Por: Oscar Jairo González Hernández
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Alejandro Palacio
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En el instante en que se muestra así sí mismo de lo que deseaba ser y hacer con su vida, en el arte sensitivo, era y es lo que tensaba el nombrar, y nombrarse él en su vida, pues estaba allí formándose lo que deseaba decir y como decirlo, sin que nadie estuviera perturbándolo o interviniéndolo en esa su decisión inicial e iniciadora en su real vida. Y es lo que busca entre la oscuridad y la luminosidad que le da la visión estremecida del intersticio creador en donde se instala Alejandro Palacio Herrera (1981). Para él la poesía es de la misma manera y con la misma intensidad esencial y de la necesidad extrema y escandalizante, ser “nombrado” en él mismo. Y sabe muy bien, que su decir, está contenido en lo que nunca podrá decir, en lo indecible que lo posee y domina. Es eso lo que ha sido aquí dicho, entre nosotros:
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Qué nos podría indicar sobre el incidente o el momento mismo en que usted sintió la necesidad inexorable de escribir poesía y de ser o hacerse poeta?
Alguna vez por primera vez me sentí inútil, tenía 20 años y trabajaba en una fábrica de ventilación industrial; eran aquellos unos horarios insufribles, la fuerza bruta y el cansancio me apartaban del mundo para ser rebaba que le florecía a los pétalos de los muertos de trabajo; ganaba dinero que se perdía en un apartamento que dejaba abandonado de 5:30 de la mañana y que visitaba a las 11 de la noche para saberme robado por la vida, por los hombres, robado de mi esencia. Padecí luego seis meses de incontinencias acumuladas después de cuestionarme cada mañana por la vida y aquello que muchos sentían como felicidad, así que decidí dejar de trabajar para sentirme inútil por primera vez, tanto que padecí terribles depresiones que me llevaron a rutas desconocidas en mi conceptualización de la existencia; me hizo fuerte la angustia existencial, quería seguir existiendo de alguna forma pero no dejaba de ser rebaba que le sobraba a algún tornillo en mi cabeza del mundo; las drogas siquiátricas eran mi tratamiento, luego el llanto incontenible, hasta que comencé a caminar. Primero, por mi inutilidad, gamineaba por las calles de Medellín, aprendiendo de los seres que no sufrían como yo; luego vi la inutilidad y las lágrimas del medio día en una soledad pasmosa que olvidaba a veces al lado de algún árbol en algún parque. Recuerdo que no pensaba en nada, tal vez alejándome del suicidio, pero una tarde de esas inútiles me convencí que debía hacer algo más allá de comer pastillas y de deambular en otra ánima presencia de estas calles acaniculadas, fui lentamente a la Biblioteca de Comfenalco en La Playa a leer un libro cualquiera, leí tres, al salir vi un anuncio sobre Talleres de Escritores, tomé un taxi y fui al Taller. Era en Castilla, estaban leyendo poesía, quizá era de Bukowski, me sentí inútil como Bukowski, recordé que la única manera de ser feliz era cuando a los diez o doce años escribía para alejar la tristeza o la vida. A esa edad escribí cuadernos enteros en noches largas adolescentes bajo la luz de una lámpara de alumbrado público que daba al balcón; recordé lo inútil que era escribir, pero lo feliz que me hacía. Decidí en ese momento ser escritor, era una necesidad de ser escritor que iba más allá de esa pulsión de muerte, o era esa pulsión de muerte queriendo ser escrita, no sé, quise ser escritor y no diferenciaba mucho si eran poemas o prosas las que debía llorar con mis manos. Escribí cuentos y novelas, pero fue la poesía la que me abrazó en su magia y me permitió ser un espectro superior al que era; luego recibí una herencia de alguien que no conocí nunca, unos cien libros de poesía que no he terminado de leer, la poesía me buscó después de que ella se me presentó y no pude verla con el aumento del cristal de las lágrimas, estuve ciego e inútil, ahora soy inútil pero quiero ver.
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Tener necesidad de la poesía y escribirla, no quiere decir que se sea o no poeta: ¿Qué es la poesía y quién es para usted el poeta?
