sentir sentar creer crear creando sentar sentirse no sé qué cosa… entretanto me siento y me siento, me creo y me creo, y no sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es y ya no me importa mucho. Sentado un sentido y sentido sentado, creada la creencia y creída la creación. Y punto. ¡Ah! Se me olvidaba… por poco lo omito: ¡y nada más! Pablo Turó.
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Paradoja fuerte esa de olvidar y recordar, saber que no se sabe, entrar en el silencio más diciente, más conversador y eso era posible porque él tenía un carácter de dulzura inefable que se expresaba en su amor indeclinable por los animales, por encima de su aprecio por las personas, algo en relación con lo anterior que era su suerte de irrealidad permanente de vivir en el no tiempo del sin tiempo. Esta crónica del canario que transcribo a continuación, un canario que devora el tiempo es una bella pieza de sensibilidad animal, irreverencia frente a la ineluctabilidad del pasar las cosas y declinar la fuerza o transformarse.
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CRÓNICA: Por algo es que es un pájaro el que vive. El tiempo vuela dentro de los viejos relojes cucú. El tiempo es oro. Todo el mundo lo sabe; y todos también saben que ese metal es muy pesado y poco aéreo. Si el tiempo vuela, es porque no es de oro metálico, sino tan solo del color dorado. El tiempo es un pájaro dorado. No es accidental que sea uno de ellos el habitante de los relojes animados (cucos). El tiempo es un canario. En el patio de mi casa hay una jaula para que el tiempo no se vuele, porque nadie quiere que el tiempo se pierda. A mi familia le gusta disponer de su propio tiempo en casa. Anoche el tiempo comió alpiste y mostaza. Anoche al tiempo se lo comió el gato. Por eso en mi casa ya no nos pasa nada, desde anoche no tenemos tiempo, no nos queda ni un poquito para nada. Ahora solo el gato tiene tiempo en la barriga. Y se lo está gastando en dormir al sol y en ronroneos. Pablo Turó.
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Pablo como el gato ha devorado el canario que a su vez ha devorado el tiempo y por ello puedo decir que Pablo es una imagen firme y superior a todo espejo que reduplica la imagen o la retorna deformada, como la amistad o como el fuego, como la hoguera de los sueños que lo gobernaron: ser de otra parte, obedecer a leyes siderales, por ello como cliente de su librería, metódico, austero, no me olvidaré de su lema que contrariaba su innegable habilidad matemática:
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Tranquilos! No se arrepientan!
No pierdan su tiempo en cuentas
suficiente harán con borrarlo todo
más tarde a fuerza de inexistencia.
Pablo Turó.
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Notas:.
[1] El grupo sacerdotal «Golconda» fue una asociación de clérigos católicos colombianos que decidieron trabajar mancomunadamente a finales de los años 60 y comienzos de los 70, bajo la orientación de la manifestación de la nueva teología social latinoamericana que posteriormente se conocería como «Teología de la liberación«. Sin embargo, la composición de Golconda era heterogénea y en él grupo se manifestaron diversas posiciones políticas. Aunque en el grupo participaba el obispo Gerardo Valencia Cano, la dirección real corría por cuenta del Pbro. René García. Al poco tiempo, varios de sus integrantes radicalizaron su discurso y algunos miembros del grupo terminaron por vincularse con grupos guerrilleros como el M-19, el ELN, o las FARC. De hecho, los españoles Domingo Laín Sanz, Manuel Pérez Martínez y José Antonio Jiménez Comín ingresaron a la guerrilla del ELN. La primera reunión del grupo se hizo en julio de 1968 en la finca de «Golconda» ubicada en el municipio de Viotá, departamento de Cundinamarca, Colombia. De ahí el nombre de la asociación. En un comienzo se buscó estudiar y profundizar la encíclica Populorum Progressio que en 1967 había publicado el papa Pablo VI, pero en las reuniones siguientes se hicieron sendos análisis de la situación social, económica y política colombiana y el papel que la Iglesia Católica tenía en ello. Wikipedia.
