Por: Oscar Jairo González Hernández
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Sergio Álvarez
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Nada más relevante que lo que nos dice Sergio Alvarez (1966) en la medida en que ello lo mide a él en su poder de extraer de sí mismo lo que le resulta más conocido y más secreto, sin que por ello ese conocido y ese secreto, por dicho cesen de revelarlo y de ocultarlo. Alvarez trata pues, aquí de decirnos lo que lo perturba y lo excita, lo que constituye para él su manera y su forma de hacer de la literatura una forma de vida, dentro de las leyes que a sí mismo se establece y las que obedece en su totalidad como un condenado y un liberado. Alvarez está radicado en Barcelona y en Medellín hablamos con él de sus maneras de hacer la vida y de vivirla, dentro y con la literatura, en libertad, y esto es lo que nos ha dicho:
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¿En qué momento eres consciente de que comienzas a devenir, para decirlo con G. Deleuze –“Escribir es un asunto de devenir…”-, como escritura y escritor? ¿En qué momento ese hecho le es visible e irrevocable?
Uno se hace escritor leyendo y creo que la decisión de convertirme en escritor se toma dentro de mi cuando libros como «Sandokan» y «Veinte mil leguas de viaje submarino» me hacen soñar con mundos fantásticos y excitantes. Eso sí, la decisión nunca es irrevocable, si lo fuera perdería el encanto.
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Nombrar un libro siempre es una verdadera prueba con uno mismo, con lo quiere hacer y decir: ¿En qué momento y cómo hallaste el título de libro: “La lectora”, que por lo demás contiene un fuerte elemento realista e irónico?
Bueno, el este título tiene una historia bastante divertida. En realidad yo quería llamar la historia «Engome», pero poco a poco el personaje de la lectora fue tomando fuerza y un día el editor dijo, ponle la lectora, esa mujer esta muy bacana, yo me reí y le dije: listo. Y con ese nombre se quedó.
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Cuando se hace un libro, se quiere que haya un lector: ¿Qué lector buscas y quieres encontrar, o ese hecho no tiene para Usted importancia y es intrascendente para su escritura, o es Usted ese lector-escritor qué hay en sus libros?
Un libro siempre se escribe para un lector, sin embargo, el primer lector de cualquier texto es el escritor, si a mí me gusta el libro y al leerlo me divierto o tengo alguna clase de inquietud, sé que he encontrado un lector que tiene posibilidades de multiplicarse.
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Dentro de lo que hace como escritor: ¿De qué manera se relaciona en lo más concreto, este libro con lo que hasta ahora se ha llamado: literatura urbana? ¿Hace Usted conscientemente esa intervención y esa mediación?
Sí, «La Lectora» fue conscientemente escrita como una novela urbana, pero debo confesar que en este momento este tipo de consideraciones me parecen irrelevantes. La buena literatura no tiene etiquetas porque ese paseante solitario es todo ser humano en cualquier circunstancia o situación que enfrente.
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En su escritura es muy clara la relación inextricable entre lo que se conoce como novela policíaca y los libros de aventuras, que le forman y que le revelan otras instancias de la realidad, del realismo y de su deriva y transversalidad. ¿Cómo se experimenta su literatura en el orden de la realidad y el realismo?
En un país como Colombia la vida es aventura y novela policiaca, esa es nuestra realidad, así que no me costó mucho trabajo encontrar articulaciones entre la realidad que vivimos y estos dos géneros literarios.
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¿Cómo y cuales son sus metódicas para escribir? ¿Qué necesita para llevar a cabo esa tarea? ¿Puede hablarnos un poco de su orden y de su técnica literaria?
En general cuando un tema me interesa me acercó a él de forma tranquila, lo voy rondando, viendo a ver si el tema también me ronda a mi. Cuando la comunión sé presenta empiezo a escribir de forma disciplinada, con horarios y si logro mantener constantes estos horarios, habrá libro. Mi relación con la novela es de un enamoramiento lento.
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Lo femenino se halla incrustado poderosamente en lo que haces: ¿Desde dónde habla esa ilación de lo femenino aquí, cómo se queda todavía sin decirse y dónde dice en Usted?
Para cualquier hombre, lo femenino es lo desconocido y para un escritor, que en verdad es un aventurero, lo desconocido es todo. No creo que los libros me ayuden a aclarar el misterio, pero me ayudan a disfrutarlo.
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La mayor parte de nuestra literatura tiene que ver con el exilio, cualquiera sea él: ¿En qué medida ese exilio es suyo o de su literatura?
En ninguna medida, por ahora, solo me interesa Colombia y los colombianos como temas literarios. Para mi el exilio es solo una forma de tranquilidad, la tranquilidad que se necesita para escribir.
