Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for 3 de noviembre de 2011

Por: André Pieyre de Mandiargues (1909-1991)

.

Antonio Seguí

.

Antonio Seguí no ha dejado de darnos goces y sorpresas. En primer lugar, es que este argentino, cosa rara en su generación, me parece nacido para la pintura como Cassius Clay para el pugilato, y que cada punto, cada línea, cada “banda”, cada aplicación de color que sobre el papel, el cartón, la madera o la tela él hace, posee una presencia y un peso cuyos trazos guardará la memoria visual tanto tiempo o más que vuestra piel la de los golpes eventuales. El arte moderno (la pintura cas tanto como la escultura con la cual tiende a confundirse) ha tomado un carácter agresivo que aumenta a medida que el tiempos se acelera, circunstancia que no está sin relación con el curso de la historia, que los artistas siente o presienten mediante una especie de instinto o de lucidez casi de “médium”. Seguí, bajo  este punto de vista, no es menos que ninguno de sus contemporáneos: está superiormente armado para todas las formas de la guerrilla artística de nuestra época.

No obstante, cuando su pintura era expresionista, con más asentimiento que hoy en día, habíamos descubierto en él uno de los más grandes artistas satíricos de la América Latina, y le seguíamos con gran apasionamiento cuando con el pincel o el lápiz nos llevaba a lugares siniestros: burdeles, tribunales, patios de fábricas, salones sospechosos, despachos de hombres rapaces, o esquinas de calles propicias para el robo, la violación o el asesinato, todos los lugares que sabemos son mas comunes en los barrios de Buenos Aires o de Córdoba. Admiramos semejantes cuadros del primer estilo de Antonio Seguí por sus cualidades pictóricas y por su violento humor negro, menos negativo, y ya constructivo, a pesar de su potencia de destrucción. Porque detrás (o debajo) de eso que hay que llamar ferocidad, percibíamos la ternura frente a la vista de la vida miserable, el amor de una cierta humanidad frágil que es la mejor parte del sistema latinoamericano.

Los nuevos trabajos de Seguí están generalmente dominados por esa especie de ternura intimista, de mirada calurosa hacia los pequeños mundos. En efecto, lo más importante o lo más nuevo de lo que en el presente nos muestra, es una representación múltiple de lo que es por excelencia el dominio del hombre, casas banales, muebles, animales familiares, la naturaleza tal cual lo apercibe un ojo común. A Seguí le gusta repetir ese simple dominio, común a todos, y lo mete en cajas, como para protegerlo, bajo la forma de menudos relieves descabezados, y pintados con una mezcla del amor que ya he mencionado antes, y de una ironía de la cual él sometido a una posesión, a una tentativa de aplastamiento. La interpretación en la actualidad, no es difícil y la dejo al cuidado de los observadores.

Además de los pequeños mundos, Antonio Seguí expone grandes paneles compuestos de cuadros intercambiables, donde el sujeto es oportunamente todo lo que cae bajo el ojo del hombre común y corriente, y la enseñanza que de ellos podría extraer es sin duda optimista, puesto que se traduce por la equivalencia de las apariencias exteriores, a través de las variaciones de la organización del espectáculo. Las litografías son un poco como el trazo de unión entre el universo satírico o burlesco de los antiguos cuadros y los simples microcosmos de las nuevas representaciones. Por otra parte, todo eso ha sido producido por una mano de habilidad incomparable, bajo la dirección de una inteligencia que no rechaza la belleza.

.

II Bienal de Arte de Coltejer. Memoria. Medellín. 1970.

Read Full Post »

Por: Oscar Jairo González Hernández

.

Sergio Álvarez

.

Nada más relevante que  lo que nos dice Sergio Alvarez (1966) en la medida en que ello lo mide a él en su poder de extraer de sí mismo lo que le resulta más conocido y más secreto, sin que por ello ese conocido y ese secreto, por dicho cesen  de revelarlo y de ocultarlo. Alvarez trata pues, aquí de decirnos lo que lo perturba y lo excita, lo que constituye para él su manera y su forma de  hacer de la literatura una forma de vida, dentro de las leyes que a sí mismo se establece y las que obedece en su totalidad como un condenado y un liberado. Alvarez está radicado en Barcelona y en Medellín hablamos con él de sus maneras de hacer la vida y de vivirla, dentro y con la literatura, en libertad, y esto es lo que nos ha dicho:

.

