Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for 24 de noviembre de 2011

Por: Walt Whitman (1819-1892)

.

Walt Whitman

.

Enero 1 de 1880.- Al diagnosticar esta enfermedad llamada humanidad –y admitiendo que ella sea la característica predominante de Poe- he pensado que los poetas actuales presentan los más acusados síntomas de ella. Si abarcamos a los artistas en masa –músicos, pintores, actores, etc.- y los consideramos a todos y a cada un como a radios de esta remolineante rueda, la poesía, centro y eje del todo, ¿dónde podrán investigarse mejor las causas, desarrollo y aspectos principales del mal de la época?

Por consenso común no hay nada mejor para un hombre o mujer que una vida perfecta y noble, moralmente sin tacha, felizmente equilibrada en la actividad, físicamente sana y pura, ofreciéndose en las justas proporciones el emocional elemento humano –una vida sin apresuramiento, incansable hasta el fin-. Y no obstante existe otra forma de personalidad más cara en el sentido artístico (que se complace con el juego de luces y sombras más acentuadas), en la que el carácter perfecto, lo bueno, lo heroico, si bien jamás alcanzado, nunca se pierde de vista, sino que vuelve constantemente a él a través de fracasos, dolores y caídas temporales; y a pesar de que se le viole tan a menudo, se mantiene firmemente mientras la mente, los músculos y la voz obedezcan a esa fuerza que llamamos volición. Esa clase de personalidad la observamos más o menos en Burns, Schiller, Byron y George Sand. Pero no en Edgar Allan Poe. (Esto es el resultado de la frecuentación, durante los tres últimos años, de su volumen de poesías –lo llevaba en mis paseos hacia el estanque y allí lo leía-.) En cuanto al carácter señalado anteriormente, el servicio prestado por Poe es realmente ese entero contraste y contradicción el que contribuye más que nada a ejemplarificarlo. Prácticamente carentes de aquel signo de principio moral, o de solidez en lo concreto del heroísmo o de los más simples afectos del corazón, los versos de Poe denotan una intensa facultad para la belleza técnica y abstracta, con el arte de rimar hasta el exceso; una incorregible propensión a los temas nocturnos, un demoníaco fondo sombrío en cada página –en último caso se cuentan entre los faros de la literatura imaginativa, brillantes y cegadores, pero sin calor-. Existe un increíble magnetismo en la vida y reminiscencias del poeta, como también en los poemas. Para quien pueda descubrir las sutiles huellas retrospectivas, esto último servirá de estrecho nexo entre el nacimiento y antecedentes del autor, su infancia y juventud, su físico, su educación, sus estudios y vinculaciones, los círculos literarios y sociales de Baltimore, Richmond, Filadelfia y Nueva York de aquella época, no solamente los lugares y circunstancias en sí mismos, sino a menudo, muy a menudo, en el extraño desprecio y rechazo que todo esto le inspiraba.

Lo que sigue, extraído del Washington Post del 16 de noviembre de 1875, más o menos en la fecha que se efectuó en Baltimore la remonición de los restos del poeta y la erección de un monumento en su tumba, tal vez nos permita ir un poco más lejos en torno a su interesante figura y a su influencia en nuestro tiempo:

“Estando de visita en Washington por aquel entonces, “el viejo gris” se dirigió a Baltimore, y a pesar de la parálisis consintió en ir, mansa y silenciosamente, a ocupar un asiento en la tribuna, pero se negó a pronunciar cualquier discurso, alegando: “Un incontenible impulso me ha traído hasta aquí para sumar mi recuerdo al homenaje a Poe, pero no siento el menor deseo de pronunciar un discurso.” En un círculo más íntimo, después de la ceremonia, dijo Whitman: “Durante mucho tiempo y hasta hace poco, sentí disgusto por los escritos de Poe. Deseaba, y todavía sigo deseando por la poesía, el calo sol brillante y el soplo de aire fresco –la fuerza y el poder de la salud, no del delirio, hasta en medio de las más tempestuosas pasiones- siempre en el fondo la moral eterna. Sin conformarse a estos requerimientos, el genio de Poe ha alcanzado un especial reconocimiento por sí sólo, y así lo admito plenamente, apreciando de igual modo la obra y el poeta.”

“En un sueño vi una vez un buque en el mar, a media noche, en medio de una tempestad. NO era un barco plenamente equipado, ni un majestuoso vapor avanzando firmemente, sino que parecía uno de esos soberbios yates que frecuentemente vi anclados, meciéndose graciosamente en las aguas de Nueva York o Long Island. Navegaba sin control con las velas deshechas y los mástiles rotos por la furiosa ventisca de nieve y las olas. Sobre la cubierta se encontraba la hermosa y esbelta figura de un hombre, disfrutando, al parecer, del terror, la lobreguez y el disloque, del cual él era el centro y víctima. Esta figura de mi sombría pesadilla podría ser un exponente de Edgar Poe, su espíritu, su suerte y sus poemas; ellos mismos no son sino espeluznantes pesadillas.”