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La literatura, como una forma de conocimiento, propicia una relación esencial con la realidad: ¿Desde dónde le hablan todavía la física y la filosofía, principio académico de su formación, en la literatura que hace hoy, en la busca y quiere hacer?
Bueno, la física y la filosofía son formas de realidad, aun ahora me interesan y sigo buscando en ellas explicaciones para el mundo.
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De una manera u otra un narrador quiere que sus libros se lleven a la TV., o al cine, para obtener desde allí, una mayor dimensión de su tarea y de su estabilidad: ¿Cuáles y cómo han sido sus relaciones turbulentas, turbias o transparentes con estos medios? ¿Le interesan, le atraen, y por qué sí y por qué no?
Yo procuro tener buenas relaciones con todo, aunque no siempre esto es posible. Con la televisión tuve algunos coqueteos como libretista que no salieron muy bien porque este medio es bastante mediocre y esta determinado por un afán farandulero y económico muy complejo. Sin embargo estoy muy satisfecho de que «La Lectora» se haya llevado a la televisión y de los resultados que ha obtenido el grupo de trabajo de RCN. Con el cine me llevo mejor, ya veremos que pasa cuando se empiecen a filmar dos historias mías que se van a llevar a este formato.
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Observamos que hay en su literatura una condición importante de una estética, que podríamos llamar de lo cotidiano: ¿Qué relacionas allí con lo real y lo mítico de esa cotidianidad?
Para mi lo cotidiano es mítico, solo hay que saberlo leer. Por este motivo no hago grandes diferencias entre lo real y lo mítico. Tal vez haya diferencias de densidad de lo cotidiano o lo mítico en la forma como los escritores narran los hechos, pero no es nada mas que un asunto de algo que podríamos llamar la densidad mítica de una historia. Pero una historia sin mito es imposible.
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Inscribir una novelística hoy, sin considerar los movimientos holísticos de la postmodernidad, sus llenuras y vacíos, resultaría, absurdo ó no para una novelística: ¿En qué momento, por decir, el teatro y el cine intervienen sutil y poderosamente en su literatura?
Toda intervención consciente es dañina. Imagino que en mi obra inciden todos estos factores, pero no lo hacen porque yo lo decida, sino porque este es el mundo en que crecí. La verdad yo trabajo sin prejuicios y dejo que todo me permee de forma natural.
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Cómo bien lo sabes, los escritores se forman allí donde nadie puede hablarles, donde son o creen ser ellos mismos, crean sus propios fantasmas y se forman a sí mismos: ¿Qué consideración le merecen los Talleres de literatura? ¿Son ó no necesarios al escritor?
No, un escritor lo que necesita es amigos con quienes compartir sus obsesiones literarias, si el taller sirve para esto, está muy bien, lo demás son puras ilusiones y tiempo perdido.
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Todos tenemos dentro de nuestras fascinaciones una serie de libros y de lecturas, que nos poseen hasta lo más interior: ¿Podría Usted mencionarnos y hablarnos de una y solamente de una de ellas? ¿O de todas sus influencias? ¿Cómo se ha liberado y cómo se ha condenado hermosamente a ellas?
Mi libro favorito es «El Quijote», por su humor, y su forma al mimo tiempo irreverente e ingenua de ver la vida. Siempre que me atasco en la escritura voy a Cervantes y me divierto viendo como fue capaz de meter en las paginas de un libro todas nuestras ilusiones y todos nuestros vicios. Si a esto se le suma su inmensa capacidad literaria, su juegos de palabras, la metáfora disparatadas que usa y el manejo humano de los personajes, se puede decir que allí está todo y que nosotros lo único que hacemos es un reescritura constante del Quijote.
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Usted ha obtenido premios, como por decir, el «Silverio Cañada» en España: ¿Qué consideración le merecen los premios literarios? ¿Abren o cierran posibilidades y hacen más imposible un punto de apoyo en la formación de un escritor?
Los premios son buenos porque motivan a escribir, premian el esfuerzo del escritor y ayudan a difundir su obra, pero si lo premios no están respaldados por una buena obra, son tiempo y dinero perdido. A muchos escritores los premios les han ayudado a hundirse, o sea que los premios no son mágicos, no hacen milagros.
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¿Qué papel e importancia le concede al análisis y a la crítica literaria; y de no considerarla importante en la formación del lector y del escritor, podría indicarnos que clase de críticas le opones?
En la crítica, como en cualquier campo, hay de todo. Hay críticos que en verdad orientan al lector y le ayudan a encontrar buenas lecturas en medio de la avalancha permanente de libros publicados, pero también hay mucho críticos malos que no saben leer correctamente o que están mal informados; pero para estos asuntos no hay solución, son problemas humanos y ya se sabe que el hombre no tiene remedio.
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PALABRA Y OBRA. EL MUNDO. Medellín. 29 Octubre. 2011. Págs. 20-22.
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