Por: Pedro Nel Gómez (1889-1984)
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Parece que no haya zona más olvidada en el movimiento espiritual del país que el inmenso campo que abarca el fondo de inspiración de las obras artísticas, cuando éstas representan la única fuerza capaza de crear prestigio de un arte esencialmente de carácter colombiano, o más bien, americano del trópico.
Sería inocente creer pueda dárseles a los artistas, arquitectos, escultores, literatos o pintores normas sobre las fuentes de inspiración para sus obras en grande o en pequeño. Pero los ejes de una orientación más solida, más responsable, sí pueden percibirse a lo largo de una serie de creaciones espontáneas, donde los objetivos fueron y han sido únicamente el campo “creativo”, la originalidad y el celo en la expresión del carácter y manera de observar y sentir al hombre colombiano. Estos ejes parece se comprenden muy visibles en tres direcciones muy concretas y definidas, son:
1º Un grupo bien numeroso que vienen desde el Tuerto Echeverri, sigue con Carrasquilla, José Eustasio Rivera, Efe Gómez, Julio Posada, Pacho Rendón, etc., hasta Fernando González en el campo literario y poético. Sostienen en sus obras que la creación de una obra artística está íntimamente ligada a nuestra naturaleza arcaica, salvaje del hombre americano agitado en el trópico, soñador a su manera y alejado de las grandes corrientes artísticas de la vida europea desde 1850 hasta hoy. Sin duda, ya comprendemos este fondo de inspiración ha sido el más rico y de mayor significado en la producción espiritual del continente. Es el más difícil. Sabemos cuántos esfuerzos han sido necesarios para lograr esas obras conocidas y muy bien apreciadas fuera del país.
¿Por qué esta dificultad?
Tenemos a manera de ejemplo al minero, al verdadero minero nacional, al baharequero. La vida de este hombre se halla rodeada del extraño ambiente dominado por la selva y la montaña de gigantescas dimensiones. Vive y se acerca a los animales que la habitan, su fisonomía toma rasgos más enérgicos y primitivos, y hacen más simple, sus actitudes y las escenas en que intervienen toman un carácter más íntimo y monumental. Aparece entonces un principio de plasticidad como elemento principalísimo en el arte. Un combate de baharequeros a cuchillo, a 7 metros de profundidad, bajo las aguas de nuestros ríos, es una verdadera escultura en piedra, no alcanzable para el arte sino bajo la concepción de una plasticidad elemental digna de las mejores épocas antiguas. Lógicamente sigue a esta plasticidad y la rodea, todo el mundo mítico real hoy en la América. Este combate no es un tema cualquiera, es un poema excepcional donde todos los elementos acercan poco a poco la estructura de nuestro arte a una estructura de grandes líneas.
Un día llegará cuando seamos capaces de construir un edificio con “metopas” a nuestra manera, donde las esculturas van a ser los combates entre el mito americano de la sensualidad del trópico, la “Patasola” y el minero. ES claro que no se ha encontrado fósil del centauro que apareció en las metopas del Partenón, el fósil se hallaba y se halla en el espíritu del pueblo griego. Así la ménade del trópico (la Patasola) ha dejado su fósil en el alma sencilla del hombre de las selvas y de las cordilleras americanas.
Lo urgente es la capacidad y el valor de los artistas dotados para llevar a la arquitectura y a la escultura el espíritu creativo autóctono; que tenga el valor de percibir en el fondo de su estructura americana las raíces íntimas de esos mitos.
Pueden reírse de esta concepción plástica los ropavejeros de la cultura hispánica o los cacharreros del impresionismo francés. Ya los conocemos; son falsificadores que adoptan una línea de menor resistencia y que han hecho de su arte un campo de negocios florecientes. Saben esos “malditos” que hacen reír desde México a Chile, comprenden que ni Velásquez ni Manet pueden habitar en estos climas, pero también saben hacer tragar entero por medio de una propaganda en unas poblaciones como la de nuestras ciudades sin educación artísticas ninguna y donde la vida propia del Estado les es tan desconocida como la vida en la época del impresionismo en Francia.
2º Muchos otros creadores siguieron otra dirección, en ellos domina no las fuentes de inspiración naturales basadas en la herencia de las experiencias de su pueblo; más bien es una forma de expresión no investigativa y viviente, sino ya conocida y adaptada por ellos a su sensibilidad. Sin ser una repetición pobre o una falsificación de obras maestras infalsificables. Dentro de este derrotero han actuado en nuestro país grandes personalidades y le han dejado no grandes obras, sino más bien obras populares que realmente no tienen latitud y constituyen el conjunto de una cultura llamada “del buen gusto”. También, cuando es avezado el autor funda su obra dentro de la escultura estetista contemporánea. Claro que a este arte le dan un carácter universal, siendo que realmente la universalidad está en este caso confundida con el llamado “arte en boga”, es decir una expresión que cabe dentro de los límites de la “moda”.
Este arte no dejará un estrato firme aunque parece que es el único que en nuestras universidades se estudia, carece de una plástica propia y recóndita y por ello requiere un menor esfuerzo para su entendimiento. Entre estas obras y las el grupo anterior existe un abismo que lo constituye ese fondo íntimo insalvable de la inspiración constructiva y de los elementos que en ella intervienen, elementos que por siglos ya existían en América, tales como la escultura agustiniana, las arquitecturas azteca e incaica.
3º La creación en el tercer grupo constituye un especie de preliminar, usando una palabra empleada por los ingenieros, delas obras analizadas y que elevan los hombres del primer grupo. Estas obras se clasifican y se conocen como obras de inspiración regional de aspecto muy objetivo con intenciones plásticas, descriptivas, donde la vida económica del “momento” en el país es vivamente construida, analizada para dar un panorama muchas veces de aspecto político, naturalista, terminado ante el público en obras foklóricas avanzadas de carácter autóctono muy estimadas por el público. Es decir, son obras de inspiración directa con ambiciones y derroteros plásticos, pero en una posición preliminar por cierto muy valiosa para la cultura nacional.
En esas creaciones hallamos los aspectos sociales y artísticos de los problemas petrolíferos, de la vida palpable en nuestras costas y en los páramos helados, las comedias humoristas que se presentan en nuestros teatros, las esculturas y pinturas donde predominan los elementos externos típicos y las fiestas regionales. Es decir, no lleva en sí un espíritu plástico como eje, sino que lo que busca al través de los elementos localizados entre lo folklórico y el realismo americano.
Los tres grupos esbozados abarcan infinidad de otras manifestaciones individuales, que podrían dar origen a nuevos núcleos de creación, pero son poco numerosos actualmente y lo han sido igualmente en la historia del país. Podríamos incluir aquí los imagineros religiosos, escultores en madera y piedra y la pintura religiosa, lo mismo que los corales de educación escolástica, y los simbolistas, cuyo arte no es constructivo sino de aspecto lírico e intelectualizado.
Estas divisiones no son tan claras como parecen a primera vista, pero pensamos, como dijimos antes, los resortes iniciales si son muy concretos. En todo caso el país está dotado extraordinariamente para una evolución rápida que le dejaría un magnífico prestigio en el continente y demostraría al fin a Colombia ocupando un puesto excepcional en todo el movimiento continental ya real hacia la AUTONOMÍA ARTÍSTICA DE AMÉRICA.
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Revista Facultad de Minas. Universidad Nacional. Medellín. Nro.74. Octubre de 1945. Págs. 31-33.