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Archive for septiembre 2013

ÁLVARO MUTIS, EL POETA

Por: Raúl Botero Torres (1950-)

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Raúl Botero Torres

Raúl Botero Torres

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Escribir sobre Álvaro Mutis, ahora cuando acaba de entrar en la muerte resulta muy extraño porque la noticia suena fantasiosa en medio de las notas abigarradas de su poesía que vienen desde ese mundo de la infancia que, como decía Rilke, es la verdadera patria de todo hombre, de todos los hombres. Me parece que alguien trata de engañarnos porque yo, por ejemplo, sigo escuchando su voz sonora y firme en medio de la vocería vegetal que escurre, como uno de sus versos, por el tronco de los balsos gigantes. Esto no pasó, seguro que no, porque cuando lo busco en las páginas de sus libros lo encuentro como siempre “salvado del ajeno trabajo de los años.” Sin embargo, a pesar de mis certidumbres que dan serenidad a mi ánimo, los medios insisten en que EL POETA se ha ido para siempre, acompañado de esas docenas de hombres y mujeres que desde un mundo que todos llaman ficticio lo han acompañado y lo van a seguir acompañando con mucha más contundencia que cualesquiera de los que estamos de este lado de lo real.

Escribir sobre Álvaro Mutis exige explicar hasta donde es posible hacerlo una convicción profunda que tal vez suene cercana al dogmatismo: él no es un poeta excelente, no es siquiera el mejor entre los poetas colombianos contemporáneos. No, es EL POETA como solía decirlo Heidegger de Hölderlin. Quizá suene grandilocuente y posiblemente sea así. No importa, corro el riesgo. Lo escribo porque lo pienso, pero sobre todo porque lo siento de esa manera. Hasta que Aurelio Arturo y Álvaro Mutis irrumpen en la poesía colombiana con “Morada al sur” y “Los elementos del desastre” está se pierde en el miasma de la palabrería grandilocuente que canta a princesas, castillos heráldicas que suenan tremendamente huecas y almibaradas. Entonces, es con ellos y otros pocos que vendrán después, como Amilkar Osorio, Jaime Jaramillo Escobar o José Manuel Arango, que la poesía  empieza a ser entre nosotros la palabra esencial que recupera para siempre la intrincada magia de lo cotidiano, de aquello que siempre fue considerado anodino e insignificante. Es desde ahí que la poderosa y triste voz de las cosas de las que hablaba José María Arguedas cuando se enfrentó desde niño, en la ausencia de su padre, a un mundo de “monstruos y de fuego”, se hace plena y habita entre nosotros.

Voy a decirlo de una manera más categórica: en Álvaro Mutis hay una eficacia de la palabra que la hace poética en tanto que aparece y nombra lo ya nombrado de una manera distinta, porque apunta a lo esencial. Es la tierra madre, es la lluvia, son los árboles que se nos imponen de una manera tal que es imposible la huida.

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“Ahora, de repente, en mitad de la noche

Ha regresado la lluvia sobre los cafetales

Y entre el vocerío vegetal de las aguas

Me llega la intacta materia de otros días

Salvada del ajeno trabajo de los años.”

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Y junto con ellos es la muerte como permanente compañera, es esa desesperanza que da la lucidez de saberse; mejor dicho, es todo eso que nos hace humanos más allá o más acá de las tramposas estrategias de la ilusión. Finalmente, es la historia de esta sociedad violenta y desigual que aparece con la contundencia de lo que es esencial porque está más cerca de nosotros que todas las variedades de lo superfluo.

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“y luego, nada,

Un rodar en la corriente

Hasta vararse en las lianas de la desembocadura,

Menos aún que nada,

Ni cuestor en Queronea,

ni lector en Bolonia,

ni cosa alguna memorable.”

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Dejemos que los engolosinados por el sentido común sigan diciendo que Álvaro Mutis está muerto. Mientras tanto los que hemos sido por años sus lectores, los que hemos advertido su presencia en los repliegues de la poesía, lo seguiremos encontrando en las páginas de sus libros, en el recuerdo vivo de su risa “con todos sus sueños intactos”.

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LÍNEA DISCONTINUA

Por: Alejandra Arcila Yepes (1986-)

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Adornada con clavos, hilos y nudos

… como si fuera un cuerpo sodomizado por Bacon.

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Observamos cada una de nuestras partes. Las rodillas lisas, las pantorrillas firmes, los dedos delgados, las caderas levantadas, el abdomen tallado, el pecho duro, el cuello largo, las orejas pequeñas, los ojos inmensos, la boca rosada, el cabello oscuro y abundante, las cejas tupias y el cutis moreno.

Empinados, en el borde de la montaña, solo la armonía de nuestras formas nos define. Desnudos, orgullos y agarrados de la mano, nos lanzamos al abismo. Los cuerpos rompen olas de vacío mientras ganan el beneficio de ser admirados.

Caes al agua y nadas sin dificultad hasta la superficie, pero mi peso no se hunde en el lago. Estoy atrapada entre las ramas y las piedras. Ruedo hasta que caigo herida, silenciada por el dolor y ahogada por el agua y la sangre que la pinta. Mi rostro parece golpeado por un hacha y tengo la carne arañada.

El tiempo no me sirve para acostumbrarme. Mi cuerpo va dejando una huella sobre oscura sobre la cama, y el ánimo jovial que acompañaba cada acción pasada no me alcanza más que para ir al baño. En el intento por no humillar mi dignidad ni subrayar mi desgracia, evito hacer de lo íntimo algo público, como lo haría el paciente necesitado de misericordia.

En esta noche particularmente helada, el dolor se acentúa en las extremidades aún presentes. La soledad aumenta la pena cuando palpo los ángulos del rostro desfigurado. A veces siento un ardor insoportable en la rodilla izquierda, pero cuando intento alcanzarla recuerdo que no existe. Es sólo la memoria que me falla. Observo la cicatriz arrugada y los muslos esqueléticos, estriados y resecos. Las uñas de mi pie derecho están largas y amarillentas. Tengo los vellos largos y oscuros.

Me levanto con lentitud. Mis movimientos son interrumpidos por lloriqueos. Lanzo las muletas al suelo, y después de tambalear, consigo mantenerme de pie. Desde aquí te escucho despedirte de alguien mientras un auto se aleja. Me calzo, apoyada en el tocador, y salgo a recibirte.

Traes cerveza en una mano y el dolor de una mujer en todo el cuerpo. Te imagino al besar su cuello y la imagino a ella con una sonrisa exagerada. Casi la veo desfilando, coqueta y segura, sobre sus botas. Sugiero que guardes silencio porque no es necesaria ninguna explicación.

En el sofá, me acaricias el cabello. Sabes bien que agotas mi minúsculo deseo por la vida y pareces interesado en compensarme.

Pasas tus manos por mis labios partidos, atraviesas la cicatriz del mentón, acaricias mi cuello y te deslizas por el camino que separa mis senos. Luego, marcas los círculos oscuros de mis pezones y recorres mi vientre hasta mis muslos. Siento tus dedos entre mis piernas y advierto mi humedad. Me levanto agitada, con la rodilla en el suelo, y te beso hasta que se extinguen tus aguas.

Me observo bajo la luz, y a pesar del frío me niego a cubrir mi cuerpo.

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Mujeres de úteros vacíos. Relatos cortos. Bogotá. Planeta. 2013. Págs. 21-22.

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PRÓLOGO

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Por: Jorge Alberto Naranjo (1949 – )

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El don de gentes de Tarsicio Valencia y la generosidad de los hijos de Juan Rulfo hacen posible la publicación de estas espléndidas fotografías tomadas por el gran escritor mexicano. Las imágenes captadas llevan la impronta de la sensibilidad rulfiana, y transmiten la misma poesía y hondura, la misma emoción y la atmósfera de sus narraciones literarias. De tal manera que salvada de antemano la barrera idiomática, este libro puede llegar a tener un alcance más amplio que las prosas rulfianas, y convertirse en el mejor canal para llegar al México que amó y narró.

Son fotos de una sencilla composición, que captan escenas cotidianas y espontáneas. Fotos de estudio e inteligencia, todas transparentan la emoción más conmovedora, la idea que se torna visible. Allí las almas se exteriorizan y encarnan sus quejas, sus abandonos, sus ilusiones rotas. La patria verdadera está curtida de estoicismo; seca y árida, adusta y grave. Los paisajes se tragan las construcciones humanas, las torres de iglesia apenas prolongan las altas columnas de pencas y cactus, los muros de piedra se difuminan en pedreros desmoronados y en arenales, los arcos no sostienen techos, las cúpulas se desfondan, y por eso mismo se abren verdaderamente al cielo; una larga avenida de ahuauetes levanta un suntuoso templo, y en él asienta su huella por un instante el Señor de la luz. Un tronco seco yace en la playa y en su esqueleto repercute aún el mar que lo ha traído, el oleaje y el vaivén.