¿En qué  momento eres consciente de que comienzas a devenir, para decirlo con G. Deleuze –“Escribir es un asunto de devenir…”-,  como escritura y escritor? ¿En qué momento ese hecho le es visible e irrevocable?

Uno se hace escritor leyendo y creo que la decisión de convertirme en escritor se toma dentro de mi cuando libros como «Sandokan» y «Veinte mil leguas de viaje submarino» me hacen soñar con mundos fantásticos y excitantes. Eso sí, la decisión nunca es irrevocable, si lo fuera perdería el encanto.

.

Nombrar un libro siempre es una verdadera prueba con uno mismo, con lo quiere hacer y decir: ¿En qué momento y cómo hallaste el título de libro: “La lectora”, que por lo demás contiene un fuerte elemento realista e irónico?

Bueno, el este título tiene una historia bastante divertida. En realidad yo quería llamar la historia «Engome», pero poco a poco el personaje de la lectora fue tomando fuerza y un día el editor dijo, ponle la lectora, esa mujer esta muy bacana, yo me reí y le dije: listo. Y con ese nombre se quedó.

.

Cuando se hace un libro, se quiere que haya un lector: ¿Qué lector buscas y quieres encontrar, o ese hecho no tiene para Usted importancia y es intrascendente para su escritura, o es Usted ese lector-escritor qué hay en sus libros?

Un libro siempre se escribe para un lector, sin embargo, el primer lector de cualquier texto es el escritor, si a mí me gusta el libro y al leerlo me divierto o tengo alguna clase de inquietud, sé que he encontrado un lector que tiene posibilidades de multiplicarse.

.

Dentro  de lo que hace como escritor: ¿De qué manera se relaciona en lo más concreto, este libro con lo que hasta ahora se ha llamado: literatura urbana? ¿Hace Usted conscientemente esa intervención y esa mediación?

Sí, «La Lectora» fue conscientemente escrita como una novela urbana, pero debo confesar que en este momento este tipo de consideraciones me parecen irrelevantes. La buena literatura no tiene etiquetas porque ese paseante solitario es todo ser humano en cualquier circunstancia o situación que enfrente.

.

En su escritura es muy clara la relación inextricable entre lo que se conoce como novela policíaca y los libros de aventuras, que le  forman y que le revelan otras instancias de la realidad, del realismo y de su deriva y transversalidad. ¿Cómo se experimenta su literatura en el orden de la realidad y el realismo?

En un país como Colombia la vida es aventura y novela policiaca, esa es nuestra realidad, así que no me costó mucho trabajo encontrar articulaciones entre la realidad que vivimos y estos dos géneros literarios.

.

¿Cómo y cuales son sus metódicas para escribir?  ¿Qué necesita para llevar a cabo esa tarea? ¿Puede hablarnos un poco de su orden y de su técnica literaria?

En general cuando un tema me interesa me acercó a él de forma tranquila, lo voy rondando, viendo a ver si el tema también me ronda a mi. Cuando la comunión sé presenta empiezo a escribir de forma disciplinada, con horarios y si logro mantener constantes estos horarios, habrá libro. Mi relación con la novela es de un enamoramiento lento.

.

Lo femenino se halla incrustado poderosamente  en lo que haces: ¿Desde dónde habla esa ilación de lo femenino aquí, cómo se queda todavía sin decirse y dónde dice en Usted?

Para cualquier hombre, lo femenino es lo desconocido y para un escritor, que en verdad es un aventurero, lo desconocido es todo. No creo que los libros me ayuden a aclarar el misterio, pero me ayudan a disfrutarlo.

.

La mayor parte de nuestra literatura tiene que ver con el exilio, cualquiera sea él: ¿En qué medida ese exilio es suyo o de su literatura?