Podría decirse mucho más, pero quiero insistir en la idea ya expuesta al principio. Los calibres de una época se miden de manera inequívoca por sus poetas populares, por sus corrientes subterráneas, en ocasiones más significativas que las de la superficie. Lo lujurioso y lo macabro que tanta difusión consiguieron entre los poetas del siglo XIX, ¿qué significan? La gradual tendencia hacia lo mórbido, o refinamiento técnico-; la inmolación de los fundamentos democráticos reales y perennes, el cuerpo, la tierra y el mar, el sexo, etcétera, y su sustitución por cosas artificiosas, ¿qué relación guardan con los estudios patológicos actuales?

.

Traducción de: Francisco J. Herranz.

Días ejemplares de América. Buenos Aires. Los libros de Plon. 1980. Págs. 153-154.

Read Full Post »

¿QUÉ ES EL CINE?

Por: Jean Luc-Godard (1930-)

.

Jean-Luc Godard

.

A la pregunta ¿Qué es el Arte? la crítica moderna responde sólo con dudas, porque le asustan un poco sus propias ilusiones. Pero borremos éstas del panorama y obtendremos entonces una imagen aterradora: la bancarrota del arte contemporáneo aparece en toda su extensión. ¿No os dais cuenta de que el arte ha abandonado lo que durante siglos fue el orgullo de los más grandes maestros, léase “artesanos menores”: el retrato individual? Los falsos razonamientos vinieron luego a justificar estos excesos. ¿Acaso no resulta muy curioso que hoy sea necesario admirar y elogiar a Matisse, al final de su vida, la finura del trazo, algo que en tiempos de Boticelli o Tiziano, e incluso de Ingres o David, era para los pintores una simple cuestión escolar?

.

Se puede despreciar, claro está, la falta de gusto de Aragon y protestar contra su elogio excesivo de la pintura soviética, pero en todo caso hay que aplaudir la forma en que el autor de Libertinaje condena lo que otrora parecía admirar. Nuestro hombre es demasiado consciente de las promesas del arte moderno para no desconfiar. Preciarse de tener veleidades metafísicas es de buen tono en los salones. Es la moda. Pero no juzguemos el poder de ésta. Por ella, las ideas, como las mujeres, aceptan afearse. La moda es algo que logra ridiculizar a la juventud y hacer de la belleza algo peligroso. Esta absurda oposición del artista a la naturaleza es tanto más absurda y vanidosa cuanto que nada, ni Manet, ni Schumann, ni Dostoievski, la prefiguraba. ¡Pobre novela, que hace del equívoco su máxima ambición! ¡Pobre pintura, que sufre de horror al parecido! En pocas palabras, yo elogiaría sin reservas a Aragon, si, a su vez, éste deplorase la moral mil veces demasiado ambigua de nuestra época y su arte.

 .

¡Y qué!: ¿nos avergonzamos acaso de un arte piadosamente realista, el cine, si no fuera porque un malvado deseo de transformar el mundo nos roe por dentro? Pero es que en el cine la creación artística no consiste en pintar nuestra alma en las cosas, sino en pintar el alma de las cosas. Hay un precioso instante de Madame Bovary, de Jean Renoir, cuando al salir Emma y León de la iglesia creemos sentir el dolor de las piedras y, junto con él el insípido brillo de la existencia en Ruán y las frustradas ambiciones de Emma Bovary.

 .

Sin embargo, el hecho de que un paisaje sea un estado de ánimo no implica necesariamente que la poesía se capte sólo por casualidad, tal como quieren hacérnoslo creer nuestros excesivamente listos documentalistas, sino que el orden de las cosas responde al sentimiento y el espíritu. Después de todo, el genio de Flaherty no está muy lejos del de Hitchcock, y Nanouk acechando su presa es similar al asesino que espera a su víctima; hay que identificar en el tiempo el deseo que lo devora, en el sufrimiento la falta y en el placer el temor y el remordimiento, y hacer del espacio el lugar palpable de nuestras inquietudes. El arte nos ata antes que nada por lo que revela de más secreto en nosotros. Y de lo que quiero hablar es de esta especie de profundidad. Naturalmente, ella supone una idea del hombre que no es revolucionaria y que, desde Griffith hasta Renoir, los grandes cineastas han sido demasiado conservadores para atreverse a rechazar. De modo que a la pregunta ¿Qué es el cine?, yo respondería primero que nada: es la expresión de los bellos sentimientos.- (H.L.)

 .