Rulfo captó en esas fotografías el alma de las cosas y las gentes. Observad esa mujer-penca, ese hombre-burro, esas maternidades indias. Cada rostro una historia, una gesta. Esos grupos de mujeres que son como variaciones de un tema bíblico  o de un mito griego. Esa ternura con los niños. Observad ese “Último Refugio” y ese gato en la puerta de la cantina. Eternamente Hades-Plutón. ¿Habéis visto una mejor alegoría del cansancio que ese hombre y los nopales, inclinados para un lado y para el otro, solos ante la gran montaña? ¿Y habéis visto la tenacidad tan al rompe como en ese mazo suspenso, en ese trazo de hombre que lo sostiene y lo dirige, con este techo triangular al fondo y ese rústico pilón en primer plano? ¿Y podéis sentir la soledad de ese pastor y su ganado bajo la inmensa bóveda, ante la vasta cordillera?

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Una profunda melancolía parece brotar de esas imágenes. En esos rostros y personas, en esas calles y portones, en esas plazas y esas veredas deambulan los personajes rulfianos con la mayor verosimilitud. Esa muchachada dormida, con las manos sobre el vientre, ¿duermen bien, está angustiada; se duele de una violencia, anhela otra plenitud; sonríe levemente, hace una suave mueca de dolor? Todo al tiempo, como Susana, como la musa rulfiana, como el amor imposible. ¿Y no véis pasar siglos de historia entre esos arcos y esos pórticos del tiempo colonial y los humildes indiecitos que se sientan a su vera? Cada foto una novela posible, la historia volcada en una presencia elocuente, sus trazos legibles en un golpe de vista. Son fotos de concepto. Sustantivos abstractos que por fin se cosifican y se hacen patentes.

Mencioné el cansancio y la tenacidad, pero Tarsicio mostrará muchas otras criaturas visualizadas y hechas visibles por Rulfo.

Este libro mostrará de manera nítida que Rulfo era tan grande fotógrafo como escritor, que su estilo narrativo corresponde a un estilo de observar y de sentir, a un punto de vista suigéneris acerca de la realidad. Fotos y relatos llevan la marca de fábrica de su amor insobornable por la nación y el hombre mexicanos. Y la facilidad para captar el acontecimiento metafísico –el espejo de una pasión, el chispazo de una emoción, la tensión de una espera- en las escenas y circunstancias más inmediatas, brilla igual, como atributo del artista, en la imagen visual o literaria.

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Medellín, enero 1995.

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Juan Rulfo. Fotógrafo. Medellín. Coeditores: Universidad Pontificia Bolivariana. Biblioteca Pública Piloto y Taller El Ángel Editor. 1995. Pág. 4..

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JUAN RULFO FOTÓGRAFO

Por: Samuel Tarsicio Valencia Posada (1955-)

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“Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosas de brujería”.

Pedro Páramo

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El retrato en Juan Rulfo es una vocación religiosa. Más de 4.000 plaquetas fotográficas fueron encontradas en cajas de zapatos. Allí las guardaba. Como los personajes de sus cuentos y de su novela, también sus fotos eran peregrinas. Allí el silencio y la soledad que hay en todas las soledades.

Lo que su ojo registraba, su mano lo escribía. Sus manos y sus ojos, un solo espíritu en Juan Rulfo.

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Observemos estas fotos y comprobaremos la asombrosa realidad del mismo paisaje que respiramos en “Pedro Páramo”. Comprobaremos que “la vida no es muy seria en sus cosas”; pero igualmente que habrá un remedio, que en alguna parte habrá esperanza, como la que pide Juvencio Nava en “Diles que no me maten”. Tampoco tendremos que pedirle limosnas a la luna, esa luna inmensa que ilumina la tierra, transparentándola, purificándola, como se purifica Susana San Juan cuando se baña desnuda en la mar.

“Volví yo. Volvería siempre. El mar moja mis tobillos y se va, moja mis rodillas, mis muslos. Rodea mi cintura con sus brazos. Suave, da vueltas sobre mis senos; se abraza de mi cuello, aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él entera. Me entrego a él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar pedazo”.

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Juan Rulfo. Fotógrafo / Samuel Tarsicio valencia Posada.  Medellín. Coeditores: Universidad Pontificia Bolivariana. Biblioteca Pública Piloto y Taller El Ángel Editor. 1995. Contraportada.

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Por: Oscar Jairo González Hernández.

Profesor Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín.

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Óscar Rojas. Monumento al Arriero.

Óscar Rojas. Monumento al Arriero.

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Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

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Una de las innumerables tareas del Historiador del Arte como ciudadano que es, sin duda, se concentra y radica en el hecho mismo, de intentar desde su  medio y formación, -interés y tensión de su formación- efectuar y proponer para sí mismo y para los otros, trayectos de intervención de la ciudad, que propicien el conocimiento de ella y formen una conciencia sobre el hecho mismo de ser ciudadanos de  y en ella;  dado que la ciudad, también constituye un elemento esencial de la historia del arte moderno y contemporáneo. Como bien lo concibieron y realizaron muy, todavía hoy, interesantes estudios y reflexiones, como las de Lewis Mumford (La ciudad en la historia) y Giulio Carlo Argan (Historia del arte como historia de la ciudad).

Ese conocimiento de la ciudad, para el Historiador del Arte, se construye y se fortalece de la misma manera, cuando interviene y se instala en la ciudad misma, desde y con los fundamentos sensibles de la percepción que tiene de la ciudad y cómo lo hace y desde dónde lo hace, para hacer visible la Ciudad del Arte; no el arte en la ciudad que le interesa y sobre el cuál incrusta e inserta un dominio y proyecta ese dominio de manera totalitaria, porque ha de interesarle es todo el Arte que se hace y que hay en la ciudad y para la ciudad, o sea de alcance en la formación estética e histórica, de la vida de los ciudadanos. Porque si bien, es necesario, como lo consideran muchos  historiadores burócratas del arte,  tener, solamente y con ese obtuso propósito,  una ciudad “llena” de esculturas, no quiere esto decir, que sea una Ciudad del Arte.

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Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

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Pero lo que tiene aquí que decir el Historiador del Arte, no trata solamente de lo que a él le interesa, como ya hemos dicho, sino del Arte que en realidad forma y construye membrana misma de la ciudad. En  el trayecto que el ciudadano  hace hacia el Palacio de Exposiciones observa que, la Administración Municipal,  ha realizado una muy extraordinaria transformación del Puente y la Glorieta de la Avenida 33; pero nunca se ha hecho nada, ni ha mostrado interés por hacer una nueva propuesta, al escultor Óscar Rojas sobre su escultura, desaparecida hace ya muchos años, o por el contrario, proceder a derribar el pedestal que se encuentra allí en esa Glorieta, incólume, y sin finalidad y convirtiéndose lentamente en ruina . No pienso, que conste,  en Fernando González ante las ruinas de Pompeya, como lo narra  en El Hermafrodita dormido.

¿O es que se ha quedado allí, por decisión de las Administraciones Municipales, que han permanecido imperturbables  indolentes ante ese vacío,  como parte de su política cultural? No lo creemos.

Consideramos que también debe interesarnos la Ciudad del Arte, no sólo a los Historiadores del Arte o a los Señores que coordinan y los Encuentros Culturales, los Salones (Inter) Nacionales del Arte, en la ciudad, sino también a todos los ciudadanos que cada vez reclaman ese espacio, como parte de la formación de su humanidad, y que puede contribuir de manera decidida y eficazmente a su formación sensitiva, y de esa manera participar e intervenir en la formación y construcción del ciudadano y de la ciudad en la que todos hacemos trayecto como en una hermosa e indestructible Instalación, que cambia y se transforma con nosotros.

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Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

Fotografía: Juan David López Vera. 2012.

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Por: Óscar Jairo González Hernández.

Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín.

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Oscar Jairo González Hernández

Oscar Jairo González Hernández y Lucía Donadio

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Es indudable que estamos abocados a tratar este tema, por el mismo carácter de actualidad que tendrá cada vez que se hable de la necesidad  de la lectura y por las implicaciones que se derivan de esta reflexión y acción, en la medida en que la lectura es fundamental en la formación de una persona.