En ninguna medida, por ahora, solo me interesa Colombia y los colombianos como temas literarios. Para mi el exilio es solo una forma de tranquilidad, la tranquilidad que se necesita para escribir.

.

La literatura, como una forma de conocimiento, propicia una relación esencial con la realidad: ¿Desde dónde le hablan todavía la física y la filosofía, principio académico de su formación, en la literatura que hace hoy, en la busca y quiere hacer?

Bueno, la física y la filosofía son formas de realidad, aun ahora me interesan y sigo buscando en ellas explicaciones para el mundo.

.

De una manera u otra un narrador quiere que sus libros se lleven a la TV., o al cine, para obtener desde allí, una mayor dimensión de su tarea y de su estabilidad: ¿Cuáles y cómo han sido sus relaciones turbulentas, turbias o transparentes con estos medios? ¿Le interesan, le atraen, y por qué sí y por qué no?

Yo procuro tener buenas relaciones con todo, aunque no siempre esto es posible. Con la televisión tuve algunos coqueteos como libretista que no salieron muy bien porque este medio es bastante mediocre y esta determinado por un afán farandulero y económico muy complejo. Sin embargo estoy muy satisfecho de que «La Lectora» se haya llevado a la televisión y de los resultados que ha obtenido el grupo de trabajo de RCN. Con el cine me llevo mejor, ya veremos que pasa cuando se empiecen a filmar dos historias mías que se van a llevar a este formato.

.

Observamos que hay en su literatura una condición importante de una estética, que podríamos llamar de lo cotidiano: ¿Qué relacionas allí con lo real y lo mítico de esa cotidianidad?

Para mi lo cotidiano es mítico, solo hay que saberlo leer. Por este motivo no hago grandes diferencias entre lo real y lo mítico. Tal vez haya diferencias de densidad de lo cotidiano o lo mítico en la forma como los escritores narran los hechos, pero no es nada mas que un asunto de algo que podríamos llamar la densidad mítica de una historia. Pero una historia sin mito es imposible.

.

Inscribir una novelística hoy, sin considerar los movimientos holísticos de la postmodernidad, sus llenuras y vacíos, resultaría, absurdo  ó no para una novelística: ¿En qué momento, por decir, el teatro y el cine intervienen sutil y poderosamente en su literatura?

Toda intervención consciente es dañina. Imagino que en mi obra inciden todos estos factores, pero no lo hacen porque yo lo decida, sino porque este es el mundo en que crecí. La verdad yo trabajo sin prejuicios y dejo que todo me permee de forma natural.

.

Cómo bien lo sabes, los escritores se forman allí donde nadie puede hablarles, donde son o creen ser ellos mismos, crean sus propios fantasmas y se forman a sí mismos: ¿Qué consideración le merecen los Talleres de literatura? ¿Son ó no necesarios al escritor?

No, un escritor lo que necesita es amigos con quienes compartir sus obsesiones literarias, si el taller sirve para esto, está muy bien, lo demás son puras ilusiones y tiempo perdido.

.

Todos tenemos dentro de nuestras fascinaciones una serie de libros y de lecturas, que nos poseen hasta lo más interior: ¿Podría Usted mencionarnos y hablarnos de una y solamente de una de ellas? ¿O de todas sus influencias? ¿Cómo se ha liberado y cómo se ha condenado hermosamente a ellas?

Mi libro favorito es «El Quijote», por su humor, y su forma al mimo tiempo irreverente e ingenua de ver la vida. Siempre que me atasco en la escritura voy a Cervantes y me divierto viendo como fue capaz de meter en las paginas de un libro todas nuestras ilusiones y todos nuestros vicios. Si a esto se le suma su inmensa capacidad literaria, su juegos de palabras, la metáfora disparatadas que usa y el manejo humano de los personajes, se puede decir que allí está todo y que nosotros lo único que hacemos es un reescritura constante del Quijote.

.