[2] Agrippa, Enrique Cornelio. Filosofía oculta, Magia natural. Agustín, San. Sobre la felicidad..Burkchardt, J. Historia de la cultura griega. 5T .Camarero Antonio. Sócrates y las creencias demónicas griegas. Campbell., Joseph. El héroe de las mil caras.. Celso. El discurso verdadero contra los cristianos. Colli Giorgio. La sabiduría griega. Colli Giorgio, El Nacimiento de la Filosofía. CulinauIoan P. Eros y magia en el Renacimiento.Detienne, Marcel. La invención de la mitología. Díez de Velasco Francisco. Los caminos de la muerte: Religión, rito e imágenes del paso al mas allá en la Grecia Antigua. Dodds. Los griegos y los irracional. Dumézil Georges. Del mito a la novela. Dumézil Georges. El destino del guerrero. Dumézil Georges. Los dioses de los indoeuropeos. Eliade, Mircea. Herreros y Alquimistas. Farrington. Ciencia y Filosofía en la antigüedad. Hesíodo. Los trabajos y los días. Jaeger Werner. Cristianismo primitivo y paideia Griega.Jaeger, Werner. La Teología de los primeros filósofos griegos. Jaeger Werner. Paideia. Kerenyi, Karl. La religión antigua… Kerenyi, Karl. Dionisos: Raíz de la vida indestructible. Levi-Strauss, Claude. Mito significado.Nietzsche, Friederich. Ditirambos de Dionysos… Nietzsche. Freiderich. El Origen de la Tragedia. Otto, Walter F. Dioniso: mito culto. Patocka, Jan. Platón y Europa. Rank. O. El mito del nacimiento del héroe. Rohde, Erwin. Psique. El culto de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos. 2 T. Róheim, Géza. Fuego en el dragón y otros ensayos psicoanalíticos sobre el folklore. Vernant, Jean Pierre. Mito y pensamiento en la antigua Grecia..Zimmer, Heinrich. El rey y el cadáver. Cuentos psicológicos sobre la conquista del mal.
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DE LAS LIBRETAS DE PABLO TURÓ (1955-2011)
Transcripción: David Guzmán
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Sobre Euclides: La potenciación de un punto (infinitos puntos) en la línea opera la apertura de una nueva infinitud; la de esta en el plano abre otra y la del anterior en el espacio cubiculado euclídeo una más. La introducción de la dimensión temporal otra de nuevo. Cada nueva forma de la infinitud es más amplia que las anteriores.
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ALARIDO:
Si las canciones se cantan
las poesías se gritan
para que sean oídas
y si se gritan
se gritan fuerte
siempre lo más fuerte
entendiendo que
la fortaleza de un grito
no se mide en decibeles siempre.
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Dirigir la actualidad de alguien mencionando su yo como motor en la referencia a la actividad general de la existencia. Esto sirve para colocar a la persona en una situación en que se trata de perpetuar responsándose de toda dirección de sentido que le dirija. Al que no se vea desde hace días o al que se muestre reticente (incitador) a ser buscado: Ud. Que se hace buscar tanto (traer del rincón oscuro del sótano o desván, arriba y abajo?, al estudio comedor de la conciencia) en lugar de – que se ve tan poco que se deja ver tan poco.
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Sabemos que el tiempo es otra cosa cuando apagamos (o se nos apaga) el reloj de la conciencia. El tiempo fluye, de acuerdo, pero no necesariamente como el continuo de una línea (ejemplos de alucinogenia, con hongos y con LSD)
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Diario de viaje: llamado así por no gastar fuerzas en luchar contra la costumbre; las notas bajo tal nombre recopiladas no se corresponden “exactamente” con ninguna secuencia de escritura periódica, en su mayoría fueron elaboradas posteriormente a la experiencia narrada aunque a veces no lo delaten; tampoco implican desplazamientos espaciales en la concepción vulgar de tales.