No se puede, de cierta manera, continuar  diciendo y además, imponiendo una lectura en la que, parezca que lo más importante sea el leer por leer. Es necesario e imperioso, buscar las herramientas funcionales y prácticas,  para proveer a la lectura de una orientación y finalidad. No hay porque temer decidir darle a la lectura una orientación y una finalidad, para así  poder decir y proyectar, que es  y  que se propone. O sea, indicar claramente que esa lectura, tiene como propósito y finalidad,  la formación del ciudadano. Y que esta orientada hacia ese propósito y con una intencionalidad expresa y explícita: La formación del ciudadano. Es allí donde debería radicar el propósito y el interés mayúsculo.

Porque se habla mucho y se repite de manera frecuente que hay que inducir a la lectura, pero nunca o raras veces se dice para qué y por qué se ha de inducir a la lectura, o porque necesitamos de la lectura. Y es más, nunca se dice de la lectura de qué y si es de la literatura, como se deduce, entonces ha de decirse también de cuál literatura, para saber a ciencia cierta, hacia donde  lleva y hacia donde conduce y de ese modo entonces conocer el resultado de la formación de ese lector y de ese ciudadano. Y no se quede en la mera abstracción.

No es lo mismo leer a Verne que a Camus; leer a Carroll que a Fernando González; leer a Rilke que a Cortázar; o leer a Dostoievski que a Gonzalo Arango.   Y no se trata de condicionar la lectura, de inscribir al lector en una sola realidad como lector, en una sola  visión como lector, sino de llevarlo hacia una formación, en la que y desde la que él determine el por qué y el para qué lee. Por eso mismo decir: Hay que leer, tiene que ver también y de manera muy sustancial y fundamental, con el para qué y por qué se lee o se leerá.

Cuando se incrusta la dimensión de la lectura con un propósito y con una finalidad clara, es mucho mayor el resultado que se puede obtener. No es, como hemos dicho, impulsar la lectura por que sí, por decir que se está impulsando, y presentar de manera absurda y delirante unos números, una medición de la cantidad de lectores, como un indicador de la tarea, que no tiene asidero en la realidad, porque ese asidero en la realidad, en nuestra consideración y criterio, lo da es el propósito, con el cuál se impulsa y proyecta la necesidad de la lectura, o sea, el para qué y el por qué.

Y es allí donde puede medirse el resultado y conocerse ampliamente en la formación humanística y el sentido humanístico que la literatura, desarrolla en cada ciudadano, en la formación de cada ciudadano. Y hacerla entonces, para cada lector libre, como decía Bachelard, una necesidad, para que entonces el lector pueda decir: Desde la mañana, delante de los libros acumulados sobre mi mesa, le hago al dios de la lectura mi plegaria de lector insaciable: Nuestra hambre cotidiana dánosla hoy (1).

Y cuando se lee con una intención, con la intencionalidad consciente, no por ello se destruye  lo que Todorov experimenta y nos hace experimentar con la lectura:En mi época –sostiene Todorov-  de estudiante en la escuela y en el instituto seguí amando la literatura. Entrar en el universo de los escritores, clásicos o contemporáneos, búlgaros o extranjeros, cuyos textos leía íntegramente siempre me hacía estremecer de placer. Podía satisfacer mi curiosidad, vivir aventuras y sentir miedos y alegrías sin sufrir las frustraciones que acechaban mis relaciones con los niños y las niñas de mi edad entre los que vivía. No sabía lo que quería hacer en la vida, pero estaba seguro de que tendría que ver con la literatura (2).

La inducción a la lectura, ha de estar acompañada, sin duda,  del placer por la lectura, del hedonismo del lector; pero hacia la formación, y la formación de un ciudadano, que desde la literatura ha de construir y fortalecer aquello que le da sentido a su existencia como ser humano como tal y que le hace tener una mayor conciencia sobre su mundo, su realidad y su dimensión estética; indicando aquí que cuando hablamos de mayor conciencia no es por la cantidad, sino por la calidad y cualidad de sensibilidad que ella contribuye a desarrollar en cada ciudadano, para fortalecer la dimensión del trato con el Otro. Cuando hay dimensión estética del trato para y hacia el Otro, se substituye lo arbitrario, la irracionalidad  y lo burdo. Todo se hace estético y la literatura, participa de ello.

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Notas:

1. BACHELARD, Gastón. El derecho de soñar. México. Fondo de Cultura Económica. 1985.

2. TODOROV, Tzevtan. La literatura en peligro. Barcelona. Círculo de Lectores. 2007.  Págs. 9-10.

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Sin título.

Sinopsis

Los invitamos a estos cinco monólogos, donde estas cinco mujeres tejen dramatúrgicamente sus testimonios basados en hechos reales, que se instalan en un ámbito social, político y antropológico. Con esta obra el teatro La Hora 25 indaga sobre la dramaturgia del acontecimiento social, identificando el proceso las diferentes temáticas sobre desplazamiento, desarraigo y abandono, causado por más de 50 años de violencia en nuestro país.

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SEPTIEMBRE

LINA PASTORA MORENO

(GUADALUPE – ANTIOQUIA)

“ENTONCES TE PIENSO Y TRATO DE RECORDAR, TENGO LAS ENVOLTURAS DE PAPEL CONFITE DE LOS DULCES DE LA PRIMERA CITA, TENGO LA IMAGEN DE LA VIRGEN QUE ME REGALASSTE UN DOMINGO DE SEPTIEMBRE EN NUESTRO ANIVERSARIO”.

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ABRIL

LILA MARGARITA LÓPEZ

(MEDELLÍN – COLOMBIA)

“TODOS SE VAN YENDO Y YO TE VEO, ¡AMOR MÍO! LLORAR DESGARRADO, ARRASTRADO POR EL DOLOR, MIRAS NUESTRO HIJO Y TODA LA NATURALEZA TE ARROBA ¿LO ENTIENDES? TÓMALO DE SU AMO AMOR MÍO, Y ACÉRCATE A MI TUMBA, JUNTOS COMO SI FUÉRAMOS UNA FAMILIA”.

ACTRIZ DE TEATRO QUE SE SUICIDÓ EN EL AÑO 2005.

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OCTUBRE

ADELA MOSQUERA

(APARTADÓ ANTIOQUIA)

“CUANDO TENÍA TRECE AÑOS ME COLGARON UN FUSIL EN EL HOMBRO, MIS BRAZOS EMPUÑABAN ACEROS, ME CORTARON MIS TRENZAS, ME VISTIERON DE HOMBRE Y ME ENSEÑARON A ESCUPIR FUEGO, YO ME PARECÍA A LA SELVA. COMO SI FUÉRAMOS INSECTOS, DEBÍA HABER UN PAÍS SIN HOMBRES, SÓLO INSECTOS QUE VUELAN PERSIGUIENDO EL PERFUME DE LAS FLORES”

SU FAMILIA FUE DESAPARECIDA POR EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO Y FUE ASESINADA EN UNA MASACRE HECHA POR PARAMILITARES.

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MAYO

LORENA CASTRILLÓN

(BOGOTÁ – COLOMBIA)

“DE QUE ME SIRVIERON TODOS ESTOS AÑOS CON EL CORAZÓN LATIENDO, ME AVERGONCÉ DE TU AMOR, TUS MANOS CULPABLES DE TODOS LOS CRÍMENES APRETABAN CAMÁNDULAS Y ESCAPULARIOS”

MUJER QUE LE CORTÓ EL PENE A SU ESPOSO Y ACTUALMENTE PAGA CADENA PERPETUA EN UNA CÁRCEL.

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JUNIO

YENNI MORALES

(ARAUCA – COLOMBIA)

“MI VEREDA SE LLAMA FLOR AMARILLA, HAY TANTAS FLORES AMARILLAS EN VERANO, QUE ABUNDAN LAS MARIPOSITAS, AHORA ESTAMOS LOS TRES, AHORA ESTA MAMÁ, AHORA ESTÁ PAPÁ, AHORA ESTAMOS LOS CINCO Y MIRAMOS DESDE EL CIELO MI CASA, TAN SOLA A VECES, TODO ES FUEGO, RESONAR DE FUSILES Y GRITOS DE FURIAS Y VICTORIAS”.

NIÑA ASESINADA POR UN INTEGRANTE DE LA FUERZAS ARMADAS DE COLOMBIA.