(Les Amis du Cinéma, nro 1, octubre de 1952.)

Traducción de Gustavo Londoño.

Jean-Luc Godard por Jean-Luc Godard. Barcelona. Barral Editores. 1971. Págs. 27-28.

Read Full Post »

ELSE LASKER-SCHULER

.

FIN DEL MUNDO

Hay un llanto en el mundo

como si el buen dios hubiera muerto,

y la sombra plomiza que cae

pesa como una lápida.

Ven, queremos ocultarnos más cerca…

La vida yace en todos los corazones

como en ataúdes.

¡Tú! Queremos besarnos profundamente.

Palpita una nostalgia en el mundo

por la que debemos morir.

.

DOLOR DEL MUNDO

Yo, el ardiente viento del desierto

me enfrié y tomé forma.

Dónde está el sol que me pueda diluir

o el rayo que pueda aniquilarme.

Mira ahora: una cabeza petrea de esfinge

airada contra todos los cielos.

He creído en la fuerza de mi ardor.

.

LA CANCIÓN DE MI VIDA

Mira en mi rostro trashumante…

Más hondamente se inclinan las estrellas.

Mira en mi rostro trashumante…

Todos mis caminos floridos

llevan a aguas oscuras,

hermanas que se pelearon hasta morir.

Ancianas se volvieron las estrellas…

Mira en mi rostro trashumante.

.

AL APOSTATA

Detrás de árboles me oculto

hasta que mis ojos hayan terminado de llover,

y los mantengo profundamente cerrados

para que nadie contemple tu imagen.

Enlacé mis brazos en tu derredor

como en las enredaderas de la vid.

Si he ido creciendo contigo,

¿por qué me arrancas de ti?

Te ofrendé la flor

de mi cuerpo,

todas mis mariposas

las deslicé en tu jardín.

Anduve siempre entre granadas,

A través de tu sangre ví

Arder en todas partes el mundo

por amor.

Pero ahora golpeo con mi frente

lúgubre las paredes del templo.

Oh tu falso volatinero,

tendiste una cuerda floja.

¡Qué fríos me resultan todos los saludos!

Mi corazón yace desnudo,

mi rojo vehículo

palpita espantosamente.

Siempre estoy en alta mar

y ya no atracaré jamás.

.

Edición y redacción: Rubén Jaramillo Vélez.

Argumentos. Bogotá. Nro 8/9. Agosto de 1984. Págs. 151-153.

Read Full Post »

Por: Giorigo de Chirico (1888-1978)

.

Giorgio de Chirico

.

La velada tocaba a su fin; los últimos invitados, y con ellos Hebdómeros, presentaron sus respetos al dueño de la casa y a sus hijos, y abandonaron la villa cuyo parque se hallaba sumido en la oscuridad. Fuera, el cielo ofrecía un espectáculo inolvidable: las constelaciones aparecían también alineadas que formaban verdaderas imágenes dibujadas en puntillismo como las que se ven en los diccionarios ilustrados. Hebdómeros, fascinado, se detuvo y comenzó a señalarlas, cosa que además le era fácil pues eran tan fácilmente identificables que el hombre más falto de cultura astronómica las hubiera reconocido. Se veían los Gemelos, apoyados mutuamente en una postura clásica de tranquilidad; se veía la Osa mayor, obesa y conmovedora, arrastrando sus pieles contra la oscuridad del éter profundo; y, más lejos, los Piscis giraban lentamente siempre a la misma distancia entre sí, como si estuvieran sujetos al mismo eje, y Orión, el solitario Orión se alejaba por los abismos del cielo, con su maza al hombro, seguido de su fiel Perro. La Virgen, de formas justas y opulentas tendida sobre una nube, ladeaba la cara con un gesto lleno de gracia para mirar abajo el mundo aún adormecido durante las últimas horas de la noche que ya tocaba a su fin; más lejos, a la izquierda, Libra, Libra de platillos vacíos e inmóviles en su perfecta horizontalidad; había una variedad capaz de satisfacer todos los gustos y las exigencias más locas. En todos los presentes se despertaron unos instintos de noctambulismo. Ya nadie tenía ganas de volver a casa. Hebdómeros, que experimentaba todas las emociones de manera más violenta que los demás y siempre se hallaba dispuesto a entusiasmarse prescindiendo de todo control sobre sí mismo, propuso enseguida ir a sentarse a un pequeño café que permanecía abierto hasta el amanecer pues varios obreros e ingenieros que trabajaban durante la noche en las reparaciones de la vía férrea, lo frecuentaban con ánimos de alimentarse y reposar.

 .

Traducción de Jospe Elías.

Hebdómeros. Barcelona. Ediciones del Cotal. 1976.  Págs. 101-102.

Read Full Post »