Por: Guillermo Sepúlveda (1923-2016)
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A mis padres y a mis hijos, quienes fueron y son mis mejores amigos.
A la memoria de Julio Barrenechea, Gilberto Alzate Avendaño, Julio Alfonso Cáceres y Gonzalo Ríos Campo
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CASI UN PRÓLOGO
En este libro, que es una recopilación muy personal de mi obra poética, está incluido menos de la mitad de la “Tarde y Ella”, publicado en la Imprenta Departamental de Caldas; el libro “Sonetos y Poemas”, generosamente editado en Impresores del Quindío por el escritor César Hincapié y “Sonetos”, de la pequeña Editorial Pegasus de Nueva York. Ninguno de ellos tuvo prólogo ni menciones de ninguna clase sobre el autor, que comprometieran el juicio de los posibles lectores.
Una inútil modestia, que aún me acompaña, me mantuvo lejos de púlpitos y sanedrines literarios. He logrado mantenerme inmune a los elogios de algunos críticos, a la indiferencia de otros o a los generosos comentarios de amigos, porque nunca he creído en las superficiales consagraciones que buscan, casi siempre, algunos intelectuales de moda.
Después de muchos años de estar escribiendo versos, es la primera vez que voy a incluir resúmenes de los pocos comentarios que aún conservo, sobre mis últimos libros, advirtiendo que no comparto la mayor parte de ellos, por razones que no es necesario explicar.
Nunca me he considerado un protegido de las musas, pero siempre tuve la intención de hacer poesía, aunque no estoy seguro de haberlo logrado.
Algunos de mis sonetos y uno que otro poema pueden tener un poco de ese mágico esplendor que enaltece a los poetas, aunque no seré yo quien pueda asegurarlo.
Jamás he vendido ninguno de mis libros. Generalmente reparto algunos entre amigos y el resto lo escondo en el cuarto de “San Alejo”, donde la humedad y las polillas acaban con ellos. Por eso me considero como un absoluto desconocido en el ambiente de la poesía colombiana. Esta recopilación pienso enviarla por conducto de las embajadas a la mayor cantidad de bibliotecas, periódicos y escritores que me sea posible y, como ha sido mi costumbre, repartiré unos cuantos entre los amigos que aún tengo y con quienes cultivo una agradable bohemia, en la que el vino, los versos y la música nos traen el recuerdo de los viejos amores.
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“Marineeero,
tengo un barco cansado de navegar”
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ERÓTICA
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-A Lucelly-
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En tu breve cintura me reclino
y soy de tu cintura el sembrador,
de tus muslos ardientes, peregrino,
de tu pubis de seda, cardador.
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De tus uvas maduras soy el vino,
de tu trigo dorado, trigador,
de tu huella viajera soy camino,
de tu entrega amorosa soy temblor.
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Cuando duermes tendida junto al fuego
es tu espalda desnuda tibio ruego:
territorio de lúbrico esplendor.
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Con mis besos tu savia se prodiga
y me entrego anhelante a la fatiga
lujuriosa y violenta de tu amor.
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SONETO PARA TI
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Qué dulce la ribera jubilosa
de tu cintura, donde el vino tiene
la callada embriaguez que me sostiene
como abeja en el cielo de la rosa.
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Qué dulce este suplicio que me acosa
con el afán de amarte y que detiene ,
sin querer, a la espiga que contiene
la semilla del fuego milagrosa.
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Qué dulce la raíz que a ti me ata
y qué dulce tu nombre que desata
la tortura de estar enamorado.
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Y esta lengua que quema tu dulzura
y el temblor de tu ruego y la madura
soledad de tu cuerpo iluminado.
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YO COMO TÚ, DON LOPE
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-A Sor Angélica-
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Yo, como tú, erótico y clavado
con espinas de gozo a mi suplicio,
tengo el amor atado a mi servicio
y estoy a su servicio encadenado.
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Yo, como tú, Don Lope, me he entregado
de rodillas al lúbrico cilicio
que nos hiere la carne: Santo Oficio.
¡Amar, volver a amar y ser amado…!
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Cómo envidio, Don Lope, tus amores:
doncellas de eucarísticos temblores,
palomas de tu fiel feligresía,
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zagalas que te dieron sus favores
-a pesar de sus místicos temores-.
¡Que nos perdone Dios tanta osadía…!
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MIS DEMONIOS
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-A Alberto Londoño A.-
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Demonios que renacen con el fuego,
desalados, flamígeros, sombríos.
Así son todos los demonios míos:
Flores del mal que con mi azufre riego.
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Demonios para un lúbrico sosiego,
alcahuetes, domésticos, baldíos.
Así son todos los demonios míos:
evangélicos frutos de mi ruego.
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Son demonios de mística pureza
y en el delirio de su amor empieza
mi corazón su exilio jubiloso.