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EL PAÍS DE LAS MUJERES HERMOSAS

Por: Ramiro Tejada (1954-)

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Ramiro Tejada. Fotografía: Ilvar Carantón.

Ramiro Tejada. Fotografía: Ilvar Carantón.

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Poética del acontecer: Hay en esta obra del Teatro la Hora 25 un hálito, un soplo vital. Es como si se quisiera de un tajo beber todo el dolor que nos genera este país con sus tragedias del diario vivir (y morir).

Dolor incesante ante la impotencia y también la esperanza. En ello se nos va la vida, en restituir la dignidad de las víctimas, de todas las víctimas de las violencias manifiestas y ocultas, las sutiles violencias cotidianas que igual taladran hondo en el corazón.

Hubo un tiempo en que se creía que el teatro era vía de escape, mera diversión y entretenimiento baladí, banal, que fuera algo así como una tregua con la realidad. Para qué hurgar la herida?, se decía, nos decían. De ello da buena cuenta el sinnúmero de revistas light que retratan idem a la gente light, de allí que se dieran a la tarea de registrar los top, las puntas del iceberg de la farándula, a las “mujeres hermosas”.

Hay, por fortuna, otra concepción del arte, vigente todavía, minoritaria si se quiere, que no escamotea la realidad ni escatima creación. Ya no el viejo teatro de denuncia de los años setenta, no, éste es un teatro elaborado, técnicamente perfecto, verosímilmente interpretado, que da cuenta de una realidad inevitable, pero que no la rehúye ni la soslaya. Sin eufemismos ni retórica los cinco monólogos a los que asistimos nos van revelando como en un daguerrotipo intemporal su trasegar por los vastos territorios del terror. Cada una desanda su tragedia, la hace verbo, la carga de acción dramática limpia.

Aquí septiembre, nefasto desenlace de un ser que no renuncia a la búsqueda de su ser amado, desaparecido ya hace veinticinco años, pero en ella la esperanza aún sonríe. Allí Abril y su loco delirio de juventud, desasosiego, desamor, honda herida que la lanza al vacío irrefrenable. Ahora es Octubre la que nos devuelve en el tiempo, reclutada a la fuerza por las oscuras fuerzas del desorden institucional, víctima a su vez de las nunca olvidadas masacres. Viene luego Mayo vierte a cántaros su pasión, de cómo se “avergonzó de su amor” y desamor y de cómo restituyó su dignidad en un acto ominoso pero liberador. Y al final, sólo al final, como quien reserva para el final sus últimos vestigios de ternura, nos llega la voz de una niña, madre forzada ante la pérdida de su madre, Junio, como una diosa nos regala su relato desgarrador, relato del cual tengo ya el recuerdo, los niños del Arauca asesinados por un comandante militar, en tonada de “pajarillo pajarillo” nos instala en su color local.

Una suerte de dramaturgia “al alimón” ésta de Jorge Iván Grisales y Farley Velásquez, que le otorga la palabra a las víctimas: Tras la honda herida del dolor, es la palabra la que les restituye en su dignidad. He aquí la hermosura esencial de la que habla ésta bien lograda puesta en escena.

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FARFALLA LIBÉLLULA HAIKÚ

Por: Tarsicio Valencia (1955-)

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Libéllula Farfalla
Vuela Haiku
Mujeres mantis del jardín

Mussa

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1

Isa juega con sus gorriones
Entre los niños con sus kimonos
Él con su traje
Remendado

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2

En mi pueblo

El rosal no existe

En la puerta de la casa

Un candado de dolor

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3

El vacío de una mano

Silencio en el corazón

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4

En lecho de muerto

La nieve escribió la gracia de lo alto

La poesía de la pureza

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5

La mariposa del jardín

La orquídea se sonroja

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6

Ahí viene don caballo

Trota y se asusta

Con la luz de los cocuyos

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7

Pequeña farfalla

Sigue tu camino

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8

Silencio

Caracol

¡Llegaste!

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9

Conduce amor

Al sol

Y demás estrellas

Cantó el Dante

Caronte espera

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10

El zancudo en la cocina

¿Duerme?

La seta

Lo arrebata

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Sin título

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Libéllula

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“La paloma blanca
Y la lengua roja
Colocan su mirada
En lo cotidiano de la mañana”

José Lezama Lima

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1

En la mañana la mantis

Recuerda el bien

Socorre el jardín y su incienso

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2

En el centro

Del haiku

La imagen

El trino en la ventana

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3

Arreboles al atardecer

Agua al amanecer

La orquídea

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4

En el adiós

La paloma

Blanca la mano

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5

Farfalla

Húmeda de rocío

El beso

.

6

Sandías

Y zapotes

Sol rojo

En la montaña

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7

Orquídea

Bajo la lluvia

Iris la cubre

Con su manto

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8

Silencio

Está naciendo

El rumor del agua

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9

Profesor de geografía

¿Dónde en el globo

La luna

Sagrada de los bosques?

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10

Lluvia benigna

De la noche

Llama al recuerdo

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Sin título

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Farfalla / Libéllula / Haiku. Medellín. Taller El Ángel Editor. 2013. Págs. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10.

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NUEVA ENCICLOPEDIA

Por: Alberto Savinio (1891-1952)

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Alberto Savinio

Alberto Savinio

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Tan descontento estoy de las enciclopedias que me he hecho la mía propia para mi uso personal. Arthur Schopenhauer estaba tan descontento de las historias de filosofía, que se hizo la suya propia para su uso personal.

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TEATRO (Fragmento)

¿Parece acaso excesiva esta introducción para las pocas, poquísimas, palabras que pienso decir sobre el teatro…, y para decir cómo será el espectáculo de mañana y cómo lo veo yo? El teatro es el reflejo, en escena, de la condición del universo, y lo que he querido mostrar es de “qué” universo querría yo que el teatro deba convertirse en reflejo. Un teatro en el que el universo se reflejara entero; un teatro en el que, junto con los personajes que, hasta ahora, pasaban por el escenario con mortífera monotonía, aparezcan y actúen también los personajes que quedaban hasta ahora en la sombra o que nadie había siquiera pensado considerar como tales; un teatro en el que el hombre se muestre entero y lleve a las candilejas todas las partes de sí mismo que hasta ahora estaban ocultas por pudor, o por temor, o por ignorancia, o por pereza; un teatro en el que, junto con el hombre, hablen también las cosas, los elementos, incluso los pensamientos, las hipótesis, los recuerdos que habían quedado sin dueño; un teatro en el que un armario abra de par en par sus puertas y, con voz olorosa a naftalina, a antiguos perfumes, a sudores embalsamados, narre sus memorias a un público palpitante de curiosidad; un teatro en el que la butaca evoque sus recuerdos de infancia y nos revele las relaciones que hay entre muebles y personas; un teatro en el que el Aire recoja en torno a sí su ropón de cola y nos haga saber qué es lo que tanto le atrae de nuestro interior para frecuentarlo de manera tan asidua; un teatro en el que la música se haga prosa para hablarnos de su vida íntima, y la prosa se haga música para revelarnos sus momentos de lirismo; un teatro en el que el Mar confiese sus culpas y restituya, sumidas en sus ataúdes, a sus víctimas; un teatro en el que viva todo cuanto vive en el universo, formando parte de él sin restricciones, sin simulaciones, sin máscara. Y entonces el teatro será digno del nombre que lleva, de cosa digna de ser vista.

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Traducción del italiano de JESÚS PARDO.

Nueva enciclopedia. Barcelona. Acantilado. 2010. Pág. 372-373.

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Pablo Turó. Fotografía: Acción Poética-Guatapé (Ant.)

Pablo Turó. Fotografía: Acción Poética-Guatapé (Ant.)

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Sin título.

PABLO TURÓ EN EL ESPEJO FRAGMENTADO

Por: Eufrasio Guzmán Mesa (1951-)

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Epitafio

Cuando despertaste no te diste cuenta;
no sabes que estuviste dormido.
Del sueño a la vigilia no hay sino un paso.
No supiste ni sabrás que estás muerto.

Pablo Turó

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En el agua clara de la memoria y de la vida Pablo sigue vivo. No se alarma con la finitud o los cristales, no pide más que un relato de sus iguales. Para hacer el nosotros lo ubicamos en el sueño, en el recuerdo, en el espejo fracturado, deshilado su destello tan amigo de la noche, siguiendo los versos de Borges:

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Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

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Pido disculpas por empezar hablando de mí si lo que queremos es hablar de Pablo Turó. Anoto que los amigos esenciales son un extraño espejo craquelado de nuestra propia condición, no nos reflejan sino que nos muestran en otra dimensión, ya porque son una extensión y profundización milenaria de un sueño humano o son una interpelación numinosa, un reclamo, una crítica demoledora, un fulminante experimento de la propia vida en contra nuestra y a favor de la especie.