Usted ha obtenido premios, como por decir, el «Silverio Cañada» en España: ¿Qué consideración le merecen los premios literarios? ¿Abren o cierran posibilidades y hacen más imposible un punto de apoyo en la formación de un escritor?

Los premios son buenos porque motivan a escribir, premian el esfuerzo del escritor y ayudan a difundir su obra, pero si lo premios no están respaldados por una buena obra, son tiempo y dinero perdido. A muchos escritores los premios les han ayudado a hundirse, o sea que los premios no son mágicos, no hacen milagros.

.

¿Qué papel e importancia le concede al análisis y a la crítica literaria; y de no considerarla importante en la formación del lector y del escritor,  podría indicarnos que clase de críticas le  opones?

En la crítica, como en cualquier campo, hay de todo. Hay críticos que en verdad orientan al lector y le ayudan a encontrar buenas lecturas en medio de la avalancha permanente de libros publicados, pero también hay mucho críticos malos que no saben leer correctamente o que están mal informados; pero para estos asuntos no hay solución, son problemas humanos y ya se sabe que el hombre no tiene remedio.

.

PALABRA Y OBRA. EL MUNDO. Medellín. 29 Octubre. 2011. Págs. 20-22.

Read Full Post »

Por: Gustavo Adolfo Montoya Sánchez

.

Gustavo Adolfo Montoya

.

Hasta mi destino gozoso de mi muerte, diré que el teatro es uno de los más bellos oficios de la humanidad. El placer  inmenso que siento cuando estoy en escena y estoy  poseído de duende y no de ángel o musa, declaro a  los  cuatro vientos que no hay otro oficio que lo iguale; que el hacer del actor es comparable al del ser humano en situación normal, pero que tiene además el parámetro de la ficción, del “cómo si” de la representación, es decir que el actor se  sitúa en el  corazón del acontecimiento teatral que se hace materialidad presente como “objeto”  real, perteneciente al mundo exterior y que después imaginamos en un universo ficcional, como si no estuviera ante nosotros si no en la corte de un rey misántropo. El  Actor de teatro tiene doble status; es persona real, presente y al mismo tiempo personaje imaginario, ausente o por lo menos situado sobre otra escena”.  El Teatro transmite de generación en generación una obra de arte  viviente, que es el Actor.  Uno  de los principales sentimientos del ser humano, es un  anhelo de belleza vivificante.  La  ciencia (el conocimiento) privada de cualidad  estética,  es árida, pues esa cualidad es lo que enriquece y da vida a todo lo que toca.

El campo de la estética es el terreno del teatro.  Él posee la riqueza más grande, los medios mas poderosos, para  efectuar en miles de espectadores a un tiempo y estimular sus emociones artísticas. El arte del teatro es tan vívido y pictórico, ilustra una obra tan completamente, que es accesible para todos, del orientador al campesino, desde el adolescente hasta el anciano. El buen teatro siempre existirá y será la meta primordial del arte del actor. Bien sabemos que si acudimos a la historia, en sus mil recovecos, el  teatro comenzó en un altar de ritos Dionisiacos, que precedía las fiestas al dios del vino y la fecundidad y sobre el cual se cumplía el sacrificio del macho cabrío.  Allí se desencadenaron unos cuantos fenómenos de extraordinaria trascendencia para la escena, concepciones y variantes de la existencia del Monólogo. Son supremamente hondos los caminos del Hacer Teatral.  Emocio-nante sería  extenderme,  pero el faro de estos renglones es expresar: el placer de hacer Monólogos.

.

Monólogo

Pedazos pegados, objetos hallados, matiz de creencias, tempestad sin truenos, pieza diabólica, actor sin rumbo, escenario despoblado, “Esperando a Godot”,  retorno a la nada,  discurso científico de un loco,  puteo lírico,  aversión a todo lo humano,  humor tétrico,  bufón fanfarrón,  héroe y villano,  demiurgo solitario,  erupción genocida,  trastorno súbito y pasajero,  ejercicio de dicción elocuente,  batir de lágrimas,  sudor y sangre… y por último un análisis estéril de las risas del respetable público.