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Son demonios de angélica hermosura,
mosto del vicio que el placer madura:
¡aparceros de un mundo milagroso!
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MI ALMA Y YO
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Se va perdiendo entre mi propio abismo
el alma incierta, azul, desesperada,
el alma enferma de vivir, cansada
de no tener ya nada de mí mismo.
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Yo me entregué al ardiente paroxismo
de una vida violenta, enajenada,
satánica, ilusoria, enamorada:
una vida de lúbrico erotismo.
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Entre mujeres de lesbiano encanto
y en los ijares de inefable espanto
he sido un fauno en busca de placer.
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Y el alma incierta, azul, desesperada,
se ha quedado tan sola entre mi nada
que no existe, como antes, en mi ser.
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LOS ÁNGELES DE GERMÁN PARDO GARCÍA
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En esta sin igual angelería
hay ángel para todo el vecindario:
ángel de bronce tiene el campanario
y arcángeles el barco y la bahía.
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Ángel de nuclear jardinería
ángel de la amistad, ángel lunario;
hay ángel de trigo en el sagrario
con sus alas de azul cristalería.
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El ángel ruiseñor de la colmena
y el ángel –soledad de nuestra pena-
que vive en la tristeza encarcelado.
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¡Ángeles del amor que van volando
y en el espacio gris se van quedando
con su cuerpo de vidrio iluminado!
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EL CRISTO AMARILLO
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Ese Cristo de cobre y de alarido
que pintara Gauguin en su desvelo,
es un Cristo de azufre contra el cielo
y de fuego en alondra derretido.
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Este Cristo tan manso y tan herido,
tan anclado a su nombre y a su duelo,
es un Cristo de trigo y de consuelo
por su propia tiniebla sostenido.
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Este Cristo de yunque y de azucena,
labrador, marinero, piel de arena,
corazón de naufragio y breve llanto,
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es un Infierno Azul, crucificado
en el pan, en el vino, en el pecado
y en la cruz medular del Viernes Santo.
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EL MAR
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“Mis ojos no han visto nunca el mar”
-Bernardo Arias Trujillo-
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El mar no ha visto mi velero esquivo
ni mis ojos café de tierra adentro,
ni sabe que mi voz, hacia su centro,
es marinera azul desde que vivo;
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ni que mi corazón es un altivo
capitán de la sangre, ni que dentro
tengo un muelle de cal en donde encuentro
atracado de amor definitivo.
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El mar no será mar, será un naufragio
sin el grave dolor que yo contigo,
sin la vela mayor de mi estatura,
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sin el viejo coral de mi alegría,
sin el hondo caudal de mi agonía
y este pez interior de mi locura.
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PORFIRIO
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-A Gonzalo Ríos Ocampo-
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En el camino de su propio exilio,
con la rosa del viento en su pavura,
fue lucero armonioso en su locura,
desbocado corcel en su delirio.
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La crin revuelta, doblegado el lirio
de un amor turbulento, su ternura
galopó jubilosa hacia la hondura
donde madura el hombre su martirio.
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Fue poeta de todos los abismos
y sus manos tejieron exorcismos
verlaineanos de humana orfebrería.
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Ya las llamas quemaron su pavesa:
sólo quedan sus versos, su tristeza
y una loca balada en su alegría.
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GERARDO DE NERVAL
-Prisionero de la Soledad y de la Angustia-
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Desdichado badajo de la muerte,
campanero de lúgubre locura,
agotaste el filón de la amargura
en el delirio de tu propia suerte.
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Viajero de la angustia, en ti se advierte
el pesado eslabón de la ternura,
la trágica pasión que te tortura
y que a tu cuerpo en llamas lo convierte.
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Príncipe de Aquitania: el mundo sabe
que fuiste marinero en esa nave
que nutrió de terror tu desespero.
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Y es tu espíritu la urna funeraria
de un corazón ya muerto en la esteparia
soledad de un Poeta prisionero.
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EPITAFIO
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-A Oscar Peláez Peña-
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Aquí yace un Poeta,
una señal temblorosa,
un poco de luz,
una paloma.
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COMENTARIO CRÍTICOS SOBRE EL AUTOR
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HUMERTO SENEGAL: “… hemos conocido un poeta de palabra pura y franco sentimiento, para quién poetizar es una toma de conciencia del mundo interior: Guillermo Sepúlveda. No poseemos de él otra tarjeta de identidad que su libro “Sonetos y Poemas”, con el cual se ubica entre los más intemporales exponentes de la mejor poesía quindiana. Sepúlveda certifica su dimensión humana a través de su universal temática: amor, muerte, soledad, angustia. El sexo parece salvarlo de naufragar en la desesperación. Su poesía le revela confidente, con decir sobrio y hondo en la musicalidad de sus palabras”.
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