La poesía será siempre una fuerza arcana indecible, a duras penas se trasmuta en poemas que no alcanzan siquiera a esbozarla. La poesía nos nombra y nos taladra las sienes como un balazo como dice Raúl Gómez Jattin. La poesía es un ánima que nos habita y que nos rebluja los cajones del alma buscando tesoros que a veces nacen inconscientes en brillos de lucidez. Es fantasma que atormenta, casi siempre en las noches, para decir al oído lo que los espíritus oyen y que no queremos oír. La poesía posee fuerzas incomprensibles que recorren por los ríos del hombre desbordándose en seres que inundan de humanidad a la humanidad, que a veces bíblica no sabe de arcas o salvación.
EL poeta es arca, es médium, es baúl… es adonde llegan las aguas de los dioses furiosos para que hablen con las leyes infinitas, es el canal por donde los más allás se comunican y ponen en tránsito los desconocidos ecos que aún vibran en la tierra, es el poeta un arca que se va llenando de seres y mundos porque los diluvios siempre arrecian en incontenibles formas, y el arca es memoria, y la memoria es el poeta. El poeta se arrulla con los demonios que le atacan y le dicen que es sólo un hombre más, pero el poeta es el que vence a las palabras al habitarlas en fantasma presencia, y poseído de poesía, se arranca una fuerza arcana tornándola en artes, como llorando una muerte, como hablando poseso, como siendo poeta, porque en su alma hay desesperadas voces que esculcan y gritan los lados más sublimes que tiene el hombre y también cantan y morbosean las miserias y oscuridades que como hombres no podemos apartar.
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Las palabras, son sin duda, el material real del poeta para escribir la poesía: ¿Cómo hallo y como posee sus palabras y ellas a usted como poeta en este momento?
Las palabras se van hallando toda vez que es la poesía quién dicta en sus irreconocibles voces los candados que van sellando determinadas pulsaciones del tiempo, el hombre se va asiendo a las palabras que tiene a su alcance porque la humanidad habla obscena y tosca, pero el poeta tiene que ir encontrando en las palabras lo misterioso que dicta esa poesía con su disparo de eternidad, que le van esparciendo los sesos sobre cualquier arte, lienzo, o papel, y se va desangrando, al lenguaje y a la misma búsqueda para tratar de ser ese mensajero que tiene que hablar de la verdad y la belleza, sin importar en cuál escombro esté sepulto.
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En la medida en que también la observación de la naturaleza, el tener sensaciones en relación con las cosas y la vida misma, sus pruebas, le han ido estructurando como poeta: ¿Cómo siente y percibe usted ese mundo para extraer su poesía?
Yo percibo el mundo como un enfermo que a veces tiene sensaciones de hipersensibilidad dependiendo del dolor que padezca, o de determinados síntomas que aparecen desconocidos e inexplicables. La poesía es paliativa y repele algunas enfermedades de la visión, la escucha o de la piel. Veo mi mundo a través de las palabras que le pongo para traducirlo, lo siento y lo vivo de acuerdo a las categorías que mis escalas axiológicas (ilógicas y rupestres, casi santas) le van anexando, todo depende de la memoria y del padecimiento, aunque todo depende de lo aturdido que me deje la poesía que expresa el mundo que habito.
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Usted insiste obsesivamente en mencionar y hablar del hechizo y las cosas innombrables, pues así título su libro – “Hechizos ojos para las cosas innombrables”: ¿Podría decirnos en qué consiste el hechizo y las cosas innombrables para usted?
El hechizo es la palabra hablada que invoca las cosas del deseo, y hace, consecuentemente, aparecer el milagro de la magia, creo tanto en el hechizo como si fuera la bendición del profeta, es el hechizo mi única fuente de resarcir mis padecimientos, de alejar, minimizar o trasformar la existencia. También es el hechizo aquella forma de ser poesía.
Por otro lado, lo innombrable es aquello que está impreso en las huellas de los ojos pero que no tienen palabras para expresar su sabiduría, es existencia pura, sin palabras, sin nombre, es la casi poesía buscando lenta la presencia humana. Es el fragmento del universo que nos rodea pero que sigue incomprensible y tallado en los surcos café dilatándose al sur de mis pupilas.
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Cuando usted se inscribe e involucra (hace inmersión) a sí mismo como poeta en relación con un mundo que lo excede quizá, y invoca a: Tiresias, al Profeta, al Sacerdote: ¿Qué es lo que busca excitar y provocar allí?