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Mi vida se cuenta muy rápido: nací… y aquí estoy
También fue su epitafio
Telegrama a RroseSélavy: “lanzo los dados: da dos.
No veintitrés: noventitrés. Tuyo: el telegrama”.
¿Esclavos? ¡Ojalá! La esclavitud se sacude de un golpe.
¡Estornillos! ¿O no se ha tenido noticia de los adelantos en las técnicas de sujeción?
¿Qué significa esta pregunta?
¿Qué querrás decirme con estas palabras?
¿Cuál es la respuesta a esta pregunta?
¿Querrán decir algo las palabras de esta frase?
¿Quién puede contestar esta pregunta?
¿CÓMO HACER RETÓRICA ANTE LA ELOCUENCIA DE UN SILENCIO?
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No sé que no sé;
No es que no sepa que no sé,
Sino que no sé que es lo que no sé;
Sé
Que ni siquiera sé si no sé algo
Que sea o que no sea y que no sé;
Y que si no fuese lo que no sé
Entonces diría que sé lo que es
Y que sé lo que no es
Que es lo que no sé;
Pero sé que no sé y que ni sé si sí sé
O no sé que es lo que no sé;
Ni si lo que no sé si sí sé o no sé
Si es o no es,
No sé entonces si sí sé o no sé si sí sé o
no sé algo de lo que es o no es,
como tampoco sé si sí sé o no sé si sí
sé o no sé que es y no es entre lo
que sé, y lo que no sé si sí sé o no sé,
y lo que sé que no sé, y lo que no sé
que sé, y lo que no sé que no sé;
resulta de ello que no sé si el es es o
no es ese es o cualquier otro; no sé si
sé o no sé si es sí es o no es, ni si
sí sé lo que es o si no sé qué es o
si ni sé que es ni no es o no es.
Así de sencillo.
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Ante (mi) tamaña ignorancia tiendo a sentirme confundido, y por ello, algo molesto. Dudo, y pido excusas por todo lo que olvido, por temor, por respeto, por desconocimiento, por descuido y (¡por lo menos!) por alguna otra razón que olvido; por estos olvidos que recuerdo y por los que habré olvidado, y por los que no he conocido, no recuerdo qué era lo que debía decirles. Desalentado, dudo. Me dirijo a una silla. Me siento llegar a la silla y me siento al llegar a la silla. Y me siento sentándome y sentado me siento sentirme sentarme entonces me creo creyéndome creándome creyente, recreo reconfiando y reformando. ¿Sé qué se es? No sé si sí séo no sé si sí se es o no se es entretanto me siento, creo, o creo que creo, creyendo crear, creando creencias, siento que creo creyendo sentir lo creído creado, sintiendo crear lo creado creíble creado, siento sentir sentar creer crear creando sentar sentirse no sé qué cosa… entretanto me siento y me siento, me creo y me creo, y no sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es y ya no me importa mucho.
Sentado un sentido y sentido sentado, creada la creencia y creída la creación. Y punto.
¡Ah! Se me olvidaba… por poco lo omito: ¡y nada más!
El saltimbanqui de la tinta se retuerce bajo mis ojos distrayendo mi mirada de mi pensamiento por medio del sutil e incomprensible embrujo de la palabra escrita.
Trepanando un cascote de silencio, en un desesperado intento por desentrañar los misterios contenidos por la botella de tinta.
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La originalidad tratada como problema no en tanto a un comienzo como a la singularidad en la connotación del texto. La singularidad tiene cierta originalidad virtual, en cuanto puede fijarse arbitrariamente cualquier momento como comienzo de un desarrollo en algún sentido posible que posibilite (todos).
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(…) de predecir con absoluta exactitud, el momento en que esta condición, necesaria por otra parte, comienza a desbocarse, a resultar un problema. Entonces hay, por así decirlo, algo así como recolección de cosecha. Hablaré de granos para que se me entienda, pero se trata más bien de humanos. En el área cultivada, se escogen aquellos frutos que ofrecen más posibilidades. Hablemos de maíz. Mutiladas las mazorcas de sus granos más fuertes, el maizal entero se ve en problemas. Resulta la crisis, pero es factible suponer que sobreviva. Los granos escogidos, privados del apoyo de la planta, del suelo abonado, de todo sostén.
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Feliz aquella mujer que no conocido, aquella a la que nunca he importunado con mis vanas quejas, la que no sabe que existo.
Amo la distancia que de ti me separa.
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Nunca diré que no a partir de este momento; nunca más me negaré.
Nunca diré que no
a partir de este momento;
nunca más me negaré,
así exijo mi juramento
tampoco me negaré
a quebrantarlo (dado el caso) (por supuesto) de conservarlo en pedazos
Tampoco ya juraré
Cuando pase este otro verso
No lo juro porque ya no puedo
Pero si me lo piden lo haré
Sin problemas el momento
Así lo haré. Lo juro.
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Ustedes saben señores; no hay que tomar demasiado en serio a estos humanos; en el fondo, yo se los aseguro, ellos hacen lo que pueden. No los exterminen todavía, denles una oportunidad; yo sé que los ignoran porque se sienten aún demasiado débiles para comprender su insignificancia, porque no saben qué hacer con eso que llaman saber a lo que se han dedicado. Pero denles la oportunidad; no porque la merezcan, sino por lo pocos, los hay aunque pocos, lo sé, he sabido de ellos, que existen entre los humanos algunos que pueden, he visto a uno, y aunque solo fuera por él, prolonguen aún el tiempo hasta el cumplimiento de la sentencia; tal vez en ese lapso alcanzarán a darnos la sorpresa que ya desesperamos de esperar.
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CRÓNICA: Por algo es que es un pájaro el que vive.
El tiempo vuela dentro de los viejos relojes cucú
El tiempo es oro
Todo el mundo lo sabe; y todos también saben que ese metal es muy pesado y poco aéreo. Si el tiempo vuela, es porque no es de oro metálico, sino tan solo del color dorado. El tiempo es un pájaro dorado. No es accidental que sea uno de ellos el habitante de los relojes animados (cucos).
El tiempo es un canario.
En el patio de mi casa hay una jaula para que el tiempo no se vuele, porque nadie quiere que el tiempo se pierda.
A mi familia le gusta disponer de su propio tiempo en casa.
Anoche el tiempo comió alpiste y mostaza.
Anoche al tiempo se lo comió el gato.
Por eso en mi casa ya no nos pasa nada, desde anoche no tenemos tiempo, no nos queda ni un poquito para nada. Ahora solo el gato tiene tiempo en la barriga. Y se lo está gastante en dormir al sol y en ronroneos.
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Lo siento. No ha podido gustarme este planeta. ¿Y ahora qué hacer? No me siento a gusto entre tanta estupidez oficializada o instituida como historia, pasado. ¿Por qué nací aquí? Ya nada podrá salvarme. De entre todos los mundos posibles, ¿por qué nací irremediablemente en este?
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Ahora se sabe que nunca supo cómo comenzó aquello, si acaso lo hizo en algún momento; apenas se adivina algo de lo que fue, si bien incompletamente, y en todo caso se ignora si resta algo de aquello, si aun y como es. Hay tantas suposiciones y variantes sobre lo que ocurrió “realmente”, que no pueden sino extrañar aquello, pues de alguna manera todas caben y se excluyen.
Aquello, aquello, aquello aquí y allí, por qué no me atrevo a comenzar de una vez en vez de saltar rodeando “aquello” a mi precavida y ambigua distancia de comentario? No sé, algo me retiene, miedo, angustia, inseguridad, no sé qué, pero voy comprendiendo que a pesar de todo lo que intentaba cuando comencé a escribir estas palabras no voy a ser capaz de darme a conocer, ni delatar mi intervención en tal asunto, por mínima que sea, pero tampoco conviene decir más sobre el tema si quiero pasar desapercibido.
El grupo funcionaba como si nunca hubiera comenzado, como si contara con una voluntad ajena, inaprensible y extraña, insensible, misteriosa, imperceptible, desconocida, que se empeñara en desordenarlo todo y aumentar la confusión. Ahora pensamos eso de ella, antes solo la veíamos como el símbolo de esa reunión, el vínculo que nos atraía, sólo que todos lo veíamos distinto.
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El predestinado
Un ser extraño es dejado en medio semejante aunque totalmente diferente por otra parte, al que les habitual, con una misión encomendada que, a saber, consumiría por lo menos, todo el tiempo de su vida de contar con condiciones ideales a favor; pero como la labor ha de ser realizada de todas maneras, y hay un plazo máximo indefinido para ser llevada a cabo, ha de contarse con la irrupción de los imprevistos y entonces utilizar parte del tiempo vital educando un ser diferente, mimético (semejante) (hijo) en los pormenores de la labor, tratándose de tenerlo rápidamente, en juventud, con el fin de proliferar en la empresa y ganar tiempo. La labor ha de perder su inminencia en vistas a una absoluta seguridad que la posterga indefinidamente en una multiplicación creciente de tareas hasta desdibujarse y perderse por fin. Generaciones más tarde el reclamo al descendiente, ignorante completo de la labor
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Epitafio
Cuando despertaste no te diste cuenta; no sabes que estuviste dormido. Del sueño a la vigilia no hay ni un paso. No supiste ni sabrás que has muerto.
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El primer misionero marciano de la Santa Fe en el Suicidio mandó una onda telepática, para evitarse problemas, informando a los habitantes del lugar que había escogido para aterrizar que la suya era una misión de buena voluntad y de intenciones puramente espirituales. Venía a dar a conocer la luz de la nueva fe a los terrícolas, esperando ganarlos para la causa y ser algo así como su apóstol. (Los marcianos aún discutían si se podía considerar a los terrícolas una raza inteligente. Los pocos exploradores que habían sobrevolado observando las colonias terrícolas habían dado informes nada alentadores. En realidad se había abandonado todo posible proyecto de colonización).
Invitación al juego de la guerra
Nacimiento de un nuevo profeta
Historia del cisma Marciano.
La única solución civilizada a los problemas planteados por la civilización, ya que emprendemos esto, es el abandono voluntario, la muerte por acepción.
Su cara de aparente preocupación (ceño fruncido, gestos detenidos a medio camino) podría ser también de ensimismamiento. Pero si había en él algo de preocupación; su modo inusitado de comportamiento estaba además recubierto de cierta timidez. Pasaba desapercibido y se preocupaba de serlo en alguno por lo menos de dos sentidos posible (posiblemente ambos): porque a pesar de su raro comportamiento no se le notara y tal vez también por ello mismo.
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Las gentes lo llamaban ‘el loco’ y afirmaban que no tenía un momento en que fuera tratable. Las gentes normales lo veían todo el tiempo delirante. Lo que ignoraban era que él tenía dos tiempos: el de su cordura, que lo atormentaba, y el de su locura, en que se refugiaba. Durante su locura, el tiempo fluía normalmente, pero en su cordura él podía observar el tiempo detenido, las gentes detenidas, en una duración indefinida, casi infinitivo. Su cordura lo asaltaba cada vez más frecuentemente: por ello la creciente intensidad de su locura. Cada terrible instante de su lúcida cordura era la eternidad de su tormento. De ahí sus gestos atropellados, su temblor intermitente, las desacompasadas discontinuidades de su mirada, la aparente incoherencia de sus palabras.
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