Conocí a Pablo el primer día de clase del inicio del semestre de 1973 en la carrera de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana. Yo había terminado bachillerato en el Colegio San Pablo, un experimento de educación para la emancipación con el apoyo en la pedagogía de la liberación de Paulo Freire, los esfuerzos del grupo de sacerdotes de Golconda [1] creo que derivó en este tipo de ensayos de educar para la liberación en un país como el nuestro asentado en un conservadurismo y una concepción tan estrecha de la forma de ser católico que era una realidad que no se llegaba a la presidencia de la nación sin la venia del cardenal primado. En el documental de Francisco Norden sobre Camilo el cura guerrillero se ve a varios presidentes, incluidos liberales, besando el anillo de Monseñor. En estos comienzos del tercer milenio D.C. eso tiene una connotación extraña habida cuenta del auge mundial de las mafias.

El Rector de la Universidad Católica en la cual me matriculé era un sacerdote que nos recibía en la mañana repartiendo naranjas y nos trataba más como feligreses que como estudiantes. En el programa de Filosofía había ya buenos profesores seglares y la mayoría de los estudiantes eran religiosos y sólo hacía unos cuantos semestres veníamos entrando jóvenes con deseos de dedicarnos al cultivo del intelecto. Llegó tarde a clase Pablo, un joven alto de cabellera rubia y ensortijada, calzado con unos inusuales zapatos de suela goma cruda con capada de terciopelo rojo y entró dejando en el aire un delicioso olor a un perfume que recordaba al mismo tiempo el moho, el musgo fresco y el cáñamo ardiendo. Pasó entre las filas y se sentó en el último asiento.

No imaginé que tan singular personaje erosionaría mis nociones de realidad, mi sentido de la esperanza como capacidad de producir cambio social y me abriría el mundo de la literatura como exploración en el psiquismo humano y placer en el mundo de la imaginación. Mi marxismo escolar, mi realismo ingenuo, mi confianza en la esperanza como virtud teologal y motor del cambio social, mi visión de la literatura como espejo de la sociedad quedarían heridos de muerte en pocos semestres. Más que un alumno Pablo se convirtió en un profesor lúcido y paciente que a mis lecturas de Cien años de soledady La Ciudad y los perros, sumó las de Lezama Lima, Macedonio Fernández y Felisberto Hernández, me reconectó con mi Julio Garmendia y me permitió comprender mejor a Kafka, Gombrowicz o Witkiewicz. No podría enumerar las autores a los cuales me acercó con delicia y alegría. Pero esas lecturas no fueron sino un paladeo inicial para lo que sería una avalancha de desconstrucciones y confirmaciones de sentido, sobre el significado profundo del honor, el triunfo, lo bello y lo bueno. Digo que el sentido mismo del agua y la tierra fueron para mi nuevos, yo que había crecido entre los bosques de cipreses y las aguas frescas de Miraflores.

Un amigo es alguien que te ensancha el horizonte, te cuestiona tus metas y con él aprendí que la primera liberación valiosa es la que uno hace frente a todo dogmatismo y a todo sectarismo; con él entendí que no hay acontecimiento político externo que nos libere de la responsabilidad de darle sentidos intensos y ricos a nuestra propia vida. Entendí a su lado la idea de etnografía interior y pude leer a Löwry y a Beckett como quien entra en un territorio y un mar nuevos. Lo que más le debo agradecer, lo veo ahora después de cuarenta años, fue que me introdujo en el autor más estimulante de los psicoanalistas: Jung, una personalidad intelectual arrobadora, un mundo nuevo que estaba ya en mi alma y me ofrecía campo de exploración fascinante. Pero además del estudioso suizo del alma me presentó a los grandes investigadores del mito en el siglo XIX y XX. Poco antes de morir me ayudó a organizar una pequeña bibliografía sobre el mito, en un curso universitario que pudo haber dado el mismo Pablo con los ojos cerrados, sin releer una sola referencia. La incluyo como una simple muestra de su influencia en mí, de su erudición, de su memoria feliz [2]. Pero más que su erudición quiero mirar el espejo de su relación con los honores, lo bello y lo bueno, el aire y la tierra.

Uno. Honores. Ningún honor yo prefiero al que me dio mi maestra de kínder, no reparó sobre ciertas crueldades que yo practicaba con mis compañeritos y me otorgó al final del año la Copa de Bello Carácter. Recuerdo que el primer día de clase dibujó sobre la pizarra una rosa, luego un balde, después una rama: Doña Rosa Valderrama y el dibujo, su nombre y su hermosa persona quedaron grabadas en la memoria. Fue un año espléndido donde aprendí a leer, a sumar y restar, supe lo esencial. Ese diplomita si me afectó: Hizo una huella indeleble en mí saber que cualquier reconocimiento, diploma u honor entraña también un desconocimiento, una suerte de mentira inexpugnable, inefable; pasa igual creo yo con los títulos nobiliarios.

Uno no aspira a mayor cosa que en erigirse en el rey de su propia vida, pero ya sabemos que terminamos de pajes y sirvientes de imaginarios, roles, papeles, siempre estamos, al parecer, presos de escenarios o fuerzas que aceptamos o desconocemos. Pablo despreció todo eso. Al final de mi carrera como profesor esto me abruma y me da la sensación de camino fallido o salida en falso. Pablo no quiso nunca graduarse, ni competir, ni optar. Prefirió explorar por sí mismo e intentar el ejercicio de Macedonio Fernández de sentarse en el centro del patio y buscar descifrar el misterio del universo en unos pocos instantes.

Dos. Bello o bueno. Tener un bello carácter, lo supe recientemente por el insulto de un amigo, es opuesto a “tener carácter”, que entre nosotros se aplica a persona intransigente, inflexible y que generalmente se refugia en formas de entender dogmáticas y recurre a prácticas cotidianas de egotismo delirante. Siempre he asociado el carácter a una forma del gusto, a una manera de elegir o simpatizar. Creo que nuestro sentido del gusto tiene una extraña pero sólida relación con formas de la moralidad que subyacen y se encuentran en nuestro ser. Pablo era un ejemplo vivo de esto que nombro.

En lo más íntimo lo bello y lo bueno se ligan y unen destinos y posibilidades. Por ello una imagen puede decirle a nuestro ser cosas complejas e introducir el crucial problema del sentido de un modo certero y retador. Ser muro, piedra, acero; ser arena, fango, detritus; ser una moneda que se cambia, una fiesta que no termina, un balcón, un telescopio, una mina, un desierto. Uno puede ser cualquier cosa que se proponga: un presidente, un juglar o un rey, un esclavo de su sentido del honor o un servidor de su vida. Pablo no quería ser nada distinto a él mismo y por ello su signo era la simpatía, la risa, nunca la intransigencia, siempre la comprensión del otro.

Tres. Agua y tierra. Yo he sido flexible, amo el camino del agua como lo nombra el camino del Tao, no me gusta disputar, creo que hay una distorsión profunda en quien se arriesga a considerar que tiene razón siempre, sin sentir que su posición o argumento tiene implícitos otros que lo niegan o interpelan. Esto lo aprendí, más que en mis maestros, en mi condiscípulo Pablo. Los grandes polemistas tienen su lado delirante y oscuro que es revelador en ocasiones de ignorancias o cerrazón del espíritu. Pero dogmáticos disciplinados pueden llegar a mostrar mejores resultados que quienes creemos en la libertad, la empatía y la autorregulación. La lección más contundente de Pablo para mí fue conectarme con la relatividad, la difícil ubicación de la “realidad” o “lo real”. De manera intuitiva y feroz mi amigo devoraba en ciclones y aluviones todo residuo de realismo y lo enfrentaba a uno, por lo menos a mí, con argumentos amigables y simples, con desconstrucciones implacables del sentido común.