Insisto en que cuando estoy en escena y despierto en las últimas habitaciones de mi sangre al duende y no al ángel o musa,  soy yo todo expresión corporal,  sonidos amorfos,  también guturales,  palabras de magia,  rito,  credo,  hechicería,  historia real o ficticia… argumento… todas ellas capaces de generar el más terrible de los ciclones.

Se sabe del concepto etimológico de la palabra monólogo es soliloquio.  Bien,  allí solo sé que mi convicción me exige una concentración y atención continuas para permanecer en la tarea del “personaje”.  Pero ahí está el público,  ese monstruo de mil cabezas,  atento,  no queriendo que se rompa la ilusión de que él es esa persona compleja en cuya existencia debemos creer.
Sé que en el universo del monólogo me es necesario el manejo de signos.  -sí que me divierto- signos involuntarios,  voluntarios,  todos ellos portadores de emociones no controladas del aura erótica (personaje),  de su presencia en escena, de la mirada del director,  todo ajustado para el público,  signos con los que se compone el personaje -horror de horrores cuando esto no existe-.

¿Qué tal esta? Se puede hacer teatro con una sábana,  en el monólogo puede haber cientos de personajes adjuntos a la víctima que está en el escenario supuestamente sola,  pero en el rigor de la disciplina del actor está también la convicción,  el vértigo,  la locura,  el éxtasis,  la individual manera de ver el mundo,  la soledad y no negarse a que el hacer teatral requiere de mayor vocación y, con ella,  condiciones físicas que en cualquier otro arte no son tan indispensables.

Monólogo… monólogo… monólogo… ¿Qué diablos es esto?  Primero el teatro arte,  inspiración, poesía,  belleza y luego, poco importa lo otro.

Finalmente me centro en creer que el ejercicio del monólogo trae consigo las más encumbradas emociones y placeres,  todos ellos dirigidos a obtener el gran milagro del arte: el monólogo.

Read Full Post »

Por: Edward Weston (1879-1973)

.

“Imogen Cunningham”, fotógrafa en The Carmelite, 17 de abril de 1930, pág. 7.

.

A principios de 1926, recién  llegado a México, fui a una exposición internacional sobre fotografía pictórica en el Museo de Los Ángeles. Por experiencias antiguas no esperaba mucho, pero si quería encontrar un tema de discusión con mi hijo Brett, por aquel entonces catorce años, en su primera visita a un salón de fotografía.

Bueno, Brett sabe reír y pronto ambos nos estábamos divirtiendo sobre trabajos hechos no precisamente para tal cometido. Un título funcional madre-e-hijo, Maternal Nourishment; un tímido desnudo, lo justo tratado para tener buen gusto, Bashful Mode; una fábrica en un brumoso título, Sorrow of Soul in Toil. Cito de memoria de este y otros salones para tratar de explicar el sentimiento.

De repente paramos un poco -¡aquí hay algo!- Glacial Lily, -y entonces- ¿Quién lo hizo?, Imogen Cunningham. Esa foto y otras muchas de japoneses eran las únicas que llamaban la atención de entre tantas salas repletas de repeticiones monótonas.

Imoge Cunningha sigue trabajando; todavía no ha dicho su última palabra. Uno no necesita conocerla para decirlo. No hay un solo símbolo de estancamiento en la actual exposición en la Denny-Watrous Gallery. Ella utiliza su medio, la fotografía, con toda honestidad, sin trucos ni evasión: la imagen es un limpio corete de la cosa en sí misma, es la vida que percibe a través de la lente, una vida que posee obviamente una forma exterior. Con una inequívoca alegría en la ejecución de su trabajo, con los ojos despejados de un auténtico fotógrafo, que sabe lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer con ese medio, la artista nunca recurre a acrobacias técnicas, y no se encasilla a sí misma como pintora de tercera categoría. ¡Imogen Cunningham es una fotógrafa! Y una muy buena (1).

.

Traducción por Pedro Guillemert.

Imogen Cunningham. Taschen. Köln. 2001. Pág. 85.

Read Full Post »