Este libro, Los hechizos para las cosas innombrables, nace de una necesidad de buscar un personaje literario que reúna las cualidades místicas, arcanas y mágicas de una idea que no me dejaba dormir, la idea consistía en reunir en tal personaje un tipo de profeta que hablara del futuro, que hubiera vivido en el pasado y fuera un espíritu presente, como si fuera lo incognoscible hablando de las revelaciones nunca dichas. Tal personaje se me develaba en Tiresias, que era un adivino ciego de Tebas que le revela a Edipo el secreto de sus orígenes, también aparece en Antígona, como quien indica el modo en que cesarán los males que asolan a Tebas.
De este modo me parecía un ser capaz de convertir su voz en lo indecible, así sentía la necesidad de escribir, como la premura de contar al mundo sucesos inenarrables que ya habían acontecido en mi mente y que posiblemente acaecerán de algún modo, era un estado profético del que me burlaba pero que me abastecía de metáforas, situaciones y seres que nunca habían estado en mis proyectos de escritura. Era una voz, aquella idea, que me imploraba hojas de cuaderno y horas de la madrugada durante una semana de insomnio, tal evento me recordaba que Pessoa, mi escritor de cabecera, vivía vidas diferentes dentro de su escritura, y así me sentía, como poseso por la idea de revelar una fuerza indescriptible que llamo innombrable.
El primer día que empiezo el proyecto del libro, pensé ser habitado por poemas muy femeninos, hablaba de hombres que me poseían de una forma dominante y brusca, hombres que me acechaban tratando de seducirme, era mi voz poética una mujer vencida por la masculinidad de algunas palabras que chocaban contra ella mientras ella era delicada y
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desnuda idea con piel blanca seductora
acariciando el río en amante limpieza
cuando el recuerdo es transparente lágrima
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Tal idea me hizo repensar que buscaba un personaje que develara profecías palabras, y recordé que Tiresias fue castigado con el conocimiento no sólo del futuro, recordando que en el canto XI de la Odisea es consultado Tiresias por Ulises, quien lo busca en el otro mundo, aunque también mucho antes de dicho acontecimiento, recibió la transformación de su ser y fue una mujer por unos años, así el personaje se me hacía muy parecido a lo que quería expresar, no sólo porque tenía el conocimiento de los tiempos, a pesar de sus ojos cegados, y a pesar de su muerte y su aparición después de ella, sino que poseía el conocimiento del placer de los dos sexos, dos cosas que se mezclan indiscutiblemente en mi poesía, situaciones que se me hacen aún maravillosas.
En estos sentidos, se me revela un personaje muy parecido a lo que expresaba en los dos primeros poemas que se escapaban de las temáticas comunes que acostumbro a escribir, que son un tipo de retratos hablados, o representaciones de los espacios o situaciones que me son relevantes, estos poemas se me hacían desconocidos, desconcertantes y totalmente bellos, los quería porque me eran pura musicalidad, y no tenían un sentido trascendental o panfletario, ni mucho menos algo amoroso.
Fue entonces cuando hice una pequeña búsqueda del personaje en los libros, y empecé a escribir como si llegara a mí para revelarme cómo regresar a mi Ítaca literaria, escribí durante noches pensándome Tiresias, tanto que cuando llevaba veinte o más poemas decidí titular el libro “con los ojos de Tiresias”, hasta sentir agotado el embebimiento de tanto poema casi sin sentido, solo magia y fuerza concentrándose en la poesía.
Tales poemas me revelaban un futuro apocalíptico que nacía, y nacía, y el nacimiento era la muerte de todo lo que conocemos, por ello tuve que dejarlo quieto y esperar a que en algún momento, fueran esas fuerzas reveladoras las que hicieran que las poéticas ahí inentendidas tomaran el sentido del término hechizo, que es algo parecido al conjuro, que es algo parecido al pronunciar las cosas para darles existencia por medio de nexos metafísicos; cosas así por el estilo dejaron que la belleza misma hiciera de las suyas y me dejaran repensar tales poemas y darles vida. Pero por esa época la forma en que aparecían los poemas de Con los ojos de Tiresisas fue demasiado arriesgada y menos provechosa de lo que quise, tal vez demasiado experimental para unos versos tan experimentales, no sólo con el fondo sino con la forma.
A raíz de lo misterioso de su creación decidí intitular al trabajo como Hechizos ojos para las cosas innombrables, como mencionando cada cosa trascendental que aparece en el poemario.
Agradezco entonces a los ojos de Tiresias que son los que me revelaron una voz de la poesía, a los hechizos que son la fuerza de lo arcano.
Palabra y Obra. El Mundo. Medellín. 12 de Noviembre de 2011. Págs. 36-37.
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