Cuatro. Político o solitario. Todo parece indicar que ser conciliador es contraproducente en la construcción de personalidad, sociedad o comunidad. La extrema flexibilidad o la tolerancia, parecen dañinas para hacer familia, fortalecer las instituciones que nos albergan o progresar en un sentido del cambio para el mejoramiento o lograr riqueza o poder estables. Así que esto de ser conciliador y sereno tiene un costo difícil de ponderar. Con Pablo compartí este valor o antivalor que me redime de todo resentimiento y me conecta con hacer las cosas de manera directa y clara, sin pretender un lucro, un premio, sencillamente porque hay que hacerlas, así sea regalar el patrimonio o emplear la herencia en coleccionar sonrisas y ademanes gratificantes.

Y en esos cuatro puntos yo puedo señalar la imagen que me entrega el espejo, piedra luminosa que me conecta con la memoria, y puedo afirmar que Pablo Turó desechó todos los honores o reconocimientos; creo que sólo aceptó el nombre y la sencillez de vivir en su interior, el de una festiva inteligencia y una imaginación hiperactiva. Siendo uno de los más prolíficos y abundantes de los lectores de nuestra generación, estando su vida signada por una abundancia de lecturas y de libros, que le permitió una familia holgada y un padre generoso, jamás esgrimió su profunda erudición para apabullar, lastimar o humillar a alguien, su saber era una fuente abierta y su generosidad como librero atentaron contra su propio proyecto comercial. Pero es que el afán de lucro, la eficiencia o el compromiso con el mundo eran en él inexistentes.

Renunció a todo título, identidad o forma institucional de presentación, jamás tuvo vínculo formal distinto a una matrícula con escuelas o universidades, hasta su identidad legal, cédula colombiana o pasaporte español, fueron esquivos, no quiso graduarse de nada, a regañadientes recibió su título de bachiller, se mantuvo incólume cerca de lo mejor de la infancia, como extranjero o extraterrestre:

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Lo siento. No ha podido gustarme este planeta. ¿Y ahora qué hacer? No me siento a gusto entre tanta estupidez oficializada o instituida como historia o pasado. ¿Por qué nací aquí? Ya nada podrá salvarme. De entre todos los mundos posibles ¿por qué nací irremediablemente en este? Pablo Turó.

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Es una nota de una libreta rescatada por sus alumnos de la vida, por los seguidores de sus últimos días, pero es del tiempo feliz cuando estudiábamos filosofía y Pablo tenía una bella librería, y mientras todos a su alrededor envejecíamos o madurábamos, alejándonos de la infinita posibilidad del ser que empieza siempre, él se mantenía vertiginosamente en la extrañeza, en otra dimensión que le proporcionaban su imaginación y su inteligencia. Esta libreta que menciono es un precioso ejemplo de lo que su mente exploraba y en ella, al son de las peticiones de libros, se entrega una percepción del tiempo y de algunas leyes esenciales.

Desde su percepción del tiempo, de la memoria, desde su vivencia de la extrañeza Pablo se mantenía en el ojo calmo del ciclón, en el vórtice de un acontecimiento, en la infinita posibilidad de la imagen y la imaginación. Era consistente su sensación de extraterritorialidad, su condición de peregrino bien expresada en la nota de mayo 23:

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Ustedes saben señores; no hay que tomar demasiado en serio a estos humanos; en el fondo, yo se los aseguro, ellos hacen lo que pueden. No los exterminen todavía, denles una oportunidad; yo sé que los ignoran porque se sienten aún demasiado débiles para comprender su insignificancia, porque no saben qué hacer con eso que llaman saber a lo que se han dedicado. Pero denles la oportunidad; no porque la merezcan, sino por lo pocos, los hay aunque pocos, lo sé, he sabido de ellos, que existen entre los humanos algunos que pueden, he visto a uno, y aunque solo fuera por él, prolonguen aún el tiempo hasta el cumplimiento de la sentencia; tal vez en ese lapso alcanzarán a darnos la sorpresa que ya desesperamos de esperar. Pablo Turó.

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Una buena expresión de esta profunda condición de inmaterial no saber se expresa de una manera lúcida en este texto que aparece en la agenda en la fecha 28 de febrero. No he leído ni oído una expresión tan categórica y profusa del punto de vista socrático:

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No sé que no sé;
no es que no sepa que no sé,
sino que no sé que es lo que no sé;

que ni siquiera sé si no sé algo
que sea o que no sea y que no sé;
y que si no fuese lo que no sé
entonces diría que sé lo que es
y que sé lo que no es
que es lo que no sé;
pero sé que no sé y que ni sé si sí sé
o no sé que es lo que no sé;
ni si lo que no sé si sí sé o no sé
si es o no es,
no sé entonces si sí sé o no sé si sí sé o
no sé algo de lo que es o no es,
como tampoco sé si sí sé o no sé si sí
sé o no sé que es y no es entre lo
que sé, y lo que no sé si sí sé o no sé,
y lo que sé que no sé, y lo que no sé
que sé, y lo que no sé que no sé;
resulta de ello que no sé si el es es o
no es ese es o cualquier otro; no sé si
sé o no sé si es sí es o no es, ni si
sí sé lo que es o si no sé qué es o
si ni sé que es ni no es o no es.
Así de sencillo.

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Y en la otra página comenta esta incursión tan apretada y densa y continúa en su sostenido tono de pregunta incesante, redoblada:

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Ante tamaña ignorancia tiendo a sentirme confundido, y por ello, algo molesto. Dudo, y pido excusas por todo lo que olvido, por temor, por respeto, por desconocimiento, por descuido y (¡por lo menos!) por alguna otra razón que olvido; por estos olvidos que recuerdo y por los que habré olvidado, y por los que no he conocido, no recuerdo qué era lo que debía decirles. Desalentado, dudo. Me dirijo a una silla. Me siento llegar a la silla y me siento al llegar a la silla. Y me siento sentándome y sentado me siento sentirme sentarme entonces me creo creyéndome creándome creyente, recreo reconfiando y reformando. ¿Sé qué se es? No sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es entretanto me siento, creo, o creo que creo, creyendo crear, creando creencias, siento que creo creyendo sentir lo creído creado, sintiendo crear lo creado creíble creado, siento sentir sentar creer crear creando sentar sentirse no sé qué cosa… entretanto me siento y me siento, me creo y me creo, y no sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es y ya no me importa mucho. Sentado un sentido y sentido sentado, creada la creencia y creída la creación. Y punto. ¡Ah! Se me olvidaba… por poco lo omito: ¡y nada más! Pablo Turó.

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Paradoja fuerte esa de olvidar y recordar, saber que no se sabe, entrar en el silencio más diciente, más conversador y eso era posible porque él tenía un carácter de dulzura inefable que se expresaba en su amor indeclinable por los animales, por encima de su aprecio por las personas, algo en relación con lo anterior que era su suerte de irrealidad permanente de vivir en el no tiempo del sin tiempo. Esta crónica del canario que transcribo a continuación, un canario que devora el tiempo es una bella pieza de sensibilidad animal, irreverencia frente a la ineluctabilidad del pasar las cosas y declinar la fuerza o transformarse.

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CRÓNICA: Por algo es que es un pájaro el que vive. El tiempo vuela dentro de los viejos relojes cucú. El tiempo es oro. Todo el mundo lo sabe; y todos también saben que ese metal es muy pesado y poco aéreo. Si el tiempo vuela, es porque no es de oro metálico, sino tan solo del color dorado. El tiempo es un pájaro dorado. No es accidental que sea uno de ellos el habitante de los relojes animados (cucos). El tiempo es un canario. En el patio de mi casa hay una jaula para que el tiempo no se vuele, porque nadie quiere que el tiempo se pierda. A mi familia le gusta disponer de su propio tiempo en casa. Anoche el tiempo comió alpiste y mostaza. Anoche al tiempo se lo comió el gato. Por eso en mi casa ya no nos pasa nada, desde anoche no tenemos tiempo, no nos queda ni un poquito para nada. Ahora solo el gato tiene tiempo en la barriga. Y se lo está gastando en dormir al sol y en ronroneos. Pablo Turó.

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Pablo como el gato ha devorado el canario que a su vez ha devorado el tiempo y por ello puedo decir que Pablo es una imagen firme y superior a todo espejo que reduplica la imagen o la retorna deformada, como la amistad o como el fuego, como la hoguera de los sueños que lo gobernaron: ser de otra parte, obedecer a leyes siderales, por ello como cliente de su librería, metódico, austero, no me olvidaré de su lema que contrariaba su innegable habilidad matemática:

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Tranquilos! No se arrepientan!
No pierdan su tiempo en cuentas
suficiente harán con borrarlo todo
más tarde a fuerza de inexistencia.
Pablo Turó.

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Notas:.

[1] El grupo sacerdotal «Golconda» fue una asociación de clérigos católicos colombianos que decidieron trabajar mancomunadamente a finales de los años 60 y comienzos de los 70, bajo la orientación de la manifestación de la nueva teología social latinoamericana que posteriormente se conocería como «Teología de la liberación«. Sin embargo, la composición de Golconda era heterogénea y en él grupo se manifestaron diversas posiciones políticas. Aunque en el grupo participaba el obispo Gerardo Valencia Cano, la dirección real corría por cuenta del Pbro. René García. Al poco tiempo, varios de sus integrantes radicalizaron su discurso y algunos miembros del grupo terminaron por vincularse con grupos guerrilleros como el M-19, el ELN, o las FARC. De hecho, los españoles Domingo Laín Sanz, Manuel Pérez Martínez y José Antonio Jiménez Comín ingresaron a la guerrilla del ELN. La primera reunión del grupo se hizo en julio de 1968 en la finca de «Golconda» ubicada en el municipio de Viotá, departamento de Cundinamarca, Colombia. De ahí el nombre de la asociación. En un comienzo se buscó estudiar y profundizar la encíclica Populorum Progressio que en 1967 había publicado el papa Pablo VI, pero en las reuniones siguientes se hicieron sendos análisis de la situación social, económica y política colombiana y el papel que la Iglesia Católica tenía en ello. Wikipedia.

[2] Agrippa, Enrique Cornelio. Filosofía oculta, Magia natural. Agustín, San. Sobre la felicidad..Burkchardt, J. Historia de la cultura griega. 5T .Camarero Antonio. Sócrates y las creencias demónicas griegas. Campbell., Joseph. El héroe de las mil caras.. Celso. El discurso verdadero contra los cristianos. Colli Giorgio. La sabiduría griega. Colli Giorgio, El Nacimiento de la Filosofía. CulinauIoan P. Eros y magia en el Renacimiento.Detienne, Marcel. La invención de la mitología. Díez de Velasco Francisco. Los caminos de la muerte: Religión, rito e imágenes del paso al mas allá en la Grecia Antigua. Dodds. Los griegos y los irracional. Dumézil Georges. Del mito a la novela. Dumézil Georges. El destino del guerrero. Dumézil Georges. Los dioses de los indoeuropeos. Eliade, Mircea. Herreros y Alquimistas. Farrington. Ciencia y Filosofía en la antigüedad. Hesíodo. Los trabajos y los días. Jaeger Werner. Cristianismo primitivo y paideia Griega.Jaeger, Werner. La Teología de los primeros filósofos griegos. Jaeger Werner. Paideia. Kerenyi, Karl. La religión antigua… Kerenyi, Karl. Dionisos: Raíz de la vida indestructible. Levi-Strauss, Claude. Mito significado.Nietzsche, Friederich. Ditirambos de Dionysos… Nietzsche. Freiderich. El Origen de la Tragedia. Otto, Walter F. Dioniso: mito culto. Patocka, Jan. Platón y Europa. Rank. O. El mito del nacimiento del héroe. Rohde, Erwin. Psique. El culto de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos. 2 T. Róheim, Géza. Fuego en el dragón y otros ensayos psicoanalíticos sobre el folklore. Vernant, Jean Pierre. Mito y pensamiento en la antigua Grecia..Zimmer, Heinrich. El rey y el cadáver. Cuentos psicológicos sobre la conquista del mal.

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Sin título1.

DE LAS LIBRETAS DE PABLO TURÓ (1955-2011)

Transcripción: David Guzmán

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Sobre Euclides: La potenciación de un punto (infinitos puntos) en la línea opera la apertura de una nueva infinitud; la de esta en el plano abre otra y la del anterior en el espacio cubiculado euclídeo una más. La introducción de la dimensión temporal otra de nuevo. Cada nueva forma de la infinitud es más amplia que las anteriores.

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Sin título2.

ALARIDO:
Si las canciones se cantan
las poesías se gritan
para que sean oídas
y si se gritan
se gritan fuerte
siempre lo más fuerte
entendiendo que
la fortaleza de un grito
no se mide en decibeles siempre.

.Sin título3.

Dirigir la actualidad de alguien mencionando su yo como motor en la referencia a la actividad general de la existencia. Esto sirve para colocar a la persona en una situación en que se trata de perpetuar responsándose de toda dirección de sentido que le dirija. Al que no se vea desde hace días o al que se muestre reticente (incitador) a ser buscado: Ud. Que se hace buscar tanto (traer del rincón oscuro del sótano o desván, arriba y abajo?, al estudio comedor de la conciencia) en lugar  de – que se ve tan poco que se deja ver tan poco.

.Sin título4.

Sabemos que el tiempo es otra cosa cuando apagamos (o se nos apaga) el reloj de la conciencia. El tiempo fluye, de acuerdo, pero no necesariamente como el continuo de una línea (ejemplos de alucinogenia, con hongos y con LSD)

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Sin título5.

Diario de viaje: llamado así por no gastar fuerzas en luchar contra la costumbre; las notas bajo tal nombre recopiladas no se corresponden “exactamente” con ninguna secuencia de escritura periódica, en su mayoría fueron elaboradas posteriormente a la experiencia narrada aunque a veces no lo delaten; tampoco implican desplazamientos espaciales en la concepción vulgar de tales.

.Sin título6.

Mi vida se cuenta muy rápido: nací… y aquí estoy

También fue su epitafio

Telegrama a RroseSélavy: “lanzo los dados: da dos.

No veintitrés: noventitrés. Tuyo: el telegrama”.

¿Esclavos? ¡Ojalá! La esclavitud se sacude de un golpe.

¡Estornillos! ¿O no se ha tenido noticia de los adelantos en las técnicas de sujeción?

¿Qué significa esta pregunta?
¿Qué querrás decirme con estas palabras?
¿Cuál es la respuesta a esta pregunta?
¿Querrán decir algo las palabras de esta frase?
¿Quién puede contestar esta pregunta?

¿CÓMO HACER RETÓRICA ANTE LA ELOCUENCIA DE UN SILENCIO?

*

No sé que no sé;
No es que no sepa que no sé,
Sino que no sé que es lo que no sé;

Que ni siquiera sé si no sé algo
Que sea o que no sea y que no sé;
Y que si no fuese lo que no sé
Entonces diría que sé lo que es
Y que sé lo que no es
Que es lo que no sé;
Pero sé que no sé y que ni sé si sí sé
O no sé que es lo que no sé;
Ni si lo que no sé si sí sé o no sé
Si es o no es,
No sé entonces si sí sé o no sé si sí sé o
no sé algo de lo que es o no es,
como tampoco sé si sí sé o no sé si sí
sé o no sé que es y no es entre lo
que sé, y lo que no sé si sí sé o no sé,
y lo que sé que no sé, y lo que no sé
que sé, y lo que no sé que no sé;
resulta de ello que no sé si el es es o
no es ese es o cualquier otro; no sé si
sé o no sé si es sí es o no es, ni si
sí sé lo que es o si no sé qué es o
si ni sé que es ni no es o no es.
Así de sencillo.

.Sin título7.

Ante (mi) tamaña ignorancia tiendo a sentirme confundido, y por ello, algo molesto. Dudo, y pido excusas por todo lo que olvido, por temor, por respeto, por desconocimiento, por descuido y (¡por lo menos!) por alguna otra razón que olvido; por estos olvidos que recuerdo y por los que habré olvidado, y por los que no he conocido, no recuerdo qué era lo que debía decirles. Desalentado, dudo. Me dirijo a una silla. Me siento llegar a la silla y me siento al llegar a la silla. Y me siento sentándome y sentado me siento sentirme sentarme entonces me creo creyéndome creándome creyente, recreo reconfiando y reformando. ¿Sé qué se es? No sé si sí séo no sé si sí se es o no se es entretanto me siento, creo, o creo que creo, creyendo crear, creando creencias, siento que creo creyendo sentir lo creído creado, sintiendo crear lo creado creíble creado, siento sentir sentar creer  crear creando sentar sentirse no sé qué cosa… entretanto me siento y me siento, me creo y me creo, y no sé si sí sé o no sé si sí se es o no se es y ya no me importa mucho.

Sentado un sentido y sentido sentado, creada la creencia y creída la creación. Y punto.

¡Ah! Se me olvidaba… por poco lo omito: ¡y nada más!

El saltimbanqui de la tinta se retuerce bajo mis ojos distrayendo mi mirada de mi pensamiento por medio del sutil e incomprensible embrujo de la palabra escrita.

Trepanando un cascote de silencio, en un desesperado intento por desentrañar los misterios contenidos por la botella de tinta.

.Sin título8.

La originalidad tratada como problema no en tanto a un comienzo como a la singularidad en la connotación del texto. La singularidad tiene cierta originalidad virtual, en cuanto puede fijarse arbitrariamente cualquier momento como comienzo de un desarrollo en algún sentido posible que posibilite (todos).

.Sin título9.

(…) de predecir con absoluta exactitud, el momento en que esta condición, necesaria por otra parte, comienza a desbocarse, a resultar un problema. Entonces hay, por así decirlo, algo así como recolección de cosecha. Hablaré de granos para que se me entienda, pero se trata más bien de humanos. En el área cultivada, se escogen aquellos frutos que ofrecen más posibilidades. Hablemos de maíz. Mutiladas las mazorcas de sus granos más fuertes, el maizal entero se ve en problemas. Resulta la crisis, pero es factible suponer que sobreviva. Los granos escogidos, privados del apoyo de la planta, del suelo abonado, de todo sostén.

.Sin título10.

Feliz aquella mujer que no conocido, aquella a la que nunca he importunado con mis vanas quejas, la que no sabe que existo.

Amo la distancia que de ti me separa.

.Sin título11.

Nunca diré que no a partir de este momento; nunca más me negaré.

Nunca diré que no
a partir de este momento;
nunca más me negaré,
así exijo mi juramento
tampoco me negaré

a quebrantarlo (dado el caso) (por supuesto) de conservarlo en pedazos

Tampoco ya juraré
Cuando pase este otro verso
No lo juro porque ya no puedo
Pero si me lo piden lo haré
Sin problemas el momento
Así lo haré. Lo juro.

.Sin título12.

Ustedes saben señores; no hay que tomar demasiado en serio a estos humanos; en el fondo, yo se los aseguro, ellos hacen lo que pueden. No los exterminen todavía, denles una oportunidad; yo sé que los ignoran porque se sienten aún demasiado débiles para comprender su insignificancia, porque no saben qué hacer con eso que llaman saber a lo que se han dedicado. Pero denles la oportunidad; no porque la merezcan, sino por lo pocos, los hay aunque pocos, lo sé, he sabido de ellos, que existen entre los humanos algunos que pueden, he visto a uno, y aunque solo fuera por él, prolonguen aún el tiempo hasta el cumplimiento de la sentencia; tal vez en ese lapso alcanzarán a darnos la sorpresa que ya desesperamos de esperar.

.Sin título13.

CRÓNICA: Por algo es que es un pájaro el que vive.

El tiempo vuela dentro de los viejos relojes cucú

El tiempo es oro

Todo el mundo lo sabe; y todos también saben que ese metal es muy pesado y poco aéreo. Si el tiempo vuela, es porque no es de oro metálico, sino tan solo del color dorado. El tiempo es un pájaro dorado. No es accidental que sea uno de ellos el habitante de los relojes animados (cucos).

El tiempo es un canario.

En el patio de mi casa hay una jaula para que el tiempo no se vuele, porque nadie quiere que el tiempo se pierda.

A mi familia le gusta disponer de su propio tiempo en casa.

Anoche el tiempo comió alpiste y mostaza.

Anoche al tiempo se lo comió el gato.

Por eso en mi casa ya no nos pasa nada, desde anoche no tenemos tiempo, no nos queda ni un poquito para nada. Ahora solo el gato tiene tiempo en la barriga. Y se lo está gastante en dormir al sol y en ronroneos.

.Sin título14.

Lo siento. No ha podido gustarme este planeta. ¿Y ahora qué hacer? No me siento a gusto entre tanta estupidez oficializada o instituida como historia, pasado. ¿Por qué nací aquí? Ya nada podrá salvarme. De entre todos los mundos posibles, ¿por qué nací irremediablemente en este?

.Sin título15.

Ahora se sabe que nunca supo cómo comenzó aquello, si acaso lo hizo en algún momento; apenas se adivina algo de lo que fue, si bien incompletamente, y en todo caso se ignora si resta algo de aquello, si aun y como es. Hay tantas suposiciones y variantes sobre lo que ocurrió “realmente”, que no pueden sino extrañar aquello, pues de alguna manera todas caben y se excluyen.

Aquello, aquello, aquello aquí y allí, por qué no me atrevo a comenzar de una vez en vez de saltar rodeando “aquello” a mi precavida y ambigua distancia de comentario? No sé, algo me retiene, miedo, angustia, inseguridad, no sé qué, pero voy comprendiendo que a pesar de todo lo que intentaba cuando comencé  a escribir estas palabras no voy a ser capaz de darme a conocer, ni delatar mi intervención en tal asunto, por mínima que sea, pero tampoco conviene decir más sobre el tema si quiero pasar desapercibido.

El grupo funcionaba como si nunca hubiera comenzado, como si contara con una voluntad ajena, inaprensible y extraña, insensible, misteriosa, imperceptible, desconocida, que se empeñara en desordenarlo todo y aumentar la confusión. Ahora pensamos eso de ella, antes solo la veíamos como el símbolo de esa reunión, el vínculo que nos atraía, sólo que todos lo veíamos distinto.

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Sin título.

Sin título17.

El predestinado

Un ser extraño es dejado en medio semejante aunque totalmente diferente por otra parte, al que les habitual, con una misión encomendada que, a saber, consumiría por lo menos, todo el tiempo de su vida de contar con condiciones ideales a favor; pero como la labor ha de ser realizada de todas maneras, y hay un plazo máximo indefinido para ser llevada a cabo, ha de contarse con la irrupción de los imprevistos y entonces utilizar parte del tiempo vital educando un ser diferente, mimético (semejante) (hijo) en los pormenores de la labor, tratándose de tenerlo rápidamente, en juventud, con el fin de proliferar en la empresa y ganar tiempo. La labor ha de perder su inminencia en vistas a una absoluta seguridad que la posterga indefinidamente en una multiplicación creciente de tareas hasta desdibujarse y perderse por fin. Generaciones más tarde el reclamo al descendiente, ignorante completo de la labor

. Sin título.

Epitafio

Cuando despertaste no te diste cuenta;  no sabes que estuviste dormido. Del sueño a la vigilia no hay ni un paso. No supiste ni sabrás que has muerto.

.Sin título19.

El primer misionero marciano de la Santa Fe en el Suicidio mandó una onda telepática, para evitarse problemas, informando a los habitantes del lugar que había escogido para aterrizar que la suya era una misión de buena voluntad y de intenciones puramente espirituales. Venía a dar a conocer la luz de la nueva fe a los terrícolas, esperando ganarlos para la causa y ser algo así como su apóstol. (Los marcianos aún discutían si se podía considerar a los terrícolas una raza inteligente. Los pocos exploradores que habían sobrevolado observando las colonias terrícolas habían dado informes nada alentadores. En realidad se había abandonado todo posible proyecto de colonización).

Invitación al juego de la guerra

Nacimiento de un nuevo profeta

Historia del cisma Marciano.

La única solución civilizada a los problemas planteados por la civilización, ya que emprendemos esto, es el abandono voluntario, la muerte por acepción.

Su cara de aparente preocupación (ceño fruncido, gestos detenidos a medio camino) podría ser también de ensimismamiento. Pero si había en él algo de preocupación; su modo inusitado de comportamiento estaba además recubierto de cierta timidez. Pasaba desapercibido y se preocupaba de serlo en alguno por lo menos de dos sentidos posible (posiblemente ambos): porque a pesar de su raro comportamiento no se le notara y tal vez también por ello mismo.

. Sin título21.

Las gentes lo llamaban ‘el loco’ y afirmaban que no tenía un momento en que fuera tratable. Las gentes normales lo veían todo el tiempo delirante. Lo que ignoraban era que él tenía dos tiempos: el de su cordura, que lo atormentaba, y el de su locura, en que se refugiaba. Durante su locura, el tiempo fluía normalmente, pero en su cordura él podía observar el tiempo detenido, las gentes detenidas, en una duración indefinida, casi infinitivo. Su cordura lo asaltaba cada vez más frecuentemente: por ello la creciente intensidad de su locura. Cada terrible instante de su lúcida cordura era la eternidad de su tormento. De ahí sus gestos atropellados, su temblor intermitente, las desacompasadas discontinuidades de su mirada, la aparente incoherencia de sus palabras.

.Sin título